Benjamín Itaspes (X)

foto Costa Rica
Un edificio oficial de Costa Rica.

Benjamín Itaspes se casa en Costa Rica y regresa a Guatemala. Luego, por solicitud del Gobierno de Nicaragua, es escogido como miembro para viajar a España y así poder asistir al centenario de Colón. / Relato literario

Itaspes colaboró en varios periódicos cuando se trasladó a vivir  con su esposa a Costa Rica, uno de ellos era el dirigido por el poeta Pío Víquez, otro por el cojo Quiroz. Intimidó al poeta Arellano y cuando nació su primogénito la esposa de Arellano Margarita Foxá fue madrina de su hijo. En Costa Rica también logró conocer al cubano Antonio Maceo, quien iba con otro negro conocido como Bembeta, ambos famosos de la guerra cubana. Tuvo buenos amigos como el general Lesmes Jiménez, el general Regalado manco como Ramón Valle Inclán.

Con la venida de su primogénito la vida para Itaspes fue más difícil y tuvo que retornar a Guatemala para arreglar una situación que no quiso revelarme, parece que era algo relacionado con una dama, pero no tengo seguridad de eso. La cuestión es que cuando se encontraba arreglando la engorrosa situación recibió la alegre noticia que el gobierno de Nicaragua liderado ahora por Roberto Sacasa lo había nombrado miembro de la delegación que enviaba Nicaragua a España con motivos del centenario de Colón. Itaspe sin mayor demora partió a Nicaragua sin su mujer que se encontraba todavía en Costa Rica, le escribió a ella una carta y se marchó a encontrarse en Panamá con el jefe de la delegación don Fulgencio Mayorca. En el puerto Colón de Panamá tomaron un vapor de la compañía transatlántica León XIII y salió con rumbo a Santander.

Itaspes toda su vida había soñado con conocer Europa y principalmente París y ahora se encontraba más cerca de cumplir su sueño. A bordo del vapor Itaspes me dijo que no tenía mucha memoria de los incidentes del viaje, pero si recordaba que iba una prima del escritor francés Edmond About, el delegado del Ecuador Leónidas Pallares, un delegado de Colombia Isaac Arias Argaez conocido como ¨el chato¨ quién fue nombrado cónsul en Málaga. En Cuba se embarcó Texifonte Gallego.

Una mañana fue despertado por el sirviente de su camarote diciéndole ¨señorito si quiere usted ser testigo de un naufragio que hemos encontrado levántese pronto¨, de inmediato Itaspes salió a cubierta y pudo ver una pequeña embarcación, mientras el vapor se iba acercando cada vez más y cuando estuvieron cerca un hombre con una gran voz  dijo en inglés ¨me podrían decir en que latitud y longitud estamos¨, el capitán le dio los datos que pedía en inglés y le preguntó además quién era y que había pasado. Soy el capitán Andrew de EE UU y voy siguiendo la ruta de Colón al revés, háganme el favor cuando lleguen a España de decirle al cónsul que me han encontrado aquí. ¿Necesita usted algo? Le dijo el capitán del vapor, y el yankee sacó dos latas de conservas que tiró sobre cubierta del León XIII, puso su vela y se despidió. Algunos días después el capitán Andrew arribó al puerto de Palos en donde fue recibido en triunfo. Al poco tiempo exhibió su barca y se juntó algunas pesetas.

En Madrid Itaspes se hospedó en el hotel de ¨Las cuatro Naciones¨, situado en la calle del Arenal. El mozo Manuel conociendo que él era un hombre de letras le propuso conocer la habitación de Marcelino diciéndole ¨él se encuentra ahorita en Santander, pero si usted gusta se lo puedo mostrar¨. Se trataba de Marcelino Menéndez  y Pelayo e Itaspe acepto muy gustosamente. Era una habitación como todas las demás, pero se encontraba atiborrada de papeles, grandes pliegues de papeles con palabras sabias. Por todos lados la cama estaba manchada de tinta y cuando regresó don Marcelino Itaspe logró hacer una larga y cordial amistad.

El alma de las delegaciones hispanoamericanas era el ministro de México y general Juan Riva Palacio. Por otro lado don Vicente en la calle Serrano tenía un palacio lleno de obras de arte y antigüedades en donde se reunían sus amigos de letras y se contaban todo tipo de anécdotas, aficionado a las zarzuelas del género chico y frecuentaba los teatros envueltos en su clásica capa negra, llegó a ser muy popular en Madrid y su deparición fue bien sentida.

Itaspes fue amigo de Castelar y cuando lo conoció -me dijo- iba con la emoción de Heine al llegar a la casa de Goethe, hasta creía entrar a la morada de un semi dios. El orador lo recibió muy sencillamente en la casa de la calle Serrano. Pocos días después  le dio un almuerzo el célebre político Abarzuza y el banquero don Adolfo Calzado en donde la oratoria de Castelar había sido un deleite para sus oídos y espíritu. Me habló de diferentes temas – me dijo muy emocionado- habló de los Estados Unidos, sobre las repúblicas centroamericanas, sobre el general Mitre, sobre el diario La Nación. Para Itaspes Castelar era gourmet de primer orden. Castelar era la más alta figura de España y su nombre estaba rodeado de la más completa gloria.

Haciendo una pausa se quedó mirando el vuelo de unas palomas blancas que pasaron rayando la ventana como si fuera el vuelo de unos ángeles y mirándome de frente me terminó diciendo- también conocí a Gaspar Núñez de Arce, quien antes de mi regreso hizo todo lo posible para que me quedara en España. Conocí me decía Itaspe muy orgulloso a don Campoamor un anciano muy animado y ocurrente. Uno de sus mejores amigos fue Juan Valera quien le dijo que le iba a presentar a una reliquia, pasada las doce como a eso de las dos de la madrugada apareció un anciano envuelto en una capa de cuerpo pequeño y encorvado que se sentó a su lado y le comenzó hablar de Norteamérica, Buenos Aires y Rio de Janeiro. Y luego cuando habló de cosas pasadas en su vida le habló de un tal pepe, -que cuando pepe estaba en Londres, un día me decía pepe, y pepe aquí y pepe allá -hasta que tuve que levantarme y -le dije a Juan Valera que quien era ese anciano y Valera me respondió que era la reliquia Miguel de los Santos Álvarez y pepe era Espronceda.

Itaspes salió a la calle con don Miguel al rayar el alba y cerca del Casino de Madrid, tuvo la intención de ir a dejar a la reliquia a su casa, pero el anciano encorvado le dijo- le agradezco mucho pero yo todavía no me acuesto, tengo que entrar al Casino donde unos amigos me aguardan, calcule los años que tengo y luego dirán que hace daño trasnochar. Me despedí muy contento de conocer a semejante hombre de tan lejanos tiempos.

Un día en el hotel que daba a la Puerta del Sol se fue a ver a don Ricardo Palma, de pronto entró un viejo que no le pareció nada desconocido por fotografías y grabados, tenía una protuberancia a un lado de la testa, tenía además  una indumentaria modesta y los ojos le relampagueaban su genialidad. Itaspe lo observó cuando habló con Palma y este se lo presentó, Itaspes se sintió muy conmovido por aquella figura. Era, don José Zorilla, ¨el que mató a don Pedro y el que salvó a don  Juan¨. Vivía en la miseria mientras sus editores se habían llenado los bolsillos con sus obras. Odiaba su afamado  Tenorio. Poco tiempo después la viuda- me decía Itaspe- tuvo que empeñar una de las coronas que ofrendaran al mayor de los liricos de España. Eso sucedió después- me decía Itaspe – después que Castelar pidió una pensión a las Cortes, pensión que no logró a pesar de la elocuencia del Crisóstomo que hablo de quien era propietario el cielo azul en donde no hay nada que comer.

Itaspes conoció además a Emilia Pardo Bazán, quien daba fiestas en ese tiempo a las delegaciones de hispano-americanos en las celebraciones colombinas. Sabidas son el talento y las verbosidades de la infatigable escritora -me decía- . En esas fiestas llegaron los Orfeones de Galicia a cantar alboradas. La escritora todavía no había sido titulada por el rey, tenía además tres hijos, un varón don Jaime, y dos mujercitas. El salón era frecuentado por gente de la nobleza, de la política y de las letras. Por esos días queridos -me decía Itaspes- vi en su casa a Maurice Barrés, que andaba documentándose para su libro Du Sang de la volupté et de la mort. Y a quien le pasó en una corrida de toros un episodio muy gracioso. @mundiario

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