China se hace hueco en la comunidad internacional

China, la UE y EE UU. / Dreamstime
China, la UE y EE UU. / Dreamstime
¿Se quiere frenar el crecimiento económico de China? ¿su desarrollo tecnológico? ¿Ser el principal socio comercial de más de 140 países?
China se hace hueco en la comunidad internacional

Conocemos el principio confuciano: si no estás allí donde crees que debes estar, espera a que te llamen, o hazte un hueco. En la arquitectura del poder global que Occidente construyó tras la II Guerra Mundial, no se le hizo hueco alguno a China, que era una de las potencias vencedoras en esa guerra. Durante los 75 años transcurridos desde entonces, ese “olvido” se ha corregido sólo ligeramente; por ejemplo, en el FMI, se le concedió una capacidad de voto similar a la de Bélgica; esa capacidad se triplicó hace ya varios años, pero el Senado de Estados Unidos no ha ratificado aún la decisión. El hueco que se le “deja” es pequeño. Hay muchos otros ejemplos que confirman esas dificultades.  

Otro dato muy expresivo: como China, a pesar de todo, ha emergido, la respuesta de Occidente no es irle ampliando ese “hueco”, sino la “estrategia de contención”: contener significa, realmente, frenar. Qué se quiere frenar: ¿el crecimiento económico de China?, ¿el incremento de su PIB y de su renta per cápita? ¿Su desarrollo tecnológico? ¿Ser el principal socio comercial de más de 140 países? ¿Su acuerdo de Mercado Común con los diez países del Sudeste Asiático más Japón, Corea, Nueva Zelanda y Australia? ¿El acuerdo de inversiones con la Unión Europea?

Efectivamente, China ha irrumpido en el ámbito internacional y la respuesta de Occidente es no sólo no hacerle hueco, sino intentar cerrarle el paso. ¿En nombre de la libertad de mercado?

Y China, en su estrategia confuciana de evitar, en lo posible, conflictos, de no romper la armonía, de trabajar a largo plazo, sigue su camino pragmáticamente.

Su objetivo a largo plazo, desde el multilateralismo que China vuelve a defender una y otra vez, es promover un organismo consensuado, que institucionalice la gobernanza global. Podría ser el G-20, como reiteró su presidente en Davos hace dos semanas. Pero China acepta, pragmáticamente, que ni hay consenso amplio para ello, ni esa institución está aún madura para cumplir tal papel y podrían surgir otras con esa vocación.

La estrategia pragmática, en consecuencia, es ir promoviendo acuerdos globales parciales, como los que hemos citado, y programas que vayan en esa dirección. Destaco entre ellos al programa de la Nueva Ruta de la Seda, o programa “OBOR”, Una Franja, una Ruta que aspira a ser un proyecto de conectividad global, como ninguno otro hasta ahora.

La Ruta histórica de la Seda fue, a lo largo de 16 siglos, la ruta comercial más transitada por personas y mercancías de todo el mundo, con 15.000 kilómetros de vías terrestres y unos 20.000 de vías marítimas,  a toda Asia, India, Persia, Afganistán, Bagdad, Damasco, Bizancio, a toda Europa, África Occidental, Indonesia... Podemos decir que fue una vía comercial  ”global”, desde el siglo II a.C. hasta el siglo XV, con el mayor volumen de comercio internacional.  Fue también una ruta cultural por la que transitaron durante siglos diferentes culturas, filosofías, religiones y tradiciones, como demuestra el mosaico de 56 etnias que dejaron en China.

El objetivo del actual proyecto es la conectividad total entre países y bloques, que favorezca la colaboración, la coinversión y el diálogo con todos, sin confrontación ni imposiciones, con estas características propias de la civilización confuciana:

- a largo plazo: “trabajando para las próximas generaciones”,

- haciéndose un hueco en la esfera global,

- sin hacer mucho ruido: “sé eficiente en tus objetivos, ya hablarán tus hechos”,

 - en armonía: “suma fuerzas poco a poco”.

Un proyecto para el siglo XXI, a largo plazo

Se puso en marcha en 2013, con un primer hito: en 2049 centenario de la constitución de la República Popular China, cuando Mao proclamó: “China se ha puesto en pie”.

Un proyecto para el siglo XXI, cuando la globalización, aun con todas sus deficiencias y contradicciones, es un hecho irreversible y una realidad cada día confirmada.  Un mundo globalizado que reclama estructuras globalizadas, no sólo viarias y de transporte, sino digitales y de comunicación e información, que requiere una intercomunicación cultural, comercial, de inversiones, tecnológica, científica y sanitaria (como nos está enseñando la pandemia). Un proyecto global en este mundo globalizado.

Y desde coordenadas muy diferentes a las habituales en Occidente:  que sirva para las próximas generaciones. 

No hay más que repasar la historia de los grandes proyectos en China: la Gran Muralla se construyó a lo largo de dos mil años y de 20 dinastías, el Gran Canal aún es, tras 14 siglos, el canal artificial de mayor longitud en el mundo... Y en época contemporánea los ejemplos los constituyen la Presa de las Tres Gargantas, o el proyecto de transvase de agua del Sur al Norte, con tres canales de 1.000 kilómetros cada uno: el último se inaugurará en 2050. 

Es una de las características básicas de la filosofía confuciana, que impregna toda la civilización china:  las generaciones, anteriores y posteriores -como continuidad histórica de la persona humana en sociedad- constituyen la perspectiva confuciana de este proyecto, que se adentra en todo el siglo XXI, con un primer hito en 2049

Y, en el largo plazo, incluirá un túnel bajo el estrecho de Boering, que conecte la red viaria asiática con la panamericana; otro túnel bajo el estrecho de Gibraltar que conecte la red viaria euroasiática con la africana. Sin contar con la red marítima panoceánica.

China se hace un hueco en la esfera global

Con toda la potencialidad económica, tecnológica, cultural y global que ofrece el siglo XXI, expresión de su reemergencia como potencia imprescindible. Ya fue primera potencia económica y tecnológica durante dos mil años, y ahora vuelve al concierto  internacional con la aspiración de ocupar el puesto que le corresponde, sin  imposiciones, con este proyecto abierto a todos los países: de hecho, son ya más de 140 países y 30 organizaciones internacionales los que han firmado un acuerdo de adhesión, entre ellos, varios  de la Unión Europea, con la esperanza de que la Unión Europea como tal lo firme, a pesar de las  presiones en contra de Estados Unidos y la ausencia de Japón e India, entre otros.  España, incomprensiblemente aún no ha suscrito el acuerdo de adhesión a este proyecto global.

Se va realizando sin hacer mucho ruido

“Sé eficiente en tus objetivos, ya hablarán tus hechos”.

Este proyecto ha absorbido, en siete años, seis billones de dólares, en infraestructuras iniciadas o completadas en más de 40 países. Su financiación proviene de 20 grandes bancos y fondos internacionales, que superan en activos los 15 billones de dólares.

Para la conectividad viaria, marítima y portuaria ya están iniciadas o funcionando más de 50 instalaciones y corredores: China-Asia-Rusia-Europa, con el sudeste asiático, en Latinoamérica y  África,  aprovechando  instalaciones previas-, y multitud de líneas marítimas a todos los mares. Uno de los corredores China-Europa, ya en funcionamiento, es el ferrocarril Yiwu-Madrid, la línea ferroviaria más larga del mundo, con sus 13.000 kilómetros, que ha transportado cantidad ingente de material sanitario desde el inicio de la pandemia.  

La conectividad digital está sólo iniciada con varios acuerdos parciales entre países. Su potencialidad se apoya en el desarrollo del 5G, muy ralentizado por la oposición de Estados Unidos, la informática cuántica que China está desarrollando y las potentes redes sociales chinas.

La conectividad cultural, económica, medioambiental y energética se sustenta en acuerdos bilaterales y regionales entre gobiernos, instituciones y universidades. 

La conectividad política se apoya en los acuerdos multilaterales de China, como la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), con los países del Asia Occidental más Rusia, Pakistán, e India; con los 10 países de Asia Oriental-Asean, más Japón, Corea y Australia, que ahora acaban de firmar al acuerdo comercial mayor de la historia hasta ahora. Y con el Foro China-África, que incluye a todos los países africanos

En armonía: “sumar fuerzas poco a poco”

China no aspira a ser superpotencia, ni quiere, ni le interesa suplantar a ninguna otra potencia. Aspira e invita a todos los países a participar en el proyecto y así lo va consiguiendo. 

Éstos son el significado y los objetivos de todo el proyecto OBOR o Nueva Ruta de la Seda.@mundiario

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