El Xacobeo está de cumpleaños

Víctor Vázquez Portomeñe. / TVG
Víctor Vázquez Portomeñe. / TVG

Se cumplen veinticinco años del primer Xacobeo, el de 1993, el que marcó un antes y un después en la reciente historia del Camino de Santiago.

El Xacobeo está de cumpleaños

Ha pasado un cuarto de siglo y parece que fue ayer. Se cumplen veinticinco años del primer Xacobeo, el de 1993, el que marcó un antes y un después en la reciente historia del Camino de Santiago. Para bien y para mal, según se mire, el fenómeno jacobeo no sería lo que hoy es de no ser por aquella iniciativa que, aprovechando la celebración del Año Jubilar Compostelano, creó una marca, un logo y una mascota sobre los que sustentar una gran campaña promocional, capaz de atraer a Galicia y a su capital un volumen de peregrinos, visitantes y turistas que desde entonces no deja de crecer.

Fraga acababa de desembarcar en San Caetano. En 1991, mientras Barcelona preparaba sus juegos olímpicos y Sevilla la Expo, la Xunta asume la necesidad de poner en marcha algún plan de dinamización socioeconómica de Galicia frente a una crisis cíclica que ya estaba dando señales preocupantes y que se vería inevitablemente agravada por la resaca de esos grandes fastos. El inminente Año Santo sirvió de excusa para la activación del Plan Xacobeo, creado por el equipo del conselleiro Víctor Vázquez Portomeñe, con una dotación millonaria para promover la revitalización de los caminos de peregrinación y programar actividades científicas, culturales, lúdicas y hasta deportivas de primer nivel, con las que poner a la comunidad gallega en el mapa, incluso a nivel internacional.

El gobierno gallego contó con el respaldo de la Administración central, presidida por el socialista Felipe González, e incluso del rey Juan Carlos, que implicó a la Corona en la creación de varios organismos de cooperación institucional, en los que también fue fundamental el impulso del entonces alcalde compostelano Xerardo Estévez, en perfecta sintonía personal con Fraga y Portomeñe, pese a las diferencias ideológicas. Aquello fue lo que se dice un proyecto de Estado en toda regla. La iniciativa privada hizo su modesta contribución al éxito sin paliativos de una serie de eventos que permitieron a Galicia ser una de las pocas comunidades autónomas en las que creció el PIB en un año de recesión general como fue 1993.

Las estimaciones más optimistas hablan de que en aquel año pasaron por Santiago cinco millones de personas, entre peregrinos –los menos– y turistas, procedentes de casi toda España y de media Europa. Tal vez no fueran tantas, pero hubo días de saturación humana en la “almendra” compostelana. Se hicieron oír voces críticas desde el ámbito político, disconformes con algunas de las actividades programadas bajo el manto del Xacobeo, y de determinados colectivos de amigos del Camino de Santiago, que lamentaron su repentina masificación y el carácter agresivo de ciertas intervenciones en alguna de las rutas. También hubo quejas desde algunas de las zonas del país que se sintieron discriminadas. La Iglesia, por su parte, mostró su preocupación por la dimensión religiosa y espiritual de la peregrinación, que a su entender, quedó totalmente oscurecida por el brillo de la “fiesta jolgorio”.

El gobierno gallego se ha puesto manos a la obra para organizar el próximo Xacobeo, el de 2021, el primero después de la gran crisis económica y el quinto desde su nacimiento

El gobierno gallego se ha puesto manos a la obra para organizar el próximo Xacobeo, el de 2021, el primero después de la gran crisis económica y el quinto desde su nacimiento, en los años noventa del pasado siglo. Los expertos creen que de aquí a entonces el número de peregrinos seguirá creciendo imparablemente, poniendo a prueba la capacidad de las rutas jacobeas para canalizar los aluviones humanos, y de Compostela para recibirlos y atenderlos, sin que el fenómeno de las peregrinaciones (y del propio Año Santo) pierda su auténtico sentido.

Nadie contempla la posibilidad de que la burbuja jacobea se pinche. Sin embargo, hay un consenso general en que se precisa una estrategia para distinguir al verdadero peregrino, el que camina por alguna motivación interior, del mero turista, del viajero, del curioso que se siente atraído por un destino “de moda”. Nada de segregarlos en función de la riqueza que aportan. Los dos han de ser bienvenidos y tratados como se merecen, porque ambos son, o pueden ser, cada uno en su ámbito, excelentes prescriptores de un destino único llamado Galicia. @mundiario

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