Viaje a Sona, una de las 1.408 aldeas abandonadas de Galicia

A paisaxe das aldeas quédase sen a compoñente humana
La aldea de Sona, este mes de julio, con su gran piedra central. Foto: Q. A.
Al parecer, unos alemanes quedaron fascinados cuando conocieron la aldea de Sona y quisieron comprarla. La cosa aún no se ha materializado, cuenta el periodista y escritor Quique Alvarellos.
Viaje a Sona, una de las 1.408 aldeas abandonadas de Galicia

Cada año regreso, al menos por un día, a Sona, una de las 1.408 aldeas abandonadas de Galicia. Asciendo por la Ruta dos Arrieiros, aquella senda por donde se transportaba el preciado vino desde los monasterios del Císter hasta Santiago de Compostela. Estoy en la comarca ourensana de O Carballiño, en la parroquia de Partovia. Es media tarde y el sol cae en barrena. A unos 600 metros del lugar de Porto d’Eguas alcanzo la cima, llego a Sona.

Hace muchos años que aquí no vive un alma. Aunque en el Censo del INE de 2009 aparecía una población de “1 habitante: 1 Hombres y 0 Mujeres”. Pero ese habitante ya no vivía por entonces aquí. Tiene nombre, quizás premonitorio. Lo recuerdan bien los vecinos. Se llamaba Herodes. Fue el último humano de Sona. Cuentan  las crónicas de los alrededores que la soledad había abocado a Herodes a la bebida, y la bebida fue minando su salud hasta el fin. Murió hace años. Vivir uno solo en una aldea da para un tratado de la soledad, o para volver a inventar la soledad, como en esa novela magistral de Paul Auster donde construye el “retrato de un home invisible”, que bien podría ser este Herodes.

Yo estoy  ahora aquí, solo, oteando el valle del río Barón a mi derecha y viendo las casas mudas en pie a la izquierda. Completas y vencidas. Con esas paredes que han mimetizado de tal manera el paisaje granítico que muchas veces lo han convertido en parte de su propia estructura.

“La aldea abandonada somos nosotros”, afirma es escritor Manuel Rivas en su nueva sección mensual de la revista Tempos Novos. Fue una locura. La huida en masa a las ciudades. Esa acampada en urbanizaciones miméticas y todo el abandono dejado atrás. Y ahora, en 1.408 aldeas no vive absolutamente nadie. Y son un 32% más que hace sólo una década.

Un equipo de la facultad de Físicas de la Universidade de Santiago, dirigido por Ángeles López Agüera, ha puesto en marcha una idea posible, un proyecto para recuperar estos lugares y convertirlos en “comunidades energéticamente sostenibles”. Son una oportunidad para muchos jóvenes que dejaron sus aldeas y ahora están en paro, dicen. Y no tienen por qué dedicarse necesariamente a la agricultura. Ojalá esto sea el inicio de algo bueno…

Al parecer, unos alemanes quedaron fascinados cuando conocieron la aldea de Sona y quisieron comprarla. La cosa aún no se ha materializado. Empieza a haber mucho extranjero con interés en este mercado. Varias páginas web promueven todo lo que nosotros hemos ido abandonando, toda esta construcción única en lugares privilegiados.

Yo busco ahora una sombra debajo de las viejas vides olvidadas de Sona, y aquí me detengo, sin prisa, en la tarde.

— Herodes, pásame un trago y siéntate aquí conmigo mirando al valle, venga!

Comentarios