La necesidad de relanzar el Xacobeo se mezcla con la opción de prolongar el Año Santo

Catedral de Santiago de Compostela. / M. V. T.
Catedral de Santiago de Compostela. / M. V. T.
En realidad una cosa es el Año Santo, una celebración religiosa, y otra el Xacobeo, que es algo relativamente reciente con un componente turístico. Lograr que el Xacobeo sea un éxito y contribuya a afianzar la reconstrucción económica de Galicia es responsabilidad de los dirigentes políticos
La necesidad de relanzar el Xacobeo se mezcla con la opción de prolongar el Año Santo

Unos cuantos siglos antes de que, allá por 1990, en una taberna a un tiro de piedra de la Catedral, a Portomeñe se le ocurriera la idea del Xacobeo ya existía el Año Santo Jacobeo y cientos de miles, tal vez millones, de peregrinos se habían postrado ante el Apóstol después de recorrer alguno de los caminos de Santiago. Y muchos otros, movidos por su sólida fe cristiana o el amor a las tradiciones, seguían acudiendo a Compostela a "ganar el jubileo" cada vez que el 25 de julio caía en domingo. Seguramente así seguiría siendo aunque la Xunta no hubiera inventado un tinglado orientado, además de a revitalizar la tradición jacobea, a la promoción de un turismo de masas, que, eso sí, en poco tiempo logró situar a Galicia entre los destinos españoles preferidos de los turistas nacionales y de medio mundo. Aquella ocurrencia, que Fraga hizo suya y engrandeció, fue un acierto porque en aquel momento el Xacobeo sirvió también para contrapesar el tirón de los Juegos Olímpicos de Barcelona, la Expo de Sevilla o la capitalidad cultural de Madrid.

Pero una cosa es el Año Santo y otra el Xacobeo. Se complementan, sí, pero no son lo mismo. El Xacobeo es algo relativamente reciente. Nació hace menos de treinta años, con la intención de aprovechar el Año Jubilar para revitalizar las rutas de peregrinación pero, sobre todo, para atraer a Galicia y a su capital a cuantos más visitantes mejor, ofreciéndoles un programa festivo y cultural de primer nivel, costeado con generosos fondos públicos y patrocinios privados. Del éxito promocional del Camino da fe que, hasta que estalló la pandemia, de año en año el volumen de peregrinos no dejó de batir récords. Sin embargo, la masificación y la mercantización de las rutas jacobeas era hasta ayer serio motivo de preocupación para quienes se esfuerzan por mantener el auténtico sentido de la peregrinación como experiencia espiritual, los mismos que nos advierten de que la desnaturalización es la principal amenaza para su supervivencia.

Andan las autoridades civiles, Xunta y Concello de Santiago, empeñadas en conseguir que el Papa Francisco prolongue el venidero Año Santo por unos meses más, hasta bien entrado el 2022, para así rentabilizar al máximo el Xacobeo. El presidente de la Xunta recurre incluso a la ayuda del Rey para convencer a las autoridades eclesiásticas de que deben asumir la situación de excepcionalidad que vive la humanidad entera y actuar en consecuencia. El arzobispo Julián Barrio no logra sacudirse la presión a la que los poderes terrenales lo someten, tan intensa como profundo es el desconocimiento de quienes la ejercen en cuanto al funcionamiento interno de la Iglesia, sus motivaciones, sus procedimientos, sus tiempos. Una dinámica que intenta sustraerse al mundanal ruido y que no obedece a intereses materiales, por muy justos que nos parezcan.

Que recen, y que confíen en la providencia, debe pensar monseñor Barrio, cuya principal preocupación a día de hoy, dadas las circunstancias, no pueden ser los fastos jacobeos, ni siquiera una posible visita del Papa a Compostela, sino garantizar la adecuada atención material y espiritual a los peregrinos y a los fieles que, una vez abierta la Puerta Santa, el 31 de diciembre, y desafiando el riesgo de la pandemia, acudan a ganar el jubileo y obtener las indulgencias plenarias. Esa su prioridad como pastor de la iglesia compostelana, salvar almas. Lograr que el Xacobeo sea un éxito y contribuya a afianzar la reconstrucción económica de Galicia es responsabilidad de los dirigentes políticos. Y bien está que pidan ayuda al Apóstol. Pero  a Dios lo que es de Dios y el César... a lo suyo. @mundiario

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