¿Aprovechó Feijóo su mayoría parlamentaria para intentar el escarnio del adversario?

Reproducción parcial de la primera página del diario 'El País' de este 31 de marzo de 2013.
Reproducción parcial de la primera página del diario 'El País' de este 31 de marzo de 2013.
Probablemente quien puso en circulación esas dichosas fotos ni siquiera conocía el alcance que podrían tener. Y sin embargo, con aquel “quieren amedrentarme” Feijóo revelaba que tenían trascendencia.
¿Aprovechó Feijóo su mayoría parlamentaria para intentar el escarnio del adversario?

Cuando un gobernante aprovecha su mayoría parlamentaria para intentar el escarnio del adversario es porque le falta seguridad. La intervención de Alberto Núñez Feijóo el día 24 de abril en el Parlamento de Galicia –que provocó una reacción contundente de Xosé Manuel Beiras- no creo que le haga sentir orgulloso. Y si lo está, sería de esperar que si tiene buenos asesores, o alguien que le quiera bien (figuras que no suelen coincidir con quienes te jalean) le hicieran ver que por ese camino se termina llegando al terreno de la indignidad.

Desde el primer momento, el tema de sus relaciones con un condenado y aún procesado por narcotráfico y otros delitos, ha puesto al presidente de la Xunta de Galicia en una situación de alarma que solo él sabrá identificar en sus justos términos. Fue muy significativo que en su primera y nerviosa comparecencia ante la prensa sobre el tema, Núñez Feijóo destacara que el manejo de las fotos comprometedoras venía de alguien que quería amedrentarle. Chocante que él hiciera alusión al miedo. ¿A qué podría tener miedo por un “pecado de juventud inexperta”, que es la versión que ha intentado mostrarnos de aquella amistad aparentemente difusa? Por cierto, juventud relativa, que no le impedía ostentar una alta responsabilidad de gestión pública.

Feijóo, en sus distintas manifestaciones públicas ha verbalizado demasiado sobre todo aquel asunto. Y a la vez ha jugado a la ambigüedad de una memoria aparentemente demasiado frágil: no es precisamente la ingenua juventud el momento más vinculado al Alzheimer… Y uno tiene la impresión de que, en efecto, ese exceso verbal y ese juego ambiguo tiene mucho que ver con el miedo que él barruntaba que querían infligirle.

Núñez Feijóo ha ofrecido tanta gama de versiones, que él mismo ha incurrido en contradicción. Por ejemplo, si tan poca importancia tenía su relación con Marcial Dorado y con Manuel Cruz, si fue algo puramente casual, ¿por qué consideró con Manuel Fraga el asunto al ser nombrado conselleiro, según él mismo ha señalado? ¿Esa consideración, en su momento, era también fruto del miedo? ¿Miedo a qué?

Su papel en el Parlamento, con ese intento de valerse del escarnio, amparado en el refugio de su mayoría, contra un adversario que ni siquiera le estaba preguntando, no fue decente. Dicho sea con todo el respeto que merece un presidente de la Xunta de Galicia. Y uno pierde fácilmente los límites de la decencia, precisamente a partir de situaciones incontrolables, como la del miedo, por ejemplo. No quiero recordar toda la abundante colección de metáforas que se utiliza para expresar precisamente las consecuencias del miedo sobre la pérdida de la decencia.

Probablemente quien puso en circulación esas dichosas fotos ni siquiera conocía el alcance que podrían llegar a tener. Y sin embargo, con aquel “quieren amedrentarme” Núñez Feijóo revelaba que tenían mucha más trascendencia de la que confesaba y confiesa. De hecho, no sé si ese miedo puede ir incluso más allá de los posibles contratos que Sanidad firmara con el entramado de empresas del narco amigo: contratos que tanto se resiste a poner sobre la mesa. ¿Puede llegar más allá el miedo? ¿Puede condicionarle también –si es que es cierto- el pasado integrista violento de su difunto amigo Manuel Cruz, que desvelaba en el Parlamento Yolanda Díaz?

Los temores de Feijóo quedarán posiblemente ocultos en el fondo de su conciencia. Nos pueden quedar nuestras dudas, pero respetaremos esa conciencia. Pero lo que sí tenemos derecho a pedirle es que evite esas reacciones que crispan la vida democrática. Y en sus obligaciones está precisamente la de evitar la crispación. Por mucho miedo que tenga.

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