Adam Zagajewski analiza la historia de Europa en su poemario Asimetría

Asimetria-Adam-Zagajewski-cubierta-editorial-Acantilado
Asimetría, portada./ Acantilado

Su poesía, a veces costumbrista, otra veces simbólica, es la revelación de una Europa con estigmas incurables que el escritor polaco no está dispuesto a olvidar.

Adam Zagajewski analiza la historia de Europa en su poemario Asimetría

Asimetría, publicado en Acantilado, concede la oportunidad a quien lo descubre de penetrar en las raíces culturales de la Europa más fúnebre, más trágica, pero la más determinante en la construcción política actual, donde parece que el pasado de las guerras y los genocidios ha sido una cosa propia de la ficción.

En el poemario de Zagajewski, reciente Premio Princesa de Asturias, se suscribe esa necesidad de transcender la muerte a través de la palabra. El recuerdo de la ausencia es uno de los motivos fundamentales de este libro, donde el simbolismo de los espacios se asocia al retrato de aquellas personas que se cruzaron en nuestra vida y que algo nos aportaron con su silencio, o con sus conversaciones, o con su literatura: "Cuando estaba muriendo en un hospital de Gliwice, / en el hospital de la calle Radiowa,/ donde en cierto modo había empezado la Segunda Guerra Mundial,/ yo no estaba al lado de su cama." (pág. 49)

Hay un idilio constante de Zagajewski con la  muerte que resulta tan evocador como macabro: "Cuando fue a la visita del médico ya era demasiado tarde. La calle Karmelicka no notó que se hubiera ido: los tranvías gritaban en la curva, / los castaños florecen cada año con éxtasis". (p´g. 17).

Las desapariciones y sus escenarios apocalípticos desfilan ante nuestros ojos bajo la tentadora visión bucólica de una naturaleza que inviste de dignidad al enfermo o al asesinado, quizá, de una trascendencia necesaria que fuerza a los difuntos a una clase de renacimiento más allá de su limbo: "(...) fue el mismo verano cuando en Srebrenica mataban a hombres y a muchachos;/ y allí se sucedían innumerables disparos secos/ y seguramente también un calor sofocante y polvo,/ y las cigarras estaban muertas de miedo". (pág. 14). Esto es solamente posible a través de la literatura de Zagajewski, solamente realizable desde ese tono elegiaco que convierte el tabú del crimen en una condolencia que supera los rasgos impuros de la violencia.

El desarraigo, la no pertenencia a ningún lugar, el éxodo, la confusión de culturas y sus códigos conforman otro de los motivos sustanciales del poemario, definiendo paradójicamente una Europa difusa, donde las guerras han borrado las identidades, donde la globalización ha creado, desde su desigualdad, una masa ingente de apátridas a los que solo una comunidad formada por la familia y los amigos puede salvar de su inopia y su inefable origen: "(...) pero pensé: ya soy/ demasiado viejo para ser huérfano (...)" (pág. 11).

Zagajewski indaga en la raíz del mal, de ese mal colectivo que ha obligado a que individuos dignos abandonen sus hogares y conviertan su existencia en un continuo éxodo, en un interrogante donde la respuesta es NO si la pregunta sigue siendo; ¿qué país será más benévolo con el invisible?

Comentarios