Cuentos de Navidad: El fenómeno de Isabellae

Árbol de navidad del Rockefeller Center en Nueva York.
Árbol de navidad del Rockefeller Center en Nueva York.
¡Sentía felicidad! ¡Algo así como libertad! ¡Cuando todo estaba lleno de luces navideñas! / Relato literario
Cuentos de Navidad: El fenómeno de Isabellae

Había una vez un paraguas abandonado en el paragüero de una cafetería del barrio, que su dueño o dueña no extrañó, a pesar de que conservaba su calidad y aquellos días de Navidad eran lluviosos. Los clientes iban y venían, y la humedad posó en la negra tela del paraguas una larva que pasó inadvertida.

Durante todo un atardecer, mientras la música y la fiesta vitoreaban, nació Isabellae, la polilla más bonita.

La criatura sobrevoló a todas aquellas personas, al calor de la acusada calefacción, el arrullo de las lámparas fluorescentes y oyendo las primeras palabras: “¡mirad! ¡Una polilla”, chillaban. ¡Polilla! ¡Polilla! Despectivamente, a lo que ella sintió ser un monstruo, porque se llamaba Isabellae.

Huyó, siguiendo el alumbrado calle adelante. ¡Sentía felicidad! ¡Algo así como libertad! ¡Cuando todo estaba lleno de luces navideñas! Pero el humo de los coches no le dejaba respirar, y hubo de tambalearse por los rincones para sentirse a salvo. Entonces, descubrió que la vida de la polilla era muy dura.

¡Pero encontró un hogar aquella noche! Vio una apetecible luz anaranjada que parpadeaba, el farolillo de la fachada de una casa. Allí se quedó, agitándose de alegría. Conoció a algunos mosquitos que le contaron historias para no dormir, pero ellos eran realmente malvados y no les hizo caso, no pensaba eso de los humanos.

Y, hablando de los humanos, abrieron la puerta de la casa. ¡Qué pasillo brillante! ¡La luz en la que quedarse para toda la vida! Isabellae se creyó huésped, y entró coronando las cabezas de sus habitantes.

“¡Mirad, qué polilla más bonita!” ¡Es la Isabellae! Dejadla.”

Abrumada por haber hallado una familia feliz, se contoneó por todas las lámparas hasta la hora de irse a dormir. Al apagarse las luces, se sintió asustada, se posó en el techo. Sentía pavor, un abismo… Pero encontró una luz: la estrella que coronaba el árbol de navidad.

Habitó el árbol durante todo diciembre, ¡nadie la mató! No sentía más que gratitud, al contrario de lo que le habían dicho los mosquitos.

“¡Vienen los reyes!”, decían en la casa. Además, la familia no le quitaba ojo, se sentía la mascota mejor cuidada. Jugueteaba, y a cada hora se iba cambiando de pared para llamar la atención.

Sin embargo, aquella noche se sentía decaída. Sus varios óculos a penas veían, las antenas ya no la guiaban con certeza, notaba que sus alas ya no lucían como antes. Ya no quería volar. Mas sentía haber pasado allí una vida entera.

Una vida entera, Isabellae vivió las navidades, ¿qué más se puede pedir?

Pero, de tanto que quiso a aquella casa… Agasajó, a la mañana siguiente, su cuerpo convertido en plata. De tanto que rezó por no perder sus lustrosas alas, por no irse de aquel hogar ni haber sido una polilla corriente. Se convirtió en un regalo de los reyes, un insecto de plata que pudiesen pasear en su solapa. Para brillar por si misma; tanto la quisieron, ¡que valió plata! @mundiario

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