Benito J. Feijoo: ilustrado gallego

Benito Jerónimo Feijoo, religioso. / RR SS.
Benito Jerónimo Feijoo, religioso. / RR SS.
Feijoo es considerado uno de los primeros ilustrados de España en general, y de Galicia en particular, a pesar de ser, junto con Fray Martín Sarmiento, un hombre dedicado a la vida religiosa.
Benito J. Feijoo: ilustrado gallego

Benito Jerónimo Feijoo nace en el año 1676 en el pazo de Casdemiro, provincia de Ourense, en el seno de una familia de hidalgos gallegos. Poco antes de cumplir los catorce años, ingresa en el monasterio de San Julián de Samos perteneciente a la Orden Benedictina. De este modo, Feijoo renunció a todos los privilegios que detentaba por su pertenencia a una familia de la nobleza, en favor de una modesta vida como fraile. No obstante, a pesar de su indiferencia hacia cualquier tipo de honor, llegó a ser nombrado “maestro general” de la Orden a la que pertenecía. La vida de Feijoo está marcada por sus dos grandes placeres, la escritura y la enseñanza, dedicándose a esta última en lugares de Galicia, León, Salamanca y Oviedo; ciudad, la capital ovetense, en la que en 1709 es nombrado catedrático de Teología, permaneciendo allí hasta su muerte en 1764.

Feijoo es considerado uno de los primeros ilustrados de España en general, y de Galicia en particular, a pesar de ser, junto con Fray Martín Sarmiento, un hombre dedicado a la vida religiosa. Tuvo una fructífera vida como escritor, teniendo la autoría de una gran cantidad de escritos en los que cabe destacar las Cartas eruditas y curiosas y el Teatro crítico universal. Estas obras gozaron de un gran éxito en el siglo XVIII, siendo vendidas y traducidas en lenguas como el inglés, el francés o portugués. De hecho, cabe destacar que nuestro autor es considerado como uno de los primeros introductores del género ensayístico en la literatura española.

A modo de muestra, en su “Astrología judiciaria y almanaques”, texto perteneciente al primer tomo del Teatro Crítico Universal, Feijoo trata el tema de la incredulidad y denuncia las predicciones llevadas a cabo por los astrólogos.

Ante la inexplicable aceptación que algunas predicciones realizadas a lo largo de la historia han suscitado, Feijoo denuncia la inconsistencia de tales prácticas. Estos pronósticos llevados a cabo por astrólogos carecen de cualquier tipo de base fidedigna. Las claves de los aciertos atribuidos a ciertas predicciones residen, afirma Feijoo, en la falta de concreción de lo pronosticado, en lo ordinario de las acciones vaticinadas y en la gran cantidad e insistencia de dichos augurios. Como muestra de ello se exponen dos ejemplos históricos.

En primer lugar, como hemos dicho, muchos de los aciertos que cometen estos judiciarios se deben meramente a la generalidad de sus agüeros, apoyándose esto en lo común de los mismos. Cualquiera podría, sin necesidad de ningún tipo de conocimiento astrológico, realizar predicciones que resultaran acertadas, siendo lo extraño que no se produjera el futuro profetizado. Pero además, dada la enorme cantidad y disparidad de predicciones realizadas continuamente, el eventual éxito de al menos algunas de ellas está garantizado. De esta forma se provoca la impresión de que, en verdad, es posible predecir el futuro a través de este arte basado en el estudio de la posición y movimiento de los astros. Un estudio que, como Feijoo pone de manifiesto, carece de las bases que permitan hablar de un conocimiento siquiera algo próximo a la certidumbre.

Las dos anécdotas históricas expuestas pretenden dar fe de lo defendido. La primera, donde se narra el acierto de los astrólogos vaticinando la muerte del emperador Claudio, es una clara muestra del éxito por la vagancia, ordinariez e insistencia de las predicciones. En el segundo ejemplo también consta el infortunio de los astrólogos, quedando su disciplina en clara evidencia de un modo bastante cómico, precisamente por el abuso de la insistencia de los augurios, en este caso tanteando la fecha de la muerte del papa Alejandro VI.

Una vez ha quedado patente la ineptitud de estos personajes para la adivinación de acontecimientos futuros, Feijoo pasa a desacreditarlos como averiguadores de los genios, costumbres e inclinaciones de los hombres, característica también asignada a estos judiciarios. Para ello se aporta un claro y rotundo problema, su incapacidad para declarar nada de los genios, costumbres e inclinaciones del humano antes de que este haya nacido. Es decir, si se basan en el movimiento de los astros para extraer sus conclusiones ¿qué importancia puede tener que el individuo ya formado se encuentre dentro o fuera del “claustro materno”? Ante esta cuestión, no enuncian nada realmente digno de mención.

Sin lugar a dudas, el espíritu ilustrado está presente en la idea que subyace a este escrito. Esto es, la lucha contra las supersticiones que carecen de cualquier cimiento racional, a partir de la cual se pretende llevar a cabo un proyecto educativo para el pueblo gallego. Dejando de lado el mayor o menor impacto que Feijoo en particular, y los ilustrados en general, tuvieron en el proceso de alfabetización tanto del pueblo gallego como del español, la consolidación del pensamiento racionalizador del que fueron abanderados está fuera de toda duda. @mundiario

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