Carta a la que no fue mi editora: Cine, literatura, música, petróleo, migración...

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Libros.

Lamento que Anagrama no pueda ser mi casa como autor. Pero sí que lo es como lector, qué grandes momentos he pasado... 

Carta a la que no fue mi editora: Cine, literatura, música, petróleo, migración...

(De regreso en mi laptop, ya con acentos). Estoy en Texas, en una pequeña ciudad cerca de Dallas. Sin duda la experiencia es buena, a cada momento ha sido enriquecedora. Cuando Margarita (la traductora) llega de trabajar, algunas veces cenamos juntos, su esposo Raúl (el periodista jubilado, escritor activo) y yo.  Ayudo a preparar los alimentos. Después alargamos la cena en conversaciones, risas, intercambio de anécdotas.

En la casa abundan los libros y las películas. En los últimos días he visto mucho cine; Pantaleón y las visitadoras, Ese oscuro objeto del deseo y Los olvidados, del gran Buñuel, por citar algunas. Ayer, por ejemplo, vi Dos crímenes, entusiasmado muchísimo porque me recordó exactamente cuando leí el libro (de Ibargüengoitia) hace muchos años, una de mis primeras lecturas. Olvidaba decirte que he visto además un documental llamado Searching for a sugar man. Ellos (mis amigos) me hablaron de él, quizá ya lo conozcas, pero si no te lo recomiendo mucho; es sobre un cantautor de Detroit que estuvo en el anonimato durante décadas en EUA, mientras que en Sudáfrica (por alguien que llevó un cd por allá) se había convertido en un éxito de masas, sin saber nada sobre él. Se llama Rodriguez. Al final te dejaré algo de su música, es muy bueno. También estoy leyendo, las semanas pasadas terminé El jugador  y Un ladrón honrado. Ahora estoy leyendo una novela de un cubano disidente (todos los son ¿no? y justificadamente). La novela es pura máquina, no se ha caído el tono, el ritmo, el aliento; el lenguaje es fenomenal. Espero así siga hasta el final.

Pero la experiencia más importante, sin duda, es la vital. En mi primer trabajo en un restaurante, al cual renuncié hace días, estuve con compañeros de más de cinco lugares de América Latina. La mayoría de ellos ilegales, lejos de sus hijos, familia. He tenido más de cerca el drama del migrante (aunque no es la primera vez que lo tengo cerca) y la cantidad de historias llenas de nostalgia, sufrimiento, pero ante todo un espíritu de lucha incansable. Recordé, que hace un año, cuando me iba de Barcelona, un joven, quizá de mi edad, me ayudó a cargar mis maletas para tomar el tren e ir a la terminal del Renfe; pedía limosna en un súper mercado donde yo compraba a diario; era de Senegal, había llegado con toda su familia huyendo de la guerra interna, era licenciado en sistemas de computación, pero para su mala suerte, además de no estar legal era negro, según él mismo dijo.

Estoy a la espera del cheque que me deben en el trabajo al que renuncié. Aún tardará dos semanas. Después me mudaré a San Antonio o Houston, donde puedo tener algún empleo. Además hay una oportunidad que me da vueltas la cabeza. Me han abierto la posibilidad para un empleo donde se gana 2,000 dlls semanales, más viáticos y vivienda. Se trata del petróleo y el gas. A veces es en alta mar, otras en la montaña, climas extremos, trabajo arduo, más sus riesgos: me advirtieron que hay quienes mueren. Por eso la paga es grande, qué ironía, ser obrero y a la vez ser pudiente. Pero es que el negocio del petróleo no puede parar, a precio de dólares y del trabajo, sobre todo, de mexicanos. No he descartado ese trabajo, está rondándome y lo tengo aún acariciando con los dedos.

Lamento que Anagrama no pueda ser mi casa como autor. Pero sí que lo es como lector, qué grandes momentos he pasado. Apenas ayer recomendé Plataforma a una buena amiga. En el tema de la novela, la mía, buscaré que se publique en México, la última revisión va bien, la está haciendo la traductora. Te agradezco el estímulo que me das a seguir escribiendo.

Por favor, déjame saber de Jorge Herralde, si está bien salud y qué tal le va.

Un abrazo grande, Jesús María. @mundiario

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