Rizando el rizo

Por qué “animal” no es un insulto

Relación humano-animal. / Autor.
Relación humano-animal. / Autor.
Es decir, la relación con el mundo animal ha estado regulada culturalmente de acuerdo con los usos y vínculos afectivos que los animales han representado para cada grupo social.
Por qué “animal” no es un insulto

La compasión por los animales está íntimamente asociada con la bondad del carácter y puede ser afirmado que el que es cruel con los animales no puede ser un buen hombre.

Arthur Schopenhauer

A Paola, Amaya, Iñaki y Adán conocedores.

La convivencia con los animales surgió cuando aprendimos a vivir como seres sociales, es decir que los animales siempre han estado con nosotros. Desde las actividades fundamentales de consumo, como la ganadería o la cría de aves, hasta el surgimiento de los vínculos afectivos con los animales de compañía, pasando por el pastoreo, las carreras de caballos o el entrenamiento para búsqueda y rescate; nuestra relación con los animales es cotidiana y merece ser considerada como una característica de nuestras sociedades.

Las relaciones con el mundo animal iniciaron en los albores de la evolución humana como parte de nuestra integración a las cadenas tróficas: el ser humano se integró como depredador, y en este sentido, como consumidor de animales; pero también como presa. Este hecho es tan importante para la evolución de los homínidos que no debería ser ignorado, pues ante la carencia de una fuerza física o velocidad que estuviera a la par de la de los grandes depredadores, el desarrollo del intelecto en la resolución de problemas y el fortalecimiento de las relaciones sociales nos permitieron salir adelante en un entorno agreste y peligroso.

La ganadería fue un paso esencial, puesto que, gracias a la cría de especies domésticas, el acceso a una alimentación basada en la proteína animal se facilitó, cambiando los ambientes de caza por pastoreo e interviniendo en el desarrollo de las especies gracias a la selección de los ejemplares que mostraban las características más deseables para su reproducción. La relación permitió que los animales estuvieran a disposición del ser humano y que contaran con alimento y protección de otros depredadores, y permitió fabricar diferentes tipos de manufacturas y subproductos.

Los animales también han contado con un valor simbólico. Los vestigios más antiguos de la humanidad han estado acompañados de motivos artísticos relacionados con el mundo animal, mismos que tuvieron un valor representativo como lo demuestran las pinturas rupestres en todo el mundo. Las respuestas de antropólogos no se definen entre si las representaciones animales eran vistas como deidades—y en ese sentido si contaban con un espectro religioso—o si simplemente reflejaban escenas de la vida cotidiana donde la convivencia con el entorno justificaba que se manifestaran en el universo discursivo y onírico.

En cualquiera de los dos casos, es indiscutible la importancia del mundo animal para el desarrollo de la conciencia humana y cultural. Si en la prehistoria es difícil decidir la carga religiosa a falta de escritura y exceso de interpretación; al menos contamos con algunas certezas en culturas mucho más recientes como la egipcia o algunas mesoamericanas como la mexica o la maya. La incorporación de los perros en los ritos funerarios mesoamericanos, por ejemplo, refleja el valor que tenían para la vida posterior a la muerte. Al mismo tiempo, numerosas deidades en todo el mundo evocan animales reales e imaginarios en la construcción de sus universos simbólicos.

En cuanto a la división entre animales comestibles y de compañía, aunque hoy resulta muy clara sobre todo en Occidente, también tiene una raíz cultural. La cría de grandes mamíferos para el consumo es antiquísima, pero esto no significa que los seres humanos no desarrollaran vínculos afectivos con tales animales, como ocurre a menudo en los entornos rurales donde la crianza para el consumo representa solo una parte de las actividades cotidianas. Se tiene la creencia de que el perro siempre ha sido “el mejor amigo del hombre”, es decir, que siempre se le ha visto como animal de compañía, pero las culturas que lo han consumido y aún consumen como alimento en el mundo son bastantes.

El consumo de insectos y artrópodos terrestres que tiene tintes desagradables o exóticos en Occidente fue y sigue siendo la base alimentaria de numerosas culturas en el mundo, en la medida en que el ser humano ha aprendido a sobrevivir tomando aquello que el entorno ofrece de manera abundante y asequible. Consumir arañas, alacranes, gusanos o caracoles podría parecer una experiencia gourmet, pero en algunas zonas de Asia es el pan de cada día, ayuda a lidiar con las crisis alimentarias y aporta proteínas de alto valor.

Los dueños del internet, es decir los gatos o “michis” como se les ha apodado en el mundo digital, aunque son sumamente valorados hoy en día como animales de compañía, incluso a pesar de su temperamento narcisista y destructivo que contrasta con sus miradas tiernas y cuerpos suaves; sufrieron de numerosas persecuciones a lo largo de la historia. El estigma que pesa sobre los felinos negros “por dar mala suerte” o “acompañar a las brujas”, se le asignaba en realidad a los felinos de cualquier color. En la Edad Media era común dotarlos de propiedades sobrenaturales o demoniacas, e incluso Robert Darnton narra el episodio de una matanza de gatos masiva en Francia durante el siglo XVIII.

Es decir, la relación con el mundo animal ha estado regulada culturalmente de acuerdo con los usos y vínculos afectivos que los animales han representado para cada grupo social. Esta relación dista de ser perfecta, y en muchos casos es precisamente por la irresponsabilidad humana. El tráfico de animales “exóticos”, así como la destrucción de los hábitats naturales son problemas bien conocidos, pero hay que agregar que al arrasar con los ecosistemas los seres humanos tienen que convivir desde el respeto con los animales que han habitado en ellas ancestralmente. Un caso curioso en el del sur de la ciudad es el de los cacomixtles, a quienes es común ver por las noches en basureros, estacionamientos y techos e incluso se les ha considerado una plaga, sin considerar que son ellos quienes han sido invadidos.

Al mismo tiempo, los animales de compañía legales implican una responsabilidad para las personas que cuidan de ellos, y deben ser respetados como seres sintientes que tienen necesidades que deben ser satisfechas. Recientemente las leyes sobre el maltrato animal se han fortalecido, de tal suerte que los circos que utilizan animales están prohibidos en México y diversas partes del mundo, hay sendos debates en torno a la tauromaquia y se han implementado penas para quien lastime a un animal o lo trate de manera irresponsable tanto en privado como en la vía pública. Además, es un tema importante la relación de la ganadería con el efecto invernadero y, si bien, es poco creíble que la mayor parte de la población se vuelva vegana, eso no implica que no sea posible consumir de manera sustentable y tratar dignamente a los animales de consumo.

Los animales forman parte de nuestra vida cotidiana como sociedad, la relación que mantenemos con ellos debe ser respetuosa y consciente. Según los etólogos, los animales de compañía no deben ser humanizados, sino tratados dignamente respetando su naturaleza con la intención de que vivan plenamente, no están para satisfacer nuestras carencias afectivas, sino que tienen una vida propia y merecen cariño y cuidado. No olvidemos que animales y humanos compartimos este pequeño, finito y prometedor mundo.

Manchamanteles

Los caminos del arte para narrar lo inenarrable son insuficientes. Los estudiosos de la semiótica se han referido constantemente a la carencia de un lenguaje universal capaz de dar cuenta de la experiencia humana, sirviéndose de la metafórica “Torre de Babel”, con cuya caída surgieron las lenguas y el conocimiento se fragmentó en un mosaico de experiencias a las que nadie podría tener acceso completo. Así como la inefabilidad se hace presente en los campos de concentración, también lo hace en el problema del mal, como lo demostró Hannah Arendt, si no es posible narrar el dolor de las víctimas y tan sólo podemos tener resquicios de su experiencia, tampoco es fácil entender a la contraparte, no es posible comprender la banalidad del mal con tan solo palabras. La destrucción y la guerra, el dolor y la euforia, emociones y sensaciones, lo inconsciente, hay material que se resiste a ser narrado. La experiencia mística que muchos comparan con el éxtasis de las drogas o de la locura, ofrece claves de interpretación mediante las representaciones narrativas, pero siempre tendremos que completar lo narrado con la imaginación y la empatía, porque incluso viviendo las mismas circunstancias, la experiencia está condenada a ser subjetiva.

Narciso el obsceno

No es maltrato, es arte, repetía para su audiencia mientras la vida se le iba de los ojos al animal y él posaba para la foto. @mundiario

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