Los peregrinos entran en la catedral por “la puerta de la nueva vida”

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El botafumeiro vuela por la nave crucero.

Una vez en Santiago los peregrinos aprovechan para cumplir con algunos de los ritos de la peregrinación y  disfrutar de un paseo por las hermosas plazas y rúas de Compostela.

Los peregrinos entran en la catedral por “la puerta de la nueva vida”

Antiguamente en la Casa del Deán estaba la oficina de peregrinos, al final de la rúa del Villar a mano derecha. Una larga cola de peregrinos esperaba para pasar, muchos con su mochila y bordón y la credencial en la mano, el resto sentados en el suelo mientras va disminuyendo la cola.

El canónigo de las peregrinaciones Jaime García mostraba su afecto por los peregrinos, les sellaba la credencial, el último sello que les faltaba, les presentaba un registro para poner el nombre, lugar de origen en la peregrinación, y motivo por la que han hecho ésta, luego les da la enhorabuena entregándoles la “compostela”, firmada por él, con el nombre en latín del peregrino: es el “certificado” de haber hecho una buena peregrinación, algunos países de Europa eximían de impuestos a los que la tuviesen tres veces.

Al final de la rúa del Villar está la Plaza de Platerías, con la Fachada de Platerías de la catedral, románica, a la izquierda el lienzo oeste del claustro de la catedral, a la derecha la torre del reloj, la popular Berenguela, la torre barroca más bonita, con el reloj que marca las horas de los santiagueses.

La plaza tiene un aspecto de construcción italiana, veneciana, en el medio está “a fonte dos cabaliños de pedra”, y al sur la Casa del Cabildo, subimos por las escalinatas del siglo XVIII y vemos como la fachada de la Catedral engrandece a la vista, a la izquierda el rey David tañe el ravel, tiene las piernas cruzadas en forma de tijera, y su barba luce recortada. Un poco antes de las doce del mediodía, los peregrinos entran en la catedral, entran por “la puerta de la nueva vida”, dejan atrás el rencor, es el inicio al “nuevo camino”.

El órgano de la catedral resuena fuertemente con el "Himno al Apóstol” (…Santo adalid, patrón de las Españas, amigo del Señor, defiende a tus discípulos queridos, protege a tu nación.....), los peregrinos se colocan en los bancos, dejan al lado mochila y bordón que llenan la iglesia, es la  “Misa del peregrino”.

Concelebraban la misa el canónigo don Jaime y seis sacerdotes  que han llegado acompañando a otros tantos grupos de peregrinos de diversos países, uno es alemán otro italiano, un seglar francés y otro holandés dicen en sus idiomas una pequeña homilía, y el canónigo recuerda la procedencia de los diversos grupos de peregrinos llegados ese día.

Los peregrinos están alegres por haber alcanzado la meta ansiada, la puerta de la nueva vida, el Año Santo para él, es un año de renovación, dejando lo malo en el camino,  deseando lo bueno, y buscando la transformación al cruzar la puerta. Al finalizar la misa del peregrino, el órgano vuelve a resonar más alegre que nunca, va a actuar el gran incensario, O Botafumeiro, que purificaba el ambiente de  la catedral, por el olor dejado por los peregrinos durante la Edad Media, época durante la cual  pasaban la noche en la parte alta de la catedral.

El Botafumeiro vuela por la nave crucero, pareciendo a cada momento que va a estrellarse contra la alta bóveda, pero no, vuelve a bajar, extiende una larga estela de humo aromático por la iglesia, mientras se aspira el olor a incienso y el órgano toca.

La liturgia ha terminado, los peregrinos se acercan al altar mayor (barroco, muy recargado al gusto de la época, concepción exuberante que oculta la construcción románica) con el Apóstol representado en tres formas: sentado, la estatua del abrazo; encima Santiago peregrino rodeado de los reyes Alfonso II (primer rey que vino a ver el sepulcro), Ramiro I, Fernando el Católico y Felipe IV y en lo más alto el Apóstol a caballo. @mundiario

(Continuará)

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