Amada Alicante: se me escapa el corazón de las manos

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Explanada de España (Alicante). / Ramón Palmeral.

Robinsón por Alicante son cincuenta cartas de amor a una ciudad, en el Levante de España, situada donde se cuelgan los amores poéticos de un desconsolado amante.

Amada Alicante: se me escapa el corazón de las manos

Primera carta: Aún recuerdo como si el presente se quisiera adueñar del pasado, aquel elegido día entre la suerte de la luz y el mar, en que te hallé cercana desde la autovía que pasa paralela al ferrocarril viniendo de Murcia, bordeando el ibérico azul donde los cangrejos hablan griego y latín, lágrimas de alegría de un recordar malagueño, por semejanzas: arriba el monte Benacantil como el Gibralfaro de Málaga, ambos cerros como una corona real que en la historia perviven, como remos que al mar hieren olas. El cielo con algunas nubes de limpia virginidad cabalgaban a lomos de los montes del Cabeço de D´Or, ruta de montañeros de sueños que tienen el silencio incrustado entre sus vertiginosos cortados envidia de afilados cuchillos.

Quiero declarar mi amor por ti Alicante, ramblas de leche, cabaña del sol, playas de Madrid, mar que besas los labios de las estrellas, intrépidos y silbantes céfiros, y las aladas almas de las rosas del almendro de nata de Miguel Hernández, te requiero y te recuerdo, donde en una preciosa elegía a Ramón Sijé, quiere el dolido poeta ser labrador de la tierra de tu tumba para que su alma florezcan entre las rosas de nada de los almendros en flor

Tu pelo rubio taladra mis retinas y al fondo unas montañas difusas entre el azul y los violetas indulgentes, son los cerros del Maigmó, La Carrasqueta, del Puig Campana y el cielo con ligeros algodones que el viento se lleva el óxido y níquel de la tarde. A la izquierda palmeras de brazos altos y verdes limpios, sultanas de cuello de dinosaurios con ojos de pirata; a la derecha dos brazos de hierro tendidos e indulgentes para viajeros, y el bosque de piedras como un malecón abofeteado por espumas secretas y envidiosas de ese mar que pide una atención y un requerimiento de mis ojos.

Llegué a tus brazos un mes de junio de 1990 con la cara hambrienta y el corazón lleno de truenos por un destino nuevo de dos estrellas de oficial, guía de luz mediterránea que apacientas noches en el límite de sombras vulnerables e invisibles hachazos de la emigración. Me acogiste entre tus dos pequeños senos, redondos y nutrientes, desnudez de la nada, dientes de edificios limpios bañándose en el puerto donde habitan barcos de corazones metálicos, y en la explanada cubierto de magnolias altas, flores que navegan ahogadas por el destino de unas olas de piedras transparentes, volando en círculo de besos, aduanas del fisco y vida vertebrada en velas plegadas de veleros amarrados al diente de la tierra.

Has dado porvenir a mi familia y placer espiritual a quien es tu secreto amante y tu confidente de noches que se alargaron en el dolor de sufrir esta mutilación sin perseguirla. Sí, lo sabes muy bien, eres tú, la única, relieve de dulzura: Alicante, mi nueva amante y mi consuelo del hambre adoptiva. Ahora ya lo sabes que vivo en los divanes de la angustia de este amor insobornable y puro, por ti, por amor a la tierra,  por una nueva Arcadia encontrada a la deriva de mi vida y en la singladura de los pasos perdidos del destino que es verte limpia cada día hacia el infinito azul.

Ahora, cuando me he sosegado me siento a escribirte cartas de amor, cartas reunidas en un Robinsón por Alicante, como años atrás lo hiciera mi admirado Antonio Muñoz Molina con Robinsón urbano, o con Metrópolis de Edgar Allan Poe donde el hombre convertido en masa, le horrorizaba.

Tras los jinetes años he ido olvidando la nostalgia de los montes y el mar de Málaga, por ti Alicante, celosa amante, mujer que consuela mis soledades y mis ambiciones de escritor que rellena los calendarios de los años como jóvenes enamorados que se conciertan en próximas citas para verse y arroparse entre cálidos besos y abrazos que palpan la piel desnuda y ardiente de deseo. Porque al verte, Alicante, desde mi balcón se me escapa el corazón de entre mis manos. @mundiario

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