Ucrania y el liderazgo global

Mapa de Ucrania. / RT
Mapa de Ucrania. / RT
Occidente ignora que China defiende las fronteras sancionadas por la ONU y rechaza, por tanto, la anexión de Crimea o el separatismo en Adjasia.
Ucrania y el liderazgo global

Situada en Europa, en el corazón de Eurasia, Ucrania parece un cruce de caminos de la nueva guerra fría o algo similar.  Dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Europea están en el conflicto, y China, otra gran potencia, en la sombra.

Están también dos grandes potencias militares, la OTAN y el arsenal militar ruso, como dos amenazas.  Las tres “grandes” potencias, China, Unión Europea y Estados Unidos, están, pero mal avenidas. 

¿Hay algún liderazgo global como posible mediador o árbitro? 

Sin liderazgo global

La ONU no está, ni se la espera, aunque debería ser árbitro, por ser la institución más multilateral y representativa de la comunidad internacional, y en cuanto organismo en el que participan todas las naciones de este mundo globalizado. Pero nació con un defecto de origen, en un momento histórico dominado por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, que se arrogaron el poder de veto a través del llamado Consejo de Seguridad. Su Asamblea General podría ser un adecuado árbitro si los miembros del Consejo de Seguridad aceptasen, siempre y sin vetos, sus resoluciones democráticas.

El G-7 no representa a la comunidad internacional, es la expresión parcial y obsoleta de la anterior guerra fría y ostenta un poder limitado y profundamente “occidentalizado”.

El G-20 quizá lo pueda ser en el futuro, por ser la institución que, hoy por hoy, más se aproxima a representar a la comunidad internacional; cabe esperar que algún día llegue a ser una institución de gobernanza global más que un foro multilateral de encuentro y de declaraciones, útiles, pero no ejecutivas. Todavía no puede ejercer liderazgo global.

En Ucrania, como en otros muchos lugares de conflicto real o larvado, se refleja dramáticamente la ausencia de un liderazgo global. Con frecuencia hacemos llamamientos a la comunidad internacional, apelamos a su autoridad o echamos de menos su voz, pero hoy la comunidad internacional, o es una entelequia, o es una excusa para arrogarnos, unos u otros, su representación o su autoridad.

Debemos reconocer que estamos absolutamente huérfanos de un liderazgo global, con autoridad suficiente y reconocida como para mediar o arbitrar en una lista de conflictos que nos enfrentan a pueblos y países; la lista es muy larga y, si tuviéramos que enumerar esos conflictos, tampoco podríamos hacerlo sin enfrentarnos, porque cada parte interpretaría el conflicto y  su posible resolución de forma opuesta.

Quizá el reconocimiento de esta realidad, de esta ausencia de liderazgo global sea para muchos un brindis al sol; para otros puede ser un primer paso para ir construyendo ese liderazgo global hoy inexistente.

Liderazgos inadecuados

En su defecto, aparecen en Ucrania dos liderazgos más militares que políticos que nos recuerdan aquella guerra fría que duró más de 40 años tras la II Guerra Mundial: Rusia con todos los países de su órbita, y Occidente con los suyos, cada bloque con su organización militar fuertemente armada. Ahora se habla de una “nueva” guerra fría, pero sólo en sentido metafórico, con algunas similitudes: hay dos bloques militares y políticos: Occidente, con dos grandes potencias como la Unión Europea y Estados Unidos, y con la OTAN como su brazo armado por un lado; y, por otro, Rusia con algunos aliados, y con su potencia militar y nuclear heredada de la URSS, como su brazo armado.

La gran diferencia es que, desde aquella guerra fría de 40 años, el mundo ha cambiado profundamente, el mundo está en una nueva era. La globalización, como conectividad global comercial, financiera, económica, política..., hasta turística, se ha consolidado, aunque con grandes deficiencias e injusticias; el colonialismo ha sido vencido, salvo irrisorias excepciones o peñones; los países han recuperado su autonomía, aún con graves dependencias por superar. Y, además, se ha fortalecido la Unión Europea, como nuevo espacio político, como nueva potencia con vocación de fortalecerse con peso en el mundo; ha irrumpido China como nueva potencia global, con su modelo político y económico propio; se han establecido nuevas formas de relaciones internacionales muy amplias y variadas; han emergido nuevas potencias medias, como la misma Rusia, Japón, India. Existen nuevas instituciones multilaterales como el G-20, los Brics, la OCS, el acuerdo Asean, China, Japón, Corea, Australia y Nueva Zelanda. Todo ello es lo que ha propiciado una nueva era en la que cualquier conflicto adquiere dimensión global. Es lo que está ocurriendo en el conflicto de Ucrania cuyo análisis pormenorizado necesitamos realizar en todas sus dimensiones y cuya solución implica a muy diversos y muy enfrentados actores, en ausencia de un liderazgo global.

Política de bloques

Se está pretendiendo encuadrarlo en bloques: Rusia y China por una parte –¿Oriente?- y Estados Unidos y Unión Europea –Occidente- por otra. El incluir a Rusia y China en un bloque parece un grave error de análisis, que distorsiona todas las consecuencias que se quieran deducir. Quizá es un error debido al atávico anticomunismo de determinadas derechas occidentales, ignorando que China y Rusia están inmersos en el sistema capitalista global, aunque con formas y matices muy distintos y distantes; ignorando que China defiende las fronteras sancionadas por la ONU y rechaza, por tanto, la anexión de Crimea o el separatismo en Adjasia. Pero coinciden ambos en que tienen una frontera común de 4.200 kilómetros, por lo que están condenados a entenderse; comparten intereses comerciales (que se han duplicado en los 8 últimos años), económicos, energéticos (con un gasoducto común de 4.000 kilómetros y un contrato de 350.000 millones de euros), intereses geoestratégicos entrelazados junto a la defensa del multilateralismo. Participan ambos en la conectividad global de la Nueva Ruta de la Seda, con conexiones viarias que van desde China, por el Turkestán y Rusia a toda Europa, o desde China a Pakistán, el Índico y el Mediterráneo. Coinciden en el rechazo de la OTAN como bloque militar, propio de otra era. Coinciden en que el conflicto de Ucrania es un conflicto de ámbito europeo en el que Estados Unidos no tiene ninguna autoridad legal ni política para intervenir, salvo que las partes le inviten, o que pretenda “mediar” por la fuerza con sus drones y misiles. Y se distancian en cuanto es un conflicto entre Rusia, que pretende imponer sus intereses de potencia media con aspiraciones imperiales, Ucrania que defiende su autonomía para elegir sus socios, y la Unión Europea, frontera con intereses comerciales, políticos y energéticos con Ucrania.

Diálogo y negociación, única salida

Rusia, por su parte, no quiere reconocer a la Unión Europea ni su peso político; preferiría discutir el conflicto con sus países miembro, uno a uno, por rebajar su peso como Unión política con instituciones propias, y por dividirla. Y la Unión Europea está impulsando todas sus capacidades diplomáticas y toda su capacidad de diálogo para impedir el choque armado y solucionar el conflicto. A China no se le está dejando ningún resquicio para apoyar y, mucho menos, para mediar, cosa que nunca haría sin ser invitada; pero no cabe ninguna duda de que China está por el diálogo y contra todo tipo de choque bélico, coherente con su geoestrategia confuciana global de buscar la armonía a través del diálogo.         

Ante la inexistencia de un liderazgo global, la vía del diálogo y la negociación es la más razonable, que debería impulsarse sin imposiciones ni prepotencias, por todos los medios y con paciencia sin límite, para impedir la locura del enfrentamiento armado.@Mundiario

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