Antonio Franco, el periodista que nunca se rendía

Antonio Franco. / RTVE
Antonio Franco. / RTVE

Tenía un sexto sentido para la noticia, algo difícil de ver en muchos periodistas. Quiso a su periódico por encima de todo, puso el alma en él contra viento y marea.

Antonio Franco, el periodista que nunca se rendía

Hace poco me escribió Antonio Franco desde Genevrières, un pequeño pueblo de Francia al que solía acudir todos los veranos y donde tenía las raíces su mujer Milene. Me dijo que estaba en una hamaca, escuchando música de flauta de Bach, siempre me recordaba que en ese lugar “se perfiló nuestro viejo diario”. Se refería a El Periódico de Catalunya en el que él como director y yo como consejero delegado compartimos tantos buenos y duros momentos, pero sobre todo donde creció una amistad inquebrantable, fruto de la sinceridad y complicidad que nos otorgamos desde el principio.

Su gran humanidad no podía disimular cuando estaba tocado por un problema grave ni cuando irradiaba felicidad. Durante los diez años que estuvo luchando contra el cáncer fue un ejemplo para todos. Ni una sola queja, siempre un buen gesto con los amigos y una mirada de esperanza con la que nos engañó hasta el último momento en que nos ha dejado.

Franco dirigía el periódico con la libertad absoluta que le daba Antonio Asensio, incluso cuando al editor le apretaba el poder omnímodo del pujolismo catalán o el del felipismo y el aznarismo de Madrid. Había que defender la independencia del periódico por encima de las presiones políticas y económicas y eso no era fácil en momentos de debilidad financiera donde solo el apoyo creciente de los lectores podía salvar a “nuestro periódico”.

Antonio Franco tenía un sexto sentido para la noticia, algo difícil de ver en muchos periodistas, a pesar de pasar muchas horas en su despacho y rondando entre las secciones del diario. A veces yo le recriminaba que tenía que salir más a la calle, ver ese mundo que estábamos contando en el periódico y entonces me pedía un ejemplo y yo le contaba alguno como que había estado en los prolegómenos del Fórum de las Culturas de Barcelona y él me relataba con pelos y señales por qué eso no iba a funcionar y que la mastodóntica arquitectura que quedaría no se acabaría de rentabilizar. Intuición, pero también afinado olfato periodístico. Circuló la anécdota de una mala crítica que había publicado el crítico de cine en su Periódico sobre la película ‘El Club de los Poetas Muertos’ de Robin Williams y que él extrañamente había ido a ver al cine. Llamó al crítico y le dijo que no estaba de acuerdo y que se pensaría en escribir una contracrítica que quizá titularía el Club de los periodistas muertos. Sabía respetar las opiniones contrarias, pero entraba al debate con ardor. Se leía todo lo que publicaba el diario, lo cuidaba y lo mimaba hasta el punto de levantar planchas de la rotativa de madrugada para arreglar errores tipográficos. 

Vivió para el periodismo y por el periodismo. Fue su pasión junto con el Barça y el Elche C.F., que seguía cada semana. La última vez que hablamos me dijo que el club ilicitano había estado muy sólido contra los de Simeone y que el Madrid para empatar había necesitado los goles de Vinicius, “vais mal”.  Siempre se metía conmigo por ser del Madrid, conmigo y con todos, porque recuerdo que cada lunes Rubalcaba y él tenían 5 minutos de teléfono para debatir sobre la jornada liguera desde posiciones opuestas.

En los últimos tiempos, junto a Pere Rusiñol y Andreu Missé desayunábamos unos cruasanes en su casa y hablábamos de todo un poco, sobre todo de periodismo y política. Su visión seguía siendo certera y su cabeza le decía que todavía tenía muchas cosas por contar “a pesar de mi jubilación”, decía. Ignacio Escolar, director de elDiario.es le animó a escribir en nuestro periódico y así lo hizo algunas veces, pero aunque nos tenía todo el cariño y respeto, su corazón seguía latiendo por El Periódico de Catalunya y la mayoría de sus últimas crónicas residen en sus páginas. Ahora estaba preocupado porque el nuevo Periódico de España del actual editor de El Periódico de Catalunya descuide a “nuestro periódico” por la aventura egocéntrica de Madrid. 

Quiso a su periódico por encima de todo, puso el alma en él contra viento y marea. Lo defendió ante decenas de agresiones externas. Normalizó una edición en catalán sin aspavientos y aprendimos de él a contar las cosas con rigor sin ser pedantes ni aburridos. 

Se ha ido un amigo, un referente para todos los que amamos el periodismo y su recuerdo será un acicate para no dejarlo caer por los barrancos del conformismo y la desidia, para seguir elevando la calidad de la información y hacerla llegar con honestidad hasta el último rincón donde haya un lector que quiera acercarse a la verdad.

Ese fue el objetivo vital de un director de periódico que hoy al dejarnos crea un hondo vacío. Hay tanto por hacer, Antonio. Intentaremos hacerlo también por ti. @eldiarioes

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