Algo huele a podrido en La Moncloa y en el clan Pujol tras la aplicación del 155

Carles Puigdemont y Mariano Rajoy. / TV
Carles Puigdemont y Mariano Rajoy. / TV

Todo huele a pacto entre La Moncloa y el Parlament porque hay demasiadas preguntas sin resolver tras la aplicación del 155, demasiado acatamiento, demasiado silencio ante la Gürtel y demasiado Puigdemont.

Algo huele a podrido en La Moncloa y en el clan Pujol tras la aplicación del 155

Me cuenta un amigo que las revoluciones son agotadoras y que, tras las huelgas, las manifestaciones multitudinarias, los escraches, las sentadas y demás aglomeraciones, el rebelde siente que no puede mantener una vigilancia anfetamínica constante.

Quizá tiene razón y esta calma tensa que, tras la aplicación del 155, se prodiga en Cataluña obedezca a una resaca fulminante en la que nihilismo y frustración conviven en perpleja armonía.

Hay un runrún por las redes que me tiene más mosqueado que un gato en un fábrica de sifones. Psicofonías de periodistas ultraconservadores aparecen en mis grupos de Wassap aludiendo a un pacto entre PP y Puigdemont que certifica que el Brexit catalán no es más que una cortina de humo para tapar la mierda de las corruptelas internas que han nutrido al partido del Gobierno y a Convergencia.

No tengo pruebas. No tengo fundamentos. No tengo ni la más remota idea de dónde huevos se ampara esta rumorología que me ha gastado en dos días todos los megas de mi móvil.

Hay algo exasperante en este procés y en la convocatoria de elecciones del 21-D. Una CUP anestesiada, los Jordis en la cárcel, Santi Vila abanderando un nacionalismo que promete no saltarse el constitucionalismo por el momento, un funcionariado obediente, unos mossos que han convertido el amotinamiento en pecado capital y un Puigdemont, que me recuerda más a Guardiola tras un partido en la Liga de Campeones que al mesías de Waco que era como lo veía yo cuando se subía a la tribuna del Parlament.

Todo suena a demasiado orquestado, todo suena a demasiado sencillo y previsible, como si el 155 hubiera sido algo parecido a tener la Estrella de la Muerte sobre La Sagrada Familia.

Algo huele a podrido en todo esto y, si no fuera por el capital económico y social que ha arrasado, diría que hay algo de razón en las psicofonías de mi Whatsaap, en esa terrible sospecha de que Puigdemont y Rajoy han decidido convertir el procés en una nueva esperanza para mantenerse en las instituciones, pese al demostrado latrocinio en Madrid y en Cataluña.

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