Los argonautas, tragedia lírica de Tamayo

Tragedia lírica Los argonautas FT (1) (1)
Tragedia lírica Los argonautas.
Dice el mito griego que los argonautas fueron navegantes que, bajo la guía de Jasón, fueron en busca del vellón de Crisómalo para que aquel ocupara el trono de Yolco en Tesalia.
Los argonautas, tragedia lírica de Tamayo

He leído atenta y reflexivamente la tragedia lírica Los argonautas, dada a la luz recientemente en el libro Authencia americana, que reúne varios textos inéditos de Tamayo. Como la mayoría de los poemas del vate paceño, y como cualquier poema valorable de la literatura universal, requiere una lectura atenta y activa. Una lectura no es suficiente para criticarlo y valorarlo con un mínimo de seriedad. Hay que examinar cada verso en particular y el poema como unidad. Eso es lo que he intentado hacer, acudiendo a mi modesto bagaje cultural, para verter en esta página una apreciación justa del poema por tanto tiempo en el olvido. Espero haber cumplido al menos parcialmente el objetivo.

Primero, es curioso ver que el poema esté escrito en el reverso de las galeradas de la tragedia lírica La Prometheida (1917). Segundo, que haya sido escrito a pulso y, al parecer, de un solo tirón, en solamente 11 folios. De todo ello pueden deducirse algunas cosas, como veremos luego.

Claramente se trata de un poema inconcluso, no solamente por la cantidad de sus versos (195) —que, comparada con la de otras tragedias como Scopas (1.517) o La Prometheida (4.037), es reducidísima—, sino además por ciertas otras características como la ausencia de otros personajes que no sean el Nauta y el Coro de Sirenas (normalmente, una tragedia tiene alrededor de diez personajes). Los argonautas, en cambio, no presenta el Dramatis Personae ni el escenario de la tragedia al inicio. En el manuscrito que dejó Tamayo y en la transcripción que incorpora el libro Authencia americana, se nota que algunas estrofas carecen de comas y puntos ahí donde debería haberlos. Incluso algunos versos carecen de los metros utilizados (endecasílabos y heptasílabos). Todo eso, pues, nos lleva a colegir un par de suposiciones: 1) que el autor estaba ideando una tragedia de gran envergadura que trabajaría con más calma luego, o 2) que, en un arrebato de inspiración poética, pergeñó una tragedia que no tenía pensado escribir y que luego no tuvo interés en concluir. Pero el hecho de que haya 9 tachaduras/correcciones en el manuscrito, me hace pensar que la primera suposición es la más probable. Ahora bien, lo extraño es que al final del documento, Tamayo escribió una palabra tan ilegible que ni los transcriptores pudieron descifrar. La palabra es breve y bien podría estar en otro idioma y ser de despedida, como la que utilizó al final de los Nuevos Rubáyát: Tanam.

Ahora analicemos el poema

Dice el mito griego que los argonautas fueron navegantes que, bajo la guía de Jasón, fueron en busca del vellón de Crisómalo para que aquel ocupara el trono de Yolco en Tesalia. Sobre el mito se ha escrito mucho, y hay versiones que difieren en algunos puntos. Tamayo comienza haciendo hablar a uno de los nautas, eligiendo el endecasílabo como metro de su parlamento: Con ojos ya cansados bajo el cielo/ De escrutar triste estrellas y horizontes,/ La noche insomne estuvo tras el día/ Y el arduo día atrinca tras la noche. El nauta está exhausto, remando sin cesar.

El nauta rema y rema sin cesar, adolorido de los brazos y afligido del corazón: Lejos está la hospitalaria costa/ Del tiempo inglorio y el vivir inerte./ Cantar de remos y gemir de espumas./ Remar, remar! quiere el mar ser vencido [esta última palabra la deduzco yo, pues en la cuartilla está rota en la parte inferior derecha, pero se logran ver las primeras palabras y así la métrica encaja]/ Y el destino también…

Guarda como un dragón diurno Colkhos/ El torvo mar que aramos noche y día. En el primer verso, en la palabra “diurno”, Tamayo apela a una licencia poética (hiato) para adecuar la métrica. Por otra parte, hace referencia a la Cólquida, lugar que fue el destino de Jasón y los argonautas. Este sitio fue referido por primera vez por Esquilo y Píndaro, pero lo curioso es el morfema que utiliza el poeta (Colkhos), ya que Cólquida en griego viene de kolchis, y este posiblemente de khalkos (cobre).

Luego viene una serie de versos bellos que, haciendo uso de la historia mitológica, como en el caso de La Prometheida, hacen filosofía de la vida: Agoniza el vivir en sed de vida/ Y en la gula del ser el Ser perece./ Prodigio y monstruo, el sacro vellocino, /Realidad como el sol, es inasible,/ Más ideal que el sol, es innegable./ Dicen que habita el confín del océano (en este verso la acentuación debida del endecasílabo no se cumple)/ Y otros que late en un piélago de almas./ Jasón lo sabe pues lo sabe todo/ Y yo piloto humilde de Argos raudo/ Guardo su fe, cumplo su ley, y guio. Al ideal se lo ve inalcanzable, pero el hombre lucha sin tregua por conseguirlo. Y haciéndolo, se consume y vivifica.

Más adelante, Tamayo hace referencia a Arcturo (morfema griego), una estrella gigante distante a 36,7 años luz, la más brillante después de Cirio y Canopus, diciendo que desciende a medida que la medianoche se asoma y la paz nocturna reina.

Luego se hace presente una misteriosa “voluntad”; nadie la ve, nadie la oye, pero se intuye que es el querer de la propia barca, navegando en las olas que se asemejan a “senos de mujer desnuda”. Y se oye a lo lejos, “lejano e íntimo”, un canto con un “dulzor de voces de mujeres”. Es el Coro de las Sirenas, dividido en Estrofa, Antistrofa y Epodo.

Parlamento escrito en heptasílabos, esta parte del poema carece de puntos y comas ahí donde debiera haberlos. Formalmente hablando, Tamayo se toma algunas licencias para armonizar la métrica, cuando, v. g., usa la palabra “héroe” como una palabra llana y no como esdrújula. En el silencio unánime/ Que aumenta ola nocturna/ Oye al fin pecho humano/ El canto de la vida! Las sirenas no pueden ser ignoradas ni por lo sabios, siempre inundan con su canto todas las geografías, incluso allende el mar. Vivifican y alegran. Las músicas del aire/ Son sirenas de amor!

El Epodo comienza con una imagen sobre el cuerpo de una sirena: Como en mi cuerpo se unen/ Pez y mujer celeste,/ Yo sola sé el secreto/ De la verdad siniestra/ Y la ilusión feliz. La verdad, la realidad es descarnada, y la apariencia miente pero tiene rostro de belleza.

Los demás versos del Coro de las Sirenas son metáforas abstractas, imágenes cargadas de un simbolismo vago e imágenes que redundan en la descripción de las sirenas y su canto, cosas poco frecuentes en las tragedias líricas de Tamayo, cuyos versos, por estar tan bien trabajados y logrados, son valiosos todos y cada uno.

Y ahí concluye la tragedia Los argonautas. La pieza no tiene la potencia filosófica de Scopas ni el despliegue musical y técnico de La Prometheida, pero sí anuncia a un vate que, incluso en sus momentos menos buenos, es capaz de pergeñar versos de asombrosa calidad. @mundiario 

 

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