Biden reinventa la guerra fría frente a China, con daños al aliado francés

China y Alemania apoyando el multilateralismo:Xihua
China y Alemania apoyando el multilateralismo. / Xihua
Europa no necesita enemistarse con China, de quien es el primer socio comercial, ni tiene por qué contemplar horizontes belicistas, ajenos a los principios que la fundamentan.
Biden reinventa la guerra fría frente a China, con daños al aliado francés

Estados Unidos no ha digerido aún su derrota en Afganistán, ni parece que tiene intención de sacar conclusiones sobre ella. Por el contrario, la seguridad es la materia con la que vuelve a la carga, como si el “imperio” no supiera más que de ese tema.

El tratado Aukus que acaba de firmar con Reino Unido y con Australia (tengamos en cuenta el “pequeño matiz” de que Biden se desmarca de la OTAN actuando por libre, y de la Unión Europea, subiéndose consciente o inconscientemente al carro de la Commonwealth), versa precisamente sobre seguridad, y sobre la economía basada en la seguridad. Una obsesión reincidente del “imperio”, con la que en este momento trata de menoscabar el poder económico y comercial de China, a la vez que busca reforzar su poder en el ámbito geopolítico más relacionado con China (el indo-pacífico), e insiste en potenciar su industria armamentista.

El aliado constante que utiliza es el Reino Unido, y tratando de sumar imperio con imperio, el consumidor de su producto político-económico-bélico es Australia, tal vez la única joya no desgastada del todo de la Commonwealth. Y justo el país que se necesitaba, por ser uno de los firmantes del tratado de libre comercio mayor que existe, promovido en el seno de la ASEAN (Asociación de Países del Sudeste Asiático) y apoyado firmemente por China, con la ausencia de Estados Unidos.

Cuando la derrota de Afganistán, Biden vino a decir que pasaba página, porque había otros adversarios más importantes: y citaba explícitamente a China. Aunque el tratado firmado ahora parece tener mucho de improvisación, en un intento de reforzar un relato que bélicamente -o llámenlo si quieren más eufemísticamente hablando de “seguridad”- no tiene grandes fundamentos, porque China trabaja sus influencias más en el terreno económico, comercial y tecnológico.

El relato trata más bien de mostrar al gigante asiático como un peligro para la seguridad internacional (y especialmente en la zona índico-pacífico), retratándolo como una amenaza bélica para Taiwan, y a partir de ahí para toda la región. Algo que China no necesita, al tener garantizado por la ONU (y por las propias cartas bilaterales firmadas por los Estados Unidos) el reconocimiento de que Taiwan es una provincia autónoma de China. Y algo bastante inverosímil, visto el comportamiento no belicista de China, por mucho que sí haya manifestado con firmeza que en el caso de Taiwan no renunciaría a una guerra defensiva.

Esta connivencia de Estados Unidos-Australia no es nueva: ya en 2018 -y aduciendo también argumentos de seguridad nacional- prohibió la compra de tecnología 5G de Huawei: nada casual, porque fue cuando comenzaba la guerra de Trump contra la tecnológica china. Y para justificar este tipo de medidas, los halcones en Australia arguyen que China está invirtiendo en pequeños países y territorios próximos a Australia, con el fin de terminar dominándolos a través de la deuda, y así “cercar” a Australia. Un argumento poco consistente, que mezcla una política de influencia económica con una política belicista inexistente. Y así habla de inversiones en Fiji, Vanuatu, en la Micronesia, y de Papúa Nueva Guinea, donde intentan achacar intenciones bélicas futuras a la inversión en un puerto pesquero por parte de China.

El reciente acuerdo ha generado daños colaterales con un aliado político y comercial (miembro de la OTAN y segunda economía de la Unión Europea) como es Francia. Ya que en el acuerdo se establece que las inversiones en materia de “seguridad” para Australia se realizarán con tecnología de los Estados Unidos. Y da la casualidad de que esa medida perjudica a un contrato entre Francia y Australia de 66.000 millones de dólares, para la fabricación con tecnología francesa de submarinos nucleares para Australia.

De hecho, Macron ha llamado a consulta al embajador francés, que en lenguaje diplomático significa poner el grito en el cielo y manifestar que se siente atacado.

Un hecho que en el fondo revela en qué nivel de importancia o de respeto tiene Biden a los países de la Unión Europea a la hora de lanzar su política exterior. Un motivo más para que Europa abandone el seguidismo atlantista, deje de lado las aventuras belicistas de Estados Unidos, se haga valer como potencia y piense firmemente en promover una política internacional multilateral. Hecho que -por cierto- la situaría en el centro de gravedad del concierto político, e incluso económico, mundial. Algo como lo que ha hecho Alemania respecto a Rusia, en función de los intereses gasísticos, pero planteado como una política común y con personalidad propia.

Visto lo visto, Europa no puede seguir viviendo al dictado de los intereses estadounidenses, que con el presente tratado demuestra una vez más que están dispuestos a pasar por encima de cualquiera. Y Europa no tiene necesidad alguna de enemistarse con China: país del que es el primer socio comercial, y que -a su vez- es su segundo cliente internacional. Al margen de que no tiene por qué verse arrastrada a conflictos con con trasfondos bélicos, ajenos a todos los principios que la fundamentan. @mundiario

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