Calle de la Estación, 120: Mundo de intriga y delincuencia en la telaraña parisina

Léo Malet.

Léo Malet alcanzó un éxito sorpréndete con Calle de la Estación, 120 considerada toda “Una pequeña obra maestra” de novela negra. Su lectura deja el sabor de “Siempre quedará Paris”  de Casablanca de Bogart.

Calle de la Estación, 120: Mundo de intriga y delincuencia en la telaraña parisina

Considero que uno de los compromisos del crítico literario independiente significa recordar de tiempo en tiempo aquellas obras dignas que por su calidad deben mantenerse vivas. Para ello, siempre existen editoriales que asumen nuevas reediciones o sacan de sus fondos obras ejemplares. Este es el ejemplo de Libros del Asteroide con el autor francés de novela negra Léo Malet (1909 – 1996), que alcanzó un éxito sorpréndete con Calle de la Estación, 120  traducida al español por Luisa Feliu. Toda “una pequeña obra maestra”. Escrita en 1943 en una Francia partida y ocupada por el ejército del Tercer Reich, siendo la primera novela de Léo Malet que conduciría a una larga serie de títulos teniendo como máximo protagonista al detective Nestor Burma.  Malet, aunque cultivó muchos géneros literarios, se le conoce por su personaje antihéroe de la serie Les Nouveaux Mystères de Paris, de este detective privado cínico, astuto hablador de argot, exanarquista y fumador de pipa, poseedor de fino humor.

Esta intrigante y emotiva  historia que transcurre por  Francia en plena segunda Guerra Mundial, nuestro protagonista se encuentra detenido como militar en un Campo de prisioneros en Alemania,  donde sobrevive realizando labores administrativas de prisión viviendo siempre bajo vigilancia alemana, hasta que le llega su  traslado a Francia. Durante el viaje de regreso a su añorado Paris. “Siempre quedará Paris” con Bogar y Ingrid Berman. En la estación de Lyon  desde  el vagón donde  viaja ve impotente como su ayudante  Burma, es asesinado en  el andén  donde se ha detenido el tren, cuando pretendía encontrarse con su jefe de retorno a su patria amada, dividida entre la ocupación de la crueldad nazi y la lucha por la libertad. Pero agonizando, su apreciado ayudante le ha podido decir en sus últimos segundos de vida una dirección: Calle de la Estación. 120, que, curiosamente, nuestro protagonista había escuchado  cuando estaba en el campo de trabajo de Alemania, por boca de un extraño prisionero con la memoria perdida, que más tarde moriría dado su crítico estado de salud. Estas son las extrañas circunstancias con las que se inicia una insistente investigación por parte de nuestro detective Burma,  toda una telaraña suspendida sobre la fluida narración del más puro estilo francés propia de un autor heredero del genial maestro Simenon.

Claro que Léo Malet no es Simenon, un autor prodigioso que se eleva por encima de toda posible superación, pero sí reconocerlo como escritor que por sus propias vivencias sociales dada la variedad de oficios y beneficios, ofrece admirable muestra de maestría en  Calle de la Estación, 120.  Inmerso en el misterio del extraño caso surgido por el que se adentra nuestro  detective, Néstor Burma una Francia ocupada por las tropas del delirante Adolfo Hitler ya glorioso y eufórico de ver cumplida su fiebre con la conquista de Paris y toda su riqueza cultural general en poder de los nazis. Es aquí la figura del detective empleando toda su hábil sagacidad en esa  Calle de la Estación, 120 por la que se desliza su primera aventura literaria-policiaca de la mejor clase  de serie negra. En ella no podía faltar esa mujer encantadora, que parece una copia de la bellísima Michele Morgan. Todo un misterio  lleno de pasión.  Contar el diario caminar de una sociedad metida  en un drama policiaco en la realidad cotidiana en la que no falta el humor fino con que descorre los cortinajes que ocultan el  misterioso caso.

Calle de la Estación, 120 enmarcada en tan terrible guerra y el estado social de la población con sus estrecheces propias: el racionamiento, el país dividido, los odios, las restricciones impuestas por los nazis. La gran comedia humana de Balzac que representa uno de los personajes míticos de la novela policíaca francesa. Divertido, fecundo, irónico y cínico, propio de la sociedad en la que se desarrolla de la mano y la pipa que en tiempos de  estraperlo y oscuros trajines puede fumar  buena picadura. 

 

 

Comentarios