Cuentos serios de bufones: Fistuto

Caricatura de Alex y Pepe Pelayo. Alex y Pepe Pelayo.
Caricatura de Alex y Pepe Pelayo. / Alex y Pepe Pelayo.

Érase una vez, hace más o menos equis años y en un lugar en Google Maps, un bufón llamado Fistuto ensayando, ya que en unos minutos más debutaba oficialmente como bufón en la Corte.

Cuentos serios de bufones: Fistuto

Érase una vez, hace más o menos equis años y en un lugar en Google Maps, un bufón llamado Fistuto ensayando, ya que en unos minutos más debutaba oficialmente como bufón en la Corte. Nunca se había atrevido a dar ese paso. Siempre dudaba de su vis cómica, su poder de interpretación, de su habilidad para improvisar. En fin, ahora los nervios lo consumían y el momento de acercaba, porque estaba a punto de finalizar una conferencia que alguien impartía en el Salón. Después le tocaba a él entrar y hacer reír a todos los presentes. Pero no se sentía capaz.

   De pronto, el Fistuto sintió, más que vio, una sombra a su lado. Giró la cabeza y pudo verla. Era una joven morena, de cabello corto y ondulado, de aspecto grácil y facciones distinguidas. Usaba una túnica blanca, bordada y con pliegues, que le llegaba hasta más abajo de las rodillas. Pero no era una joven cualquiera: una delgada nube fosforescente, de color rosa pálido, bordeaba su silueta.

   —¿Quién eres? —quiso saber el bufón extrañado.

   —Soy Clio, la musa de la Historia.

   —¿Y qué haces aquí?

   —Estoy inspirando al historiador del Reino que está realizando una disertación al Rey y a la Corte en estos momentos.

   —Pues si eres Musa, deberías inspirarme a mí, porque si entro ahora en vez de hacerlos reír, los haré llorar a todos. ¡Tengo pánico escénico!

   —Pues yo resuelvo enseguida tu problema. Voy a buscar a mi prima Talía, la Musa de la Comedia para que te inspire.

   —No será posible, Musita, faltan pocos minutos para que me toque entrar al Salón.

   —No te preocupes. Un minuto para ti es mucho tiempo para nosotras.

   Entonces, la Musa desapareció ante los ojos de Fistuto, dejando sólo una débil estela de su nube fosforescente, que fue disolviéndose en el aire poco a poco.

   Dio unos pasos para repasar su repertorio de chistes y bromas, cuando sintió unos aplausos y después la voz del Heraldo de la Corte anunciándolo. Los pies le temblaban al caminar y un sudor frío le corría por la espalda.

   Se situó en medio del Salón y permaneció callado. Deseaba que se abriera la tierra y se lo tragara. Pero de repente escuchó un susurro, miró, y vio la puerta del Salón entreabierta y ahí, asomadas, estaban las dos Musas. Una lo saludó con timidez y la otra agitando los brazos con gestos de apoyo.

   Como por arte de magia su estado de ánimo cambió. Le vino una bocanada de inspiración. Se sintió el hombre más cómico del mundo. Y comenzó su presentación con chistes, juegos, bromas, mímica, imitaciones, ¡de todo hizo el bufón! Y su éxito fue extraordinario. Hasta el Rey, con los ojos aún húmedos de tanto reír, lo felicitó.

   Una vez terminado todo, Fistuto corrió hacia donde estaban las Musas.

   —¡Gracias! —casi gritó al verlas y señalando a la nueva Musa, añadió—: Si no hubiera sido por ti…

   —De eso te quería hablar —lo interrumpió la Musa de la Historia—. No pude encontrar a Talía y traje conmigo a mi otra prima, Melpómene, la musa de la Tragedia...

   —¿De la tragedia? Entonces..., ¿ella no...?

   —Nada —dijo Melpómenes—. Yo no hice nada.

   El bufón Fistuto primero se llevó las manos a la cabeza, después al pecho, y se quedó mirándolas boquiabierto.

   Entonces, de a poco, su rostro fue iluminándose… 


 

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