Brava, de Pilar Franco Borrell y Erea Azurmendi

Brava. Guardas interiores. / Erea Arurmendi ©
Brava. Guardas interiores. / Erea Arurmendi ©

Antes de que comenzara la alarma y estos días de estar en casa, llegó a mis manos el libro Brava, con textos de Pilar Franco Borrell y fotografías de Erea Azurmendi. Está publicado en Lunwerg Editores y dedicado a sus familias.

Brava, de Pilar Franco Borrell y Erea Azurmendi

En sus guardas interiores aparecen unas ramas de dos hojas de plantas en blanco y negro. Una contiene unas gotas de rocío, como si aún contuviese el grosor de la lluvia; la otra, escarcha y su temblor. Un detalle de lo que podría ser la vida.

Nunca prosigue como esperamos que vaya. Un estado que cambia, como las propias estaciones que deben ser vividas. Un contexto medioambiental que afecta a la planta, como a cualquier ser vivo, sufre las consecuencias y las sobrelleva. De alguna manera, aplicable a esta situación de emergencia sanitaria actual de confinamiento.

En ese momento, es cuando te adentras a ese mundo, que se te presenta color mostaza, como ya anuncian sus tapas y te cuestiona en su contraportada "¿Qué harías si tuvieses que escoger una palabra para definir tu estado vital?". En este sentido, se concluye en una palabra que contiene «la esencia del eterno femenino»: Brava. Como si se tratase de la parábola bíblica, la más pequeña de todas las semillas, la mostaza, es la que más crece y más vida genera a su alrededor.

Portada Brava/ Foto: Lunwerg Editores. ©

Portada Brava. /  Lunwerg Editores. ©

En boca de otros

Son pocas las veces en que me hubiera gustado apropiarme de la boca de otros, las ocasiones —detalladas a continuación —, en las que he deseado:

Trabajar como maestra para decir. Cuéntalo en alto y así nos reímos todos.

Tener una hija adolescente para explicarle que esto no es un hotel.

Volver a la pubertad para contestar: tú no me comprendes.

Fundar una iglesia para anunciar: podéis ir en paz.

Ser de New Jersey para pronunciar chaclet, en lugar de cho-co-leit.

Apellidarme Valdano para hablar mucho sin contar nada.

O Parks para alterar el sistema con un «no» como una catedral.

Retroceder hasta la antigua Grecia para reconocer que sólo sé que no sé nada.

Pertenecer a la familia de Corleone para amenazar con elegancia.

Cambiar de raza para quebrar la voz en el discurso: I have a dream.

Suplantar a otra mujer para afirmar, mirándole a los ojos: sí, quiero.

Y entrar en una película de Chaplin para revelaros el secreto de la vida.

Entre sus páginas se intercalan la sensibilidad, la pasión, el camino, la naturaleza, los paisajes, rostros y algunas siluetas con los textos como una narrativa única. Ambos caminos se bifurcan, se enlazan. Se entrelazan el día a día de dos mujeres con rutinas y vidas diferentes, inmersas en dos contextos y donde están diferenciadas sexualmente por ese contexto cultural. Una de las filósofas feministas más importantes de Norteamérica, Sheila Benhabib, mencionaba que «la misma sexualidad es una diferencia culturalmente construida». Por otra parte, Amelia Valcárcel decía en 1994 que «la mayoría de las mujeres no ignora su frágil estatuto», sino que «por ello, la solución normal es que extremen sus medidas de pertenencia y de pertinencia. No hacer lo que no se debe (y ese no se debe es bastante amplio) asegura relativamente de librarse de situaciones indeseables». Recorro las páginas del libro, pasando por los relatos visuales fotográficos creados con esa luz particular de Erea Azurmendi y paso mis ojos (y mis dedos) por los textos de Pilar Franco buscando el diálogo entre ambos. Y en mi cabeza retumban esas palabras de ambas filósofas, porque en ellas veo la lucha constante no sólo con la rutina, sino por ser mujer, madre, hermana, hija, pareja o simplemente, profesional. Un paseo, a dos voces y a cuatro manos, por las rutinas más habituales, encuentros, reuniones, recuerdos, saludos, maneras de decir adiós; al fin y al cabo, las entrañas de un día a día que se desnuda en la belleza de nuestras propias relaciones con nosotras mismas y con los demás.

A los productivos

Leer es hacer.

Escuchar es hacer.

Caminar es hacer.

Pensar es hacer.

Observar es hacer.

Reflexionar es hacer.

Dormir es hacer.

Intentar es hacer.

Fracasar es hacer.

 

Que no se monetice no significa que sea improductivo.

 

Porque entre libros, descubres.

Porque entre voces, empatizas.

Porque entre pasos, avanzas.

Porque entre ideas, existes.

Porque entre miradas, aprecias.

Porque entre pausas, comprendes.

Porque entre sábanas, sueñas.

Porque entre pruebas, aprendes.

Porque entre errores, creces.

Valcárcel en 2017 afirmó que difícilmente una sociedad podría llamarse democracia si las mujeres no tenían la capacidad de ser libres y derecho a ser ciudadanas. «Durante largas generaciones y milenios las mujeres han estado sometidas a un orden de importancia y de jerarquía y la rebelión verdadera contra ese orden solo se ha producido en las democracias», añadía. Pienso en Pilar Franco y Erea Azurmendi como mujeres libres y ciudadanas del mundo, esta obra es un pequeño recordatorio de ello. Mujeres que pueden ser poliédricas en sus emociones, sensaciones, sentimientos, fortalezas y debilidades. A pesar de ello, ser mujeres, no por ello, totalmente débiles, ni totalmente inmunes, o inertes, ante lo que pasa alrededor. Sino capaces de adaptarse al escenario que les toque vivir en cada situación. Quedan muchas preguntas en el aire, sin que nadie nos conteste, ese diálogo que mantenemos en soledad. Flotan, también, algunas de las razones que nos obligan a seguir esforzándonos a trabajar luchando por aquello en lo que creemos y trabajamos.

Brava. Mujer libre / Foto: Erea Arurmendi ©

Brava. Mujer libre. / Erea Arurmendi ©

Una mujer de espaldas a nosotros corre por una carretera, entre una verde frondosidad. Puede adivinarse atravesando un bosque, yendo lejana, corriendo como un animal salvaje, una mujer libre. Una mujer libre que es capaz de evocar sensaciones tan intensas y tan diferentes, como los ojos de quienes la miran. "Una mujer libre es bonita de ver, bonita de tocar, a veces, si el encuentro es breve. Como un acantilado o una hoguera, las personas se acercan a ella, la admiran temerosas y piensan: Ojalá". @mundiario

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