La gobernanza global hubiera mejorado la gestión de la pandemia
La Covid-19, causada por el coronavirus SARS-CoV-2, es una pandemia mundial que debiera ser abordada por un gobierno global. Ni las medidas de contención ni tampoco la estrategia de vacunación entienden de fronteras y, pese a todo, éstas han marcado la diferencia. Mientras Israel, Chile, Reino Unido o EE UU tienen a elevados porcentajes de su población vacunada, otros ni siquiera tienen acceso al medicamento y algunos, como es el caso de Europa, recibe sus dosis con más dificultades de las previstas inicialmente.
“La vacunación y equidad: los desafíos de la gestión descentralizada de la pandemia” fue el tema que ocupó una nueva conversación iberoamericana organizada por la Cátedra Iberoamericana en colaboración con la Asociación Iberoamericana de Financiación Local (AIFIL), en la que participaron Jesús Rodríguez, presidente de la Auditoría General de la Nación y exministro de economía en el gobierno de Raúl Alfonsín y Alain Cuenca, director del Instituto de Estudios Fiscales de España, moderados por Juan Pablo Jiménez de AIFIL y María Cadaval, directora de la Cátedra Iberoamericana.
La ética de la vacunación o, mejor dicho, la bioética, que tiene como cuarto principio la justicia, propugna que cualquier vacuna o tratamiento debe ser accesible a todo el mundo, sin distinción de género, de origen, de edad, de estado social o de nivel económico. Pero es evidente que este principio no se cumple, a pesar de que el Secretario General de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido como inaceptable que algunos países acumulen millones de dosis, mientras que otros países apenas han tenido acceso al fármaco.
La velocidad de la vacunación no depende del grado de centralización o descentralización
¿Por qué se vacuna de manera tan lenta? Los participantes en la conversación de la Cátedra Iberoamericana han coincidido en que la velocidad de la vacunación no depende del grado de centralización o descentralización de los países o de la toma de decisiones, sino más bien de la situación en el punto de partida y de la calidad institucional de cada uno de ellos.
EE UU invirtió a riesgo más de 18.000 millones de dólares en la investigación de tres vacunas que hoy se han convertido en 200 millones de dosis reservadas. Mientras, Europa apostó seis veces menos, con una inversión inicial de 3.700 millones de euros para cuatro fórmulas, lo que dio como resultado 55 millones de dosis en los tres primeros meses de campaña y uno de cada 10 europeos inoculados frente al 25% de estadounidenses. Pese a esta diferencia y a los errores de negociación observados, la provisión conjunta de todos los países de la UE ha sido un acierto, que no ha seguido América Latina, con graves problemas coyunturales y estructurales previos a la pandemia.
Para Alain Cuenca la experiencia española ha recorrido el abanico del federalismo: una primera etapa de lucha contra la pandemia muy centralizada, de marzo a junio, y una segunda descentralizada, desde noviembre de 2020 hasta la actualidad, pero ambas marcadas por el valor de la coordinación intergubernamental, no exentas de problemas en el momento inicial cuando el Ministerio de Sanidad trató, sin éxito, de centralizar las compras de material sanitario. Pese a todo, el balance de la gestión es positivo y esta crisis acercará un paso más a la UE a un Estado federal, todavía muy lejos de ese objetivo.
Jesús Rodríguez, por su parte, puso el acento en la causalidad inmediata entre la fortaleza de las instituciones y los resultados económicos y sociales de un país, diferencias que se observan en países como Costa Rica o Chile, donde el control de la pandemia ha funcionado y la vacunación es una realidad, frente a otros como Brasil o Argentina, en los que el descrédito de los liderazgos cooperativos y la afirmación de liderazgos individuales con alguna cuota de “necianismo” arrojan muy malos resultados siempre, pero más ahora en una situación de pandemia. @mundiario
AIFIL, la Asociación Iberoamericana de Financiación Local
La Cátedra Iberoamericana