Encuentro entre Fernando Savater, Carlos García Gual y Javier Gomá

El filósofo español Fernando Savater.
El filósofo español Fernando Savater.

La felicidad que se pretende hoy está ligada al acto consumista o a la consecución de una aparente consistencia de la imagen propia.

 

Encuentro entre Fernando Savater, Carlos García Gual y Javier Gomá

Las citas que comento a continuación están extraídas de un artículo que apareció en El País sobre una conversación entre Fernando Savater, Carlos García Gual y Javier Gomá, autores del libro Muchas felicidades. Tres visiones y más de la idea de la felicidad.

1.- Schopenhauer: “Los dos enemigos de la felicidad son el dolor y el aburrimiento”.

Sí, el dolor físico, su sistemática importunidad, su punción de locura; pero, aún más, el dolor psicológico: el daño que ejerce la propia actitud hostil, el no saber aceptarse a uno mismo o a las circunstancias concernientes; el hacer hincapié en lo adverso, alzándolo, como funesta victoria ajena, hasta tapar la leal pervivencia de lo favorable. Y el aburrimiento, aparentemente exterminado en este tiempo de estímulos infinitos, pero sobreviviente como estado de desorientada necesidad.

2.- Sartre: “Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”

La aceptación como camino benéfico, la lúcida superación de lo intolerable. El hábil disponer de los vientos, frente a la atractiva y a veces paralizadora quimera de lo posible. Y restablecer en nosotros  lo benigno que está fuera de nuestro ámbito, descubrir lo hallado.

3.- Locke: “Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.

De otro modo, no podrían comprenderse pasajes de nuestra vida en los que, privados de lo que ahora es importante, nos recordamos entusiastas en la diferida conciencia de la estrechez de nuestros movimientos.

4.- Prévert: “Reconocí la felicidad por el ruido que hizo al marcharse”

Salvo en momentos de euforia, es difícil estar seguro de que se es feliz. La felicidad es tan prometedora que cuando acaece nos parece relativa, tímida, insegura. Tal vez sea ya un buen punto de partida no ser infeliz, no estar caído en el estado de tener que resolver, con debilidad, absolutas valoraciones del ánimo.

Poder sentirse en paz, sin claras amenazas, con la expectativa de una fundamentada capacidad personal para atender los sucesivos momentos. Esto ya sería un buen antídoto para la infelicidad. El problema estriba en tener que vivir siempre sobre la cresta del presente, sentir el vértigo de su perentoriedad, o estrellarse contra la saturación, gastarse en la impotencia. Desde la perspectiva de lo sucedido, se ven mejor los tiempos, sin esa escarpada sinuosidad tan prominente, que tanto desestabiliza a la vuelta de cada alegría.

5.- Javier Gomá Lanzón: “Hay que educar los deseos, pero tampoco creo que uno deba renunciar a cierto éxtasis, ebriedad y pasión. Hay que combinar estos elementos”.

No concibo una vida sin la experiencia de las inherentes y gozosas culminaciones, sin la búsqueda de lo excelso, sin el reconocimiento de una belleza verdadera o la íntima percepción de la rebosante bondad.

6.- Javier Gomá Lanzón: “Incluso si te ofrecieran la posibilidad de tomarte un filtro y con él ser feliz, en el sentido de tener un estado placentero, pero de manera impersonal, mecánica o robotizada, poca gente lo aceptaría si la felicidad es el precio de ser impersonal”.

No estoy seguro de que fuera “poca gente” la que aceptase esa felicidad alienante; creo que son mayoría quienes buscan una confluencia desintegradora, desembocar en un mar de obtusa aceptación, y lo persiguen procurando no ceder a la autenticidad, permaneciendo en lo frívolo, en el ciego consenso de vivir en la estupidez que no se denuncia, que no se detecta por la oscuridad de la propia. Lo personal queda tan solo como una distinción práctica, como un identificativo discernimiento desde el grueso interés, como un más o menos atractivo simulacro de veracidad. Se prefiere salvar la propia imagen feliz, incluso sacrificando la probable felicidad misma.

7.- Fernando Savater: “La felicidad de hoy es distinta a la de Epicuro y  parece más relacionada con alcanzar un estado invulnerable, donde nada nos haga daño, pero eso es imposible. Así es que parece incompatible ser humano y ser feliz”.

La felicidad que se pretende hoy está ligada al acto consumista o a la consecución de una aparente consistencia de la imagen propia. Se defiende uno de la ignominia que la carencia inflige con el vano recurso de una fantástica fachada, propia de la meliflua revista del corazón, con un inmediato blindaje frente a la supuesta dificultad de lo genuino. Se mendiga la necesidad de que el otro nos considere, aceptando incluso su servilismo y su obnubilación.

8.- Epicuro: “Estoy dispuesto, si dispongo de un poco de agua y un poco de pan, a rivalizar en felicidad con el mismo Zeus”.

¡Muy valiente, Epicuro! Pero nosotros hemos llegado tan lejos que hemos rebasado a todos los dioses, al regalo de la pura sencillez, y ahora necesitamos alcanzar algún ostentoso placer a través de complejas marañas en las que no nos importa extraviar la nobleza que un día nos fue ofrecida y tosca, perezosamente, quisimos asumir.

9.- Fernando Savater: “Niños y jóvenes normalmente son felices porque no son conscientes de que tienen cuerpo, de que envejecerán; no les duele todavía nada. En cambio el concepto se hace complicado con los años”.

Los niños y los jóvenes no son conscientes de las futuras decrepitudes, pero son muy conscientes de sí mismos, de la vulnerabilidad de crecer en el mundo. Y lo son menos del dolor ajeno. Todo compensa. Por otra parte, el ser maduro, ensartado en lazos familiares, entre vidas declinantes y vidas emergentes, inciertas, apenas puede gozar de la salvedad que ha alcanzado y se siente inhábil ante los trayectos que no conduce. Lo que importa, al fin, es el grado de conciencia ante las amenazas; o tal vez, en un grado superior, su actitud serena, de asunción, pertinente en cada momento.

10.- Groucho Marx: “Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña fortuna...”

Con el dinero se pueden comprar sucedáneos de felicidad que siempre amenazan con mostrarse tal cuales son al menor descuido en la impostura a que nos han sometido. Aunque es verdad que con él se pueden ahuyentar algunas odiosas injerencias, colonizaciones de nuestro pensamiento, sustracciones de irrenunciables tiempos y espacios.

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