La política circular

Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda. / Mundiario
Si ya nadie duda de que el futuro está en la economía circular, lo que también hay que tener claro es que la política circular, el más de lo mismo y el ensimismamiento, no conducen a ninguna parte.

No hay apenas renovación en la política gallega. No entra savia nueva. El relevo de Feijóo por Rueda al frente de la Xunta y del PPdeG evidencia una preocupante endogamia, en la que funcionan el escalafón y una cierta forma de meritoriaje. Los puestos que dejaron vacantes quienes acompañan a Don Alberto en su nueva aventura en Madrid se cubren mediante ascensos o cambios de destino de quienes ya formaban parte del aparato de poder, en San Caetano, en San Lázaro o en O Hórreo. Se le reconocen sus méritos o se les premian los servicios prestados con ascensos en el organigrama. De ese modo queda garantizada una continuidad (para algunos, un continuismo) a salvo de sobresaltos, pero al mismo tiempo se renuncia a cualquier posibilidad de replanteamiento o reorientación, por mínima que sea, tanto en los objetivos como en las estrategias, actitud que es una clara muestra de temor al cambio. La estabilidad ante todo, aunque degenere en rigidez.

En este circuito cerrado que parece ser la política gallega, como la española, la inmensa mayoría de los altos cargos institucionales siguen siendo funcionarios de carrera, vinculados a la propia administración autonómica o a ámbitos como la educación o la sanidad.

El resto son políticos cuasi profesionales, con mucho oficio, sí, pero sin apenas contacto con la empresa privada o con alguna actividad que no dependa directa o indirectamente de los presupuestos públicos, o sea con la vida que hay más allá de la política. En este caso se trata de gente que proviene de la cantera del PP (léase Nuevas Generaciones) o de sus aledaños y que por ello tiene un acreditado pedigrí popular, lo cual de entrada los hace aún más fiables si cabe, por aquello de que son inequívocamente "de los nuestros". 

Mandan la confianza y la fidelidad política. Rueda arriesga lo mínimo, o nada. Menos todavía que Feijóo. Los puestos de responsabilidad se cubren con personas en las que confía el nuevo líder o alguien de su núcleo duro, o que sirvieron leal y eficazmente a su antecesor, lo cual constituye una contrastada garantía de origen.

Don Alfonso no tira de banquillo. Tampoco apuesta por fichajes estelares, que por otra parte no sería fácil atraer por lo poco que queda de legislatura (algo más de dos años, si se agota) y porque, por regla general, los sueldos públicos no son precisamente atractivos para gestores de empresa o profesionales liberales. A otros, aún teniendo una cierta vocación de servicio público, los echa para atrás el desprestigio de la política, el desgaste que supone la alta exposición mediática y el coste -no solo en forma de incompatibilidades- que comporta volver a la actividad anterior, cuando corresponda. 

Una remodelación a fondo de la Xunta en niveles altos y medios, con algunas caras nuevas y tirando en lo posible de la sociedad civil, además de contribuir a que Rueda marcase un perfil propio, serviría para ganar impulso político y de acicate para generar expectativas tanto en el entorno del gobierno como entre la ciudadanía más inquieta. Mantener el mismo esquema gubernamental, moviendo de casilla solo algunos peones, o simplemente reposicionando las torres o los alfiles, es abonar el terreno a la rutina y la burocratización, tendencias incompatibles con la innovación y la modernidad.  Si ya nadie duda de que el futuro está en la economía circular, lo que también hay que tener claro es que la política circular, el más de lo mismo y el ensimismamiento, no conducen a ninguna parte. Y, lo que es peor, abonan la antipolítica. @mundiario

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