Cartas con historia por Gema Albornoz

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Pulp Fiction.

En los próximos días presentaré algunos escritores noveles que han hecho del crimen su especialidad. En colaboración con MUNDIARIO y cada dos días aparecerán historias cortas y atrevidas al estilo de True Crime de los años 30 (y con portadas de 10 céntimos de dólar). ¡Que lo disfruten! J.re Hoy con ustedes.

Cartas con historia por Gema Albornoz

En la parte alta del Raval de Barcelona una silueta negra corría en mi dirección, hice el intento de apartarme, pero cuando quise darme cuenta, carne y hueso chocaban contra mí. Una voz grave y entrecortada por el esfuerzo de la carrera, dejaba un sobre en mi mano y decía —original de George Orwell— continuó corriendo, desapareciendo calle arriba.

Al principio, no entendía nada, me pareció un mensaje sin sentido. Repetía en mi cabeza el nombre del famoso escritor, como cualquier niño al que le hacen el encargo de su primer recado. La situación era ridícula, la analizara por donde la analizara, porque del encuentro con un desconocido en plena noche, una chica como yo, lo que se espera es que le roben no que le den un sobre. Han pasado unas horas y aún no he sido capaz de abrirlo. Ese sobre que no sé qué contiene está ahora sobre el escritorio de mi oficina, al lado de un macetero plateado vacío. El recién colocado luminoso con Investigación Nora Barbastro, se acaba de encender, lo que me certifica que son las 10:30, hora a la que lo tengo programado. Soy Nora Barbastro y después de graduarme en Criminología por la Universidad de Barcelona he abierto mi propia oficina de investigación. ¿Abrirías el sobre? Después de saltarme todas las pautas posibles, he abierto el sobre, ¿qué más podía hacer? A menudo, me llegan encargos muy extraños, todos son confidenciales así que no puedo dar detalles de los mismos, pero lo de hoy, gana por mayoría en lo que a paranormal se refiere.  Han pasado algunas horas desde que me lo dio alguien, sería un pasante, normalmente alguien relacionado con mi próximo cliente.

—Veamos que encuentro por aquí— dije a las paredes de la habitación. Hoy he recibido varias llamadas perdidas de diferentes números desconocidos. Esos típicos números que no cojo huyendo de las llamadas publicitarias con ofertas especiales de supuestas compañías telefónicas. Me levanté del sillón y tomé el sobre en mis manos. Despegué la solapa y lo abrí con cuidado. Era un manojo de folios manuscritos. Después de mirarlo bien, vi el nombre de George Orwell en varias ocasiones. Este fragmento dice: «Ya estábamos cerca del frente, lo bastante cerca como para sentir el olor característico de la guerra, según mi experiencia, una mezcla de excrementos y alimentos en putrefacción». Demasiados tachones en las hojas. La letra me resulta familiar, quizás más de lo que debiera. Sé que George Orwell fue escritor, por lo que he escuchado por ahí, visitó varias veces España, que por aquí hay una calle con su nombre, pero no conozco mucho más. Comencemos el siguiente encargo. No tardarán en ponerse en contacto conmigo para… Antes de terminar la frase, Nora recibió una llamada telefónica, pero no la que había previsto.

—¿Sí? Soy Nora Barbastro, ¿cómo? ¿Mi abuelo? No tardaré. — Nora colgó el teléfono y lo metió de nuevo en el bolsillo derecho de su chaqueta. Su cara había palidecido tras aquella llamada y su nerviosismo asomaba como pocas veces.

Centre d’Urgència Perecamps. 23:45

—Siento decirle que no hemos podido hacer nada. Ha perdido demasiada sangre. —Un doctor uniformado y con la bata ensangrentada se dirigía a Nora con mirada consolatoria.

—¿Me puede decir qué ha pasado exactamente? —increpó Nora.

—Los datos acerca del suceso se los tendrá que dar la policía, mi trabajo aquí se limita a salvar vidas. —Antes de despedirse de Nora, el doctor señaló a un par de personas que se encontraban dando vueltas en el pasillo. Aquella pareja de policías son los encargados. Lo siento mucho. —Concluyó mientras desaparecía por la puerta con el letrero de Urgencias en el borde superior.

Nora se dirigió a aquella pareja de Mossos d’Esquadra uniformados. Ambos estaban muy nerviosos, seguían dando vueltas en una pequeña zona del pasillo. Uno de ellos se echó las manos al bolsillo y se dispuso a hablar por teléfono. Nora fui directamente hacia la chica uniformada con cara pensativa.

—Disculpe agente, soy Nora Barbastro, nieta del fallecido. ¿Pueden darme detalles de lo que ha ocurrido? No se preocupe con consolarme, quiero saber los hechos, como detective que soy quizás saque algo en claro. —Sentenció Nora con una mezcla de impotencia, rabia y prepotencia.

—Soy Paula, una de las agentes encargadas del caso de apuñalamiento y asesinato de tu abuelo. Siento tu pérdida. Los datos son confidenciales, pero ya que pides conocer los hechos… Fue esta misma noche. Según nos contaba el doctor, fueron 30 puñaladas, se ensañaron con él. El fallecimiento se ha debido a la pérdida de sangre por las múltiples heridas. ¿Puedo realizarle algunas preguntas? — finalizó amablemente la agente.

—Adelante. Quizás tus preguntas nos aclaren a las dos. —Nora necesitaba buscar una explicación a todo lo sucedido durante esta noche.

—¿A qué se dedicaba realmente tu abuelo? ¿Con quién tenía contacto? ¿Le ha contado algo acerca de sus compañeros durante la Guerra Civil Española? —concluyó la policía.

—Mi abuelo ha sido relojero toda su vida. Durante más de 30 años ha llevado la Relojería Barbastro. A veces, me contaba de sus batallitas durante la Guerra Civil, pero eran las típicas que cuentan los abuelos: miseria, guerra, hambre y poco más. — Nora recordó, por un gesto que hizo aquella policía, que su abuelo también hacía eso con su flequillo. Siempre lo hacía justo antes de abrir su rincón sagrado, un sitio al que no permitía acceder a nadie. En el último cajón de su escritorio guardaba algo bajo llave. Nora jamás supo lo que había allí, pero cuando se interesó por ello su abuelo le había prometido que solo eran fruto de un intercambio epistolar. Ella no volvió a preguntar. Aquel gesto y aquel recuerdo la habían llevado a retomar el interés por aquel cajón y lo que entonces no entendió que eran cartas. Ahora mismo, no puedo decir nada más. No recuerdo tantos detalles sobre las historias que mi abuelo me contaba. Alguna vez mencionó que conoció a alguien importante, pero siempre mezclaba temas e historias. — Hizo ademán de despedirse con la mano, pero la agente la detuvo con sus palabras.

—Si vuelve a recordar o tiene algún detalle que nos pudiera interesar, póngase en contacto conmigo. —Le dijo profesionalmente extendiéndole una tarjeta.

Nora se dirigió a casa de su abuelo. No tardó en sacar las llaves de la oficina donde le había visto tantas veces bajo la luz de una pequeña lámpara. Entró a la sala, llena de recuerdos y dirigió sus pasos al escritorio. Estaba muy afectada por la pérdida, pero debía saber por qué su abuelo había tenido esa horrible muerte. Cogió su clip metálico y hurgó en la cerradura de aquel cajón. Cuando lo abrió cogió una de las cartas y comenzó a leerla en voz alta. @mundiario

Continuará…

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