La actitud moral

Dos mujeres conversan frente a un comercio a punto de cerrar en una calle de Madrid. / RTVE.es
Dos mujeres conversan frente a un comercio a punto de cerrar en una calle de Madrid. / RTVE.es
Los ciudadanos españoles han estado muchas veces desmoralizados, por haber carecido de una actitud moral firme y coherente.

En mis tiempos universitarios Aranguren estaba considerado como el líder de la ética. Ética filosófica, decía él, no desligada de la metafísica, pero que tampoco había que entender como ética social y política. Se trataba de razonar y argumentar. Practicándola, adquirimos un modelo de ser. No importan tanto los actos buenos, sino el ser humano bueno.

Ortega y Gasset describió varias veces sobre la desmoralización, que se da cuando uno no se posee a sí mismo, ni es auténtico, ni vive su vida, ni fecunda su destino.

La actitud moral no se logra con la religión, aunque tantas veces se ha dicho que esta tiene una moral. Todavía se sigue pensando así, pero la normativa de la Iglesia y sus obispos vale solo para sus seguidores y la moral se sirve de argumentos y razones, por eso tiene que ser racional y laica, además de universal. La moral de una religión es siempre particular.

Tampoco tiene que ver nada con lo que dice y propone el partido. El razonamiento moral no tiene que ver con un partido político por muy progresista que fuere. No interesan ya los dogmas y las supersticiones, sino la orientación autónoma de la vida, en la que están siempre de más las posturas acríticas y neutras.

Los ciudadanos españoles han estado muchas veces desmoralizados, por haber carecido de una actitud moral firme y coherente. Nuestra única aspiración ha sido que aumentaran nuestros ingresos para poder tener acceso al bienestar material y vivir mucho mejor. Nuestra mentalidad crítica ha sido siempre escasa y, cuando se intentaba plantear algo de esto en la escuela, el profesorado chocaba de bruces con lo que más resaltaba en el exterior. No se estimulaban las virtudes, sino que sobresalían comercios y mercados como modelo de aspiración universal.

¿A qué nos invitan  los supermercados y las grandes superficies? Solo a una cosa: nos ofrecen productos para consumir. El consumo es lo que cuenta. Por eso presentan sus contenidos para que entren por los ojos y para que podamos disfrutarlos, cuando los compramos. En las cafeterías de barrio los dueños ya conocen a la clientela. Sirven con muy mala cara a quien se sienta en la terraza, se pide una Coca-Cola y se está dos horas leyendo el periódico o la revista. En cambio, les gusta que te tomes el vino con el aperitivo y te vayas en treinta minutos, porque así dejas la mesa libre al siguiente consumidor.

Cuando hay un partido importante, que televisan en un canal determinado, al que el local está suscrito, este se pone que no cabe un alfiler, pero, como me comentaba un día un hostelero, no siempre sacas dinero con esto, ya que hay quien se pide una caña y no se levanta hasta que no acaba. Hay gente con mucho morro, terminaba.

La actitud moral es una disposición positiva por la que respondemos a un desarrollo personal que nos lleva a reconocer situaciones de acuerdo con los demás, arrimando el hombro, cuando sea necesario. Es un estado jovial, que diría Ortega y Gasset, que implica energía para llevarlo todo adelante.

Los ciudadanos españoles tendemos a desmoralizarnos por cualquier incidencia que nos pase y acostumbramos a echar la culpa de todo al Gobierno por causa de su mala gestión. Es cierto que una gestión adecuada estimula y anima mucho, pero nunca nos responsabilizamos a nosotros mismos o a las instituciones que hacen negocios privados.

En los tiempos actuales la desmoralización es evidente. Cuanto más difíciles son las cosas más picaresca nos sale al paso. Ahora estamos en crisis, pero, cuando el Gobierno subvenciona el precio de la gasolina con unos céntimos, ya sabemos que subirá más. Esto no tiene sentido. Si te pongo el producto más barato, no se puede subir, paralelamente, de forma indiscriminada.

Cuando el mercado sube el producto que vende, alegando varias razones, solo hay una para incrementarlo, querer aumentar todavía más los beneficios, pero cuidado con subir los impuestos a las empresas. Que los trabajadores se aprieten bien el cinturón, porque las empresas no pueden perder. Ahora bien, tales argumentaciones se caen por su peso, porque entonces la inflación se dispara aún más. La solución vendría por la colaboración entre los dos estamentos.

Las empresas eléctricas están obteniendo ingentes beneficios, que publican sin pudor, mientras que los ciudadanos no pueden pagar la luz. Si el Gobierno obliga a bajar los precios de la luz por la excepción ibérica, las empresas ya tienen firmada la cláusula de compensación correspondiente. Todos echamos entonces las muelas, pero nadie quiere sentarse a dialogar para encontrar alguna solución. Solo quedan las presiones y las violencias por parte de unos y otros, pero establecer bases para poder vivir en común eso me interesa, si me obliga a ceder un poco en lo que considero mis derechos.

Cómo no vamos a estar desmoralizados, cuando nadie da un paso para favorecer a los demás, sino, más bien, para masacrarlos más. Políticamente, la oposición de hoy será la que tendrá que gobernar mañana. Mientras tanto hace todo lo posible para destruir al Gobierno vigente, no para resolver los problemas del país. Hay que hundirlo hasta que no puede aguantar más. Cuando caiga, otros se encargarán de enderezar el rumbo, pidiendo entonces colaboración para sacar adelante decretos y leyes. El único derecho a pedirlo es porque tengo el poder (quia nominor leo). Esto no es una actitud moral. Por eso nos encontramos tan desmoralizados siempre. @mundiario

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