Sobre la amenazada luz de Verbos por dentelladas, de Noelia Illán

Detalle de la cubierta del libro Verbos por dentelladas
Detalle de la cubierta del libro Verbos por dentelladas.

Uno se rejuvenece leyendo este poemario apasionado. Es la búsqueda de la vida sentida desde la verdad, con temerario hedonismo.

Sobre la amenazada luz de Verbos por dentelladas, de Noelia Illán

Acercarse a la poesía de Noelia Illán es sentirse tocado por su impronta efusiva. Los poemas de Verbos por dentelladas (Lastura, 2018), extreman ese componente de vitalismo que, sin embargo, no desdice lo sombrío. Consignan un hedonismo exacerbado, se avienen a los más encendidos paisajes de la vida, celebran los instantes en los que se resaltan las satisfacciones más precarias, aquellas que parecen atender el hondo eco de lo efímero, esas concretas detonaciones de lo implícito que se convierten en pasajes fuertemente constitutivos de la propia historia. Hay mucha juventud en estos poemas, claro que es esta una juventud rabiosa de la sospecha de su final. La que narra la poeta está siempre abocada a ese precipicio por el que se cae a través del tránsito de la nada hacia la suspensión en la supuesta madurez.

 

En la primera parte de estas Dentelladas se imponen las imágenes viajeras, que son exaltaciones de la realidad, pero también contraste con los momentos de apagamiento. Son distracciones de lo grávidamente personal que se agotan, que acaban terminándose en el resurgimiento de nuestras rutinas. Después de enumerar atendidas bellezas, se nos dice: “Pero luego, / ¿qué hay detrás de todo aquello? / ¿Comprenderemos algo al final del trecho? /Somos objetos vacíos / que alguien aguarda en una caja/ por si el futuro”. Se duda, pues, de la resistencia de la belleza ante los embates de una paulatina verdad. Pero uno se lleva también a los viajes a sí mismo, se lleva o se reencuentra allí, y, en esos nuevos escenarios, en esos marcos intensos, vive, piensa, conversa, lo que luego será un hito en su vida, tal vez un escenario difuminado, pero aún y siempre una intensa sutileza de las que renuevan el asombro ante la aguda pertinacia de la vida. Los versos actúan aquí como método de atesoramiento.

De lo que se trata es de vivir intensamente, de no despreciar los dones de la vida complicada por nuestros turbios deseos. Hay que entronizar los momentos en los que la vida no es aquello que contemplamos o nos acosa, sino en los que, en perfecta, irracional, fusión, nos vive viviéndola. Uno se rejuvenece leyendo este poemario apasionado. Es la búsqueda de la vida sentida desde la verdad, con temerario hedonismo. Es la perpetua huida de lo insustancial: “Voy de lo flexible a lo volcánico, / salvaje cuando hay gente,/ pacífica si me entreno./Evitando el punto intermedio,/ alejándome siempre de lo mediocre”.

Verbos por dentelladas es un poemario enérgico, vitalista, y a la vez transido de la melancolía que genera la bella emoción.

Pero está actitud radical, abiertamente contestataria, no se extravía lejos de una básica, ineludible y no hipócrita moralidad: “Se pierde todo: / la fe, la lógica, la cultura. / Y el sumidero parece no dejar de dar vueltas”. Y ya pocos sostienen la valía, la rigurosa pertinencia de sus existir: “Ya nadie observa. / Ya nadie mira las estatuas de Rodin. / Qué previsibles somos a veces/ y a veces cómo sobramos”. Pero en algunos sí que existe esa añorada belleza ética: “En los que dan sin esperar recibir/ y los que reciben esperando dar”.

Desde su libérrimo afán, Noelia Illán no elude algunas incursiones en el lenguaje de lo procaz. Tampoco escamotea lo erótico, como en esa candente escena que es el poema Taxi. Es el deseo de la embriaguez, la fe en la vivencia que nos implica y promueve una presencia  nuestra que resulte vehementemente inesperada. Y es la puntual necesidad de subvertir el orden de lo preestablecido y explotar en la agredida propiedad de los huérfanos instantes: “A veces sí, se necesita: / nada de amor y algo de estruendo”.

Pero en este libro no está exento lo lúdico, lo irónico, la liviandad transversal que denota una feliz magnanimidad ante los grotescos embelecos con los que a veces nos arrincona la vida. Así en esas series de poemas humorísticos que son Historia del mundo en 9 fotogramas o Historia de amor en 9 fotogramas.

Noelia Illán no tiene reparo en mostrar algunos signos de la modernidad, aún no asumidos en su novedosa acepción poética. Y aborda las emociones desde el tono coloquial, la palabra originalmente prosaica, porque sabe que está instalada ineludiblemente en lo poético. Su devenir por los versos no sabe de más límites o prohibiciones que los de no desbordar la sabia esbeltez del poema.

Verbos por dentelladas es un poemario enérgico, vitalista, y a la vez transido de la melancolía que genera la bella emoción. Muchas de las piezas de este libro acaban siendo un retrato de alguna arrasada estancia en la vida. Parecen estar haciendo recuento de las desapariciones, consignando brevemente el eco de lo sido; porque la vida urge y están por inaugurar las nuevas escenas, aún indemnes, pero que secretamente contendrán estos derrumbes y esas estelas de la más ardiente vivacidad. 

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