Benjamin Itaspes (V)

Managua
Una imagen antigua de Managua.

Luego que el Congreso cancelara su disposición de enviar a Itaspe a estudiar a Europa, Benjamin, gracias a sus buenas amistades consigue un empleo en la Biblioteca Nacional de Managua y se enamora perdidamente. / Relato literario

La disposición del congreso de enviar a Itaspe a estudiar a Europa quedó abolida, el presidente decidió que mejor lo enviaran a estudiar a Granada, pero como Itaspe era de León  sus amigos liberales le aconsejaron que no aceptase tal disposición, porque humillaba al liberalismo y a su barrio leonés, Itaspes entonces no aceptó y decididamente renunció al favor.

Sin embargo en Managua Itaspe hizo muchas amistades con gente importante, la mayoría de ellos intelectuales de renombre que enriquecían al joven soñador. Conoció por ejemplo a un ilustre historiador guatemalteco Lorenzo Montúfar quien le tomó mucha estima, al célebre orador cubano Antonio Zambrana quien fue intelectualmente paternal con él, al doctor José Leonard Bertholet que fue su profesor  en el instituto leonés de Occidente, de origen polaco, ayudante del general Kruck y en la última insurrección había cruzado a Alemania, Francia y España, y en Madrid aprendió el español, se involucró en política, íntimo de los prohombres de la política y las letras, entre ellos ventura Ruíz de Aguilera y don Antonio de Trueba. Llegó a ser hasta redactor de la Gaceta, en fin este Bertholet tenía una vida novelesca y curiosa.

Ante tales amistades Itaspe consiguió un empleo en la fabulosa Biblioteca Nacional, en donde la pasó enriqueciéndose, y entre todo lo que leyó se encontraban las introducciones de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneira y las principales obras clásicas. De ahí que Itaspe fuera catalogado con el tiempo un conocedor de las letras castizas.

Era director de la Biblioteca Nacional un viejo poeta llamado Antonio Aragón, íntimo amigo de un gran poeta español don Fernando Velarde originario de Santander, de quien don Marcelino Menéndez y Pelayo hizo justicia en uno de sus libros. Antonio Aragón era un hombre excelente y culto conocer de los clásicos griegos y latinos. Con esta figura aprendió mucho nuestro joven vate, quien le contó unas curiosas memorias de Garibaldí quien había venido a Nicaragua, don Antonino le conoció mucho – me decía-. Estableció una fábrica de velas en el país. Habitó en León en casa de Don Rafael Salinas, se dedicaba a la caza, y frecuentemente se internaba en los montes cercanos de la ciudad y volvía con un venado al hombre un par conejos, una red de pavos monteses entre otros animales.

Itaspe me recordó como un día alguien reprendió a Garibaldí por no quitarse el sombrero al pasar frente al sacramento del altar y que le repitiera don Antonino ¿usted cree que Dios va a venir a envolverse en harina para lo metan en un saco de m…?

Cuando Itaspe vivió en Managua se hospedada en casa del licenciado Modesto Barrios y este gentil hombre lo llevaba por las noches a visitas y tertulias. Y una noche Itaspe quedó prendado de una niña que cantaba, una adolescente de ojos verdes y cabello castaño de tez acanelada, con una tenue palidez propia de las mujeres de Oriente y del trópico. Tenía el cuerpo flexible- Me relataba extasiado-  y delicadamente voluptuosa, parecía que llevaba una canasta de flores en su cabeza al caminar, alegre, risueña, llena de vida, parlera y cantaba como una diosa. Itaspe se enamoró, aquella visión fue como un rayo en el corazón del joven poeta.

Fue la época que más versos de amor escribió. Versos que desaparecieron o que aparecían en los periódicos y otros que quedaron grabados en los libros que luego escribiría. Fue una época llena de poesía, deseo y amor, fue una época dulce y  perfumada por la diva de sus ensueños. A veces iba a comer orgullosamente en casa de esa niña en compañía de escritores y hombres públicos. Y en la comida se hablaba de escritores, arte e impresiones varias e Itaspe no despejaba su mirada de aquellos ojos verdes quien era su verdadera musa. A pesar de su timidez Itaspe fue desde un principio claro, sincero y explicito con la niña en sus deseos y anhelos y cuando lograba un roce de sus manos era una toda una conquista alcanzada.

Itaspe estaba totalmente hechizado, se ponía por ejemplo a la orilla del lago a ver con ella una estrella por la tarde bajo el crepúsculo azul o sonrosado y el silencio se llenaba de maravillas e inocencia indescriptible. El beso llegó a su tiempo – me dijo entusiasmado - y luego con el tiempo llegaron los besos, los aguaceros del cantar de los cantares ¨que me bese con los labios de su boca¨, para saber lo que son aquellas tarde de amorosas tierras cálidas – decía con nuevos brios-  son como noches de angustia, se diría que falta el aire. Las flores y los árboles se esterilizan en la movilidad. La pereza y la sensualidad se unían en la vaguedad del deseo y se escucha el lejano arrullo de una paloma y una mariposa pasa volando suavemente por el jardín. Los ancianos duermen en las hamacas. Entonces en la hora tibia dos manos se juntan, las cabezas se acercan, se hablan quedamente suavecito para que nada cambie, se compenetran las voliciones, se cierran los ojos, no se quiere ni pensar ni saber si se existe, y una voluptuosidad de las mil y una noche, perfuma de esencias tropicales el deseo y el instinto.

Silencio..., Itaspe se encuentra navegando por el cielo azul de sus ilusiones…

Una de las confesiones más vergonzosas de Itaspe era la vez que sintió unos celos que lo mataban, celos purpúreo y trágico- decía él- por un amigo moribundo que supuestamente había tenido amores con su amada y que al ver  al pálido moribundo le deseo con vehemencia la hoz de la muerte.

Una tarde de abril Itaspe les dice a sus amigos- saben qué, me caso-. La carcajada homérica no sé dejó esperar. Tenía apenas catorce años, pero cuando todos miraron que la decisión estaba tomada entre todos sus amigos juntaron una plata, le arreglaron un baúl y lo pusieron en el puerto de Corinto en un vapor que lo llevaría a la república del Salvador, en donde era presidente Rafael Zaldívar, hombre culto, bienhechor para algunos, tirano para otros, quien era ahora su benefactor. Itaspe llegó al puerto de la Libertad muy ansioso y lo primero que hizo fue poner un telegrama al presidente e inmediatamente recibió una respuesta halagadora del mismo que se encontraba en una hacienda y le programaba una audiencia con él en la capital.

Al llegar a la capital el cochero le preguntó a qué hotel lo podía conducir, e Itaspe le respondió ¨al mejor¨,  era un hotel de un italiano de apellido Petrilli que Itaspe me confesó había olvidado su nombre. Era un hotel famoso por su macarroni, su moscato espumante y las bellas artistas que llegaban a cantar ópera y a recoger el pañuelo de un galante generoso, infatigable sultán presidencial. A los pocos días fue a la audiencia. Itaspe un mozo flaco, de cabello largo, pretérita indumentaria y exhaustos bolsillos se presentó ante el deslumbrante presidente. El presidente sin embargo se mostró gentil y más bien le habló de sus versos y le ofreció su protección, más cuando el presidente le preguntó qué era lo que deseaba en la vida, e Itaspe le respondió ¨ Quiero tener una buena posición social¨ ¿Qué entendería Itaspe con tener una buena posición social?. Y el presidente sonriéndole le respondió bondadosamente ¨eso depende de usted¨. @mundiario

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