Los uigures, yihadismo y teocracia en China

Niño rezando en una mezquita. / Pixabay
Niño rezando en una mezquita. / Pixabay
Informaciones no contrastadas sobre el trato a los uigures, constituyen la excusa para un conflicto de Occidente con China.
Los uigures, yihadismo y teocracia en China

Los Uigures son una minoría étnica china, mayoritariamente musulmanes, sobre quienes los medios y las redes occidentales informan, en los últimos meses, con frecuencia y con virulencia: se acusa al gobierno chino, también desde algunos gobiernos occidentales, de discriminación étnica y religiosa y trato vejatorio en “campos de concentración”. Tema de gran interés, y clave del enfrentamiento de Estados Unidos y Unión Europea contra China, y que repercute -¿cómo no?- en acciones comerciales y económicas: como consecuencia, el acuerdo firmado hace un año, entre China y Unión Europea sobre inversiones, está sin ratificar por el Parlamento Europeo; o el presidente Biden convoca recientemente un foro sobre democracia al que no invita a China, y sí a Taiwan, en contra de lo pactado. Como trasfondo, el “conflicto” de los uigures.

Dado el escaso conocimiento y la desinformación que tenemos en Occidente sobre China, nos será imprescindible contextualizar este “conflicto”, aunque sea sucintamente.

Los Uigures, musulmanes chinos

Según la Asociación Musulmana de China, son 50 millones sus seguidores. La Ruta de la Seda fue vía de penetración del Islam en la China Imperial, desde el siglo VII, comerciando con China durante siglos; muchos se quedaron, de ahí que encontremos sus mezquitas por toda la geografía china; casi en su totalidad pertenecen a minorías étnicas: una de ellas, la uígur, unos 10 millones, en Xinjiang.  Ciudadanos musulmanes incrustados, sin mayor problema, en la sociedad china, con una mayoría han (93% sobre población total), durante siglos, hasta hoy.  Como musulmanes y ciudadanos chinos pertenecen a dos civilizaciones distintas y antagónicas, en general con respeto mutuo.

La Región Autónoma de Xinjiang constituye la 6ª parte del territorio chino, más de 3 veces España, con 20 millones de habitantes, de 13 etnias: los uigures y los han son mayoritarios (un 47% / 47%).  Su capital musulmana es Kashgar, con una mezquita del siglo XVI, que se llena los viernes con más de diez mil fieles, y hasta 80.000 en sus grandes fiestas.

La convivencia pacífica de los musulmanes con el resto de la población se ha roto a partir de los atentados contra las torres gemelas y el Pentágono en 2001. Desde entonces, reiterados ataques terroristas en Xinjiang y en otras regiones, incluso en Pekín, con cerca del millar de víctimas mortales, en atentados muy semejantes a los que sufrimos en Europa. 

Entre los uigures (0.7% de la población china) predominan las posiciones moderadas de respeto y convivencia, con tensiones políticas que se entrecruzan: un movimiento político separatista, con apoyo difícil de cuantificar,  con “representación” muy activa y beligerante  en Washington; y el islamismo yihadista, con apoyo minoritario y gran combatividad, incluso terrorista, sustentado desde el Turquestán asiático, Pakistan (el país donde los estadounidenses mataron a Ben Laden en una acción no bélica minuciosamente organizada), y Afganistán por su corta frontera de 72 kilómetros. Además, centenares de uigures yihadistas se entrenan, en los últimos años, en las guerras religiosas de Siria, Irak Afganistán..., o se “educan” en las madrasas de Pakistán. En 1998 se inauguró un centro uigur en Kabul, con los talibanes; y otro centro similar en Pakistán.  El Consejo de Estado chino, en 2002, alertó sobre el riesgo del terrorismo yihadista, por influencia de Al Qaeda e Isis. Desde esas fechas, y más desde 2013, se ha recrudecido la actividad terrorista yihadista, como hemos visto, en más de cien atentados.

Xinjiang en 2022, además de sus grandes desiertos, cuenta también con zonas muy amplias de cultivos, con una agricultura muy tecnificada, una potente industria agroalimentaria, una gran riqueza ganadera (la 5ª del país) y una variada riqueza minera (gas, petróleo, hierro y tierras raras: nuevos metales de aplicación en la alta tecnología). Además, la región es paso clave para la conectividad euroasiática de la Nueva Ruta de la Seda con grandes ejes de comunicación viaria y ferroviaria de China a Europa, pasando por el Turquestán asiático y Rusia, y es base de sofisticadas instalaciones del programa espacial chino.

Todo esto ha atraído una fuerte inmigración, como ocurre en muchas regiones de China, donde en los últimos 40 años la migración interior supera los 500 millones, es decir, más de un tercio de la población es migrante y, en zonas de gran desarrollo industrial como el Delta del Rio Perla, es más del 50%: algo similar ocurre en Xinjiang, antes de mayoría uigur, hoy minoría mayoritaria musulmana, junto a otra minoría mayoritaria han, de filosofía confuciana. 

Dos estrategias antiterroristas antagónicas

Que en esta sociedad china del siglo XXI irrumpa el yihadismo radical y su terrorismo es inquietante para su Gobierno, no sólo por su violencia y su disrupción de la convivencia, sino porque impone una ideología y una política antagónicas con la civilización china y con el sueño chino que se fundamenta en una sociedad organizada con leyes y autoridad propias, sin  someterse a leyes superiores de signo religioso; frente a una civilización islámica en la que la persona y la sociedad están sometidas a leyes dependientes de una autoridad religiosa o de un Dios, es decir, una “teocracia” que impone las leyes religiosas por encima de las leyes civiles.

Lógicamente, el gobierno chino, en defensa de su soberanía y sus leyes, ha elaborado una estrategia para defenderse y defender a sus ciudadanos de ese terrorismo religioso y su totalitarismo teocrático: un debate ideológico firme en defensa de la ley y la convivencias, un programa de educación en valores cívicos a través de “centros de formación”, para contrarrestar la “formación” teocrática que proviene de imanes y madrasas. No es un problema menor, aunque sea minoritario, porque el yihadismo radical quiere imponer el sometimiento a las leyes del Corán: una dictadura teocrática totalitaria, muy lejos de toda forma de democracia o meritocracia. Y lo intenta con el terrorismo, con medios poderosos, aliados muy potentes, como objetivo mundial. No es sólo una amenaza a la sociedad china: es la gran amenaza a la sociedad global del siglo XXI y a la posibilidad de entendimiento y diálogo entre los diversos pueblos y los diversos sistemas políticos. 

La estrategia antiterrorista china está siendo rechazada por Occidente por conculcar los derechos humanos. Es indiscutible que a cualquier gobierno se le debe exigir respetarlos escrupulosamente, siempre y en cualquier lugar, se llame Abu Graib, Guantánamo, cárceles secretas, Siria, Irak, Palestina, Afganistán…, o Xinjiang. Y, por tanto, es rechazable cualquier forma de conculcarlos.

La estrategia de Occidente contra el terrorismo yihadista ha sido muy distinta de la estrategia china y, frente a ella, desde China también surgen críticas muy severas: 20 años de guerras costosísimas en billones de euros, en cientos de miles de vidas, en ruinas de países enteros, que no han impedido que el yihadismo terrorista se haya extendido por todo el mundo. 

Son estrategias radicalmente distintas: ambas pretender acabar con una amenaza muy potente contra todo sistema político organizado por cualquier sociedad civil, sea democrática o meritocrática. El combate contra la teocracia yihadista es un problema central y global para el siglo XXI. Podemos seguir discutiendo y combatiendo cada una de estas estrategias, en pie de igualdad y aceptando que ninguna de ellas  se quiera imponer  como la única aceptable y “correcta”, ni con el monopolio de la defensa de todos los derechos humanos.

¿Cooperación antiterrorista entre China y Estados Unidos?

¿No sería útil, para combatir la amenaza del totalitarismo teocrático yihadista, abrir un diálogo franco entre Occidente y China sobre cómo articular ese combate con el respeto a los derechos humanos y a las leyes internacionales? ¿Un diálogo sin ningún monopolio sobre la estrategia acertada ni sobre los derechos humanos? ¿No deberíamos aunar esfuerzos desde China y Occidente, no en una guerra, sino en programas de educación y prevención antiterrorista?

Parece imprescindible que Estados Unidos, Unión Europea y China se entiendan mejor para abordar, cooperando, los grandes problemas actuales, como el terrorismo internacional yihadista y su intento de totalitarismo teocrático.@mundiario

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