Serie sobre el Camino Francés del Camino de Santiago a través de Galicia (II)

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Camino de Santiago.

Este periódico mantiene una sección propia del Camino de Santiago para analizar a fondo su vocación universal, tarea que comparte con especialistas internacionales, con el asesoramiento y la colaboración de la Academia Xacobea.

Serie sobre el Camino Francés del Camino de Santiago a través de Galicia (II)

Los primeros en llegar a Finisterre fueron los celtas o saefes, serpientes como se llamaban ellos. Eran un pueblo Indoeuropeo asentados en el corazón de Europa, en el nacimien­to de los ríos Rhin, Danubio y Ródano. Se pusieron en marcha siguiendo el rumbo marcado en el cielo por El Camino de las Estrellas, llegando a Galicia el año 600 antes de Jesucristo. Aquí se establecieron aportando sus tradiciones y cultura.

Los celtas no dominaron la escritura. No dejaron ningún texto escrito, pero sobre ellos nos hablan Ptolomeo, Avieno, Plinio y Strabón, entre otros, los geógrafos clásicos. Los celtas consideraban que el espíritu de los muertos partían hacia otro mundo desde Finisterre, el punto más occi­dental de Europa, considerándole un lugar sagrado, señalado por El Camino de las Estrellas, entonces empezaron a peregrinar hasta allí para ver la morada de los muertos. Tenían más de cien dioses, como ríos, montes, árboles, fuentes, colocando piedras altas en el cruce de los caminos donde les adoraban. La Iglesia Católica tomó este hecho para convertirlo en "cruceiros".

Posteriormente llegaron otros pueblos. Por mar lo hicie­ron los fenicios, asombrándose al ver entrar el sol en el océano. En Finisterre elevaron un altar para adornar al sol, "El Ara Solis". En el año 136 a.d.C. entraron los romanos en Galicia. Llegaron para buscar los minerales que había en la tierra, el oro, conquistando el mítico país descrito por los geógrafos clásicos Dión Casio y Paulo Osorio:  “donde estaba el Finiste­rre, en el que habitaba el pueblo celta, dividido en tribus, una de las cuales los Nerios, vivían en Finisterre, llamado por los romanos "Promontorium Nerium", "allí donde el sol tenía su casa".

Describían así la puesta de sol: "Cada día en el Noroeste de la península, el sol se mete en el océano, produciendo un ruido, un chirrido, como si metiésemos un hierro candente en el agua".

Muchos antiguos recorrieron el mundo para ver este fenó­meno. Los romanos establecieron allí la capital política de la zona, Dugium, actual Duyo. Llegaban de las nuevas ciudades fundadas por Augusto: Brácara (Braga en Portugal), Lucus Augusti (Lugo), Astúrica (Astorga). Y llegaban a través de las nuevas vías, las calzadas. Una de ellas era la XIX, desde Astúrica a Lucus, mandada construir por el Emperador Claudio (41-45 a.d.C), continuando después hasta Iria Flavia, la ciudad más importan­te de Galicia. Otras calzadas iban de Pamplona a Briviesca y de Briviesca a Astúricas.

(Continuará).

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