500 años de la vuelta al mundo: gran gesta de Elcano y Magallanes (VIII)

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Viaje de Magallanes y Elcano.

La expedición de Elcano da la primera vuelta al mundo. Pasan calamidades, como al atravesar el Pacífico, cuando el hambre les obliga a comer ratas cotizadas a medio ducado.

500 años de la vuelta al mundo: gran gesta de Elcano y Magallanes (VIII)

- Antonio Pigafetta.

Nació en 1480 en Vicenza, Italia, hijo de buena familia, él mismo se consideraba un patricio vicentino, era de la congregación Caballero de Rodas, estudió en su ciudad natal geografía, astronomía y cartografía.

Sus primeros trabajos los realizó como secretario de Francesco Chiericati, nuncio del papa León X en España.

De espíritu aventurero, Pigafetta conoce el proyecto de Magallanes, una expedición que busque una entrada al Pacífico desde América del Sur para llegar a las islas de las especies, las indias por el oeste, continuando el viaje que no consiguió Cristóbal Colón, llegar a las Molucas.

Antonio Pigafetta ve una oportunidad para conocer nuevas costas, nueva geografía o cartografía, cosas que él conoce. Mediante sus contactos con la nobleza, consigue en Barcelona proponer a Carlos I que le de cartas para Magallanes y solicitar poder ir en la expedición.

Magallanes necesita hombres para tan magno proyecto y embarca a Antonio Pigafetta en la nao Victoria como sobresaliente a sus órdenes, le encarga tomar nota de todo lo que le llame la atención y además ser su mediador con los indígenas. El diario oficial de abordo lo llevaba Francisco Albo.

Pigafetta siente admiración por Magallanes, sin embargo no siente lo mismo por Elcano, tanto es así que no le nombra en su diario en ningún momento. Seguramente Pigafetta tomó partido por Magallanes y los portugueses en el motín y no perdona que Juan Sebastián Elcano estuviese con los españoles.

Gracias a las anotaciones de Pigafetta hemos conocido las diversas vicisitudes de la gran expedición, veamos algunos apuntes del cartógrafo:

“La galleta que comíamos ya no era más pan sino un polvo lleno de gusanos que habían devorado toda su sustancia. Además, tenía un olor fétido insoportable porque estaba impregnada de orina de ratas. El agua que bebíamos era pútrida y hedionda. Por no morir de hambre, nos hemos visto obligados a comer los trozos de cuero que cubrían el mástil mayor a fin de que las cuerdas no se estropeen contra la madera... Muy a menudo, estábamos reducidos a alimentarnos de aserrín; y las ratas, tan repugnantes para el hombre, se habían vuelto un alimento tan buscado, que se pagaba hasta medio ducado por cada una de ellas... Y no era todo. Nuestra más grande desgracia llegó cuando nos vimos atacados por una especie de enfermedad que nos inflaba las mandíbulas hasta que nuestros dientes quedaban escondidos”

El 6 de septiembre de 1522 la nao Victoria entra en Sanlucar de Barrameda. Elcano ordena ser remolcado hasta Sevilla donde atracan el día 8 de septiembre casi tres años después de la salida. Pigafetta pensaba que era el día 7, la nave Victoria, al navegar siempre hacia el oeste, sentido de la marcha, ganó 24 horas, pero nunca supo descubrir como había ocurrido: la línea internacional del tiempo se estableció en 1884 en Greenwich, meridiano cero grados de latitud.

Los 18 supervivientes de la expedición, uno de ellos Antonio Pigafetta, han dado la vuelta al mundo. Veamos como lo relató:

“El martes bajamos todos a tierra en camisa y a pie descalzo, con un cirio en la mano, para visitar la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y la de Santa María la Antigua, como lo habíamos prometido hacer en los momentos de angustia.

De Sevilla partí para Valladolid, donde presenté a la Sacra Majestad de don Carlos, no oro ni plata, sino cosas que eran a sus ojos mucho más preciosas. Entre otros objetos, le obsequié un libro escrito de mi mano, en el cual había apuntado día por día todo lo que nos había acontecido durante el viaje. Abandoné Valladolid lo más pronto que me fue posible y me fui a Portugal para hacer relación al rey don Juan de las cosas que acababa de ver. Pasando en seguida por España fui a Francia, donde regalé algunas cosas del otro hemisferio a Madama la Regente, madre del rey muy católico Francisco I.

Regresé al fin a Italia, donde me consagré para siempre al muy excelente y muy ilustre señor Felipe Villiers de l'Isle-Adam, gran maestre de Rodas, a quien di también la relación de mi viaje”.

Antonio Pigafetta posteriormente regresó a su ciudad natal de Vicenza donde murió en 1534.

(Continuará). @mundiario

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