A España no le basta con salir del paso

Vinculación energética Argelia-España. / autor
Vinculación energética Argelia-España. / Mundiario
Lo que parece una debilidad española puede dar a nuestro país autoridad para condicionar la solución que se busque; autoridad que ha de ganar y exigir, aunque parezca haber perdido la aceptación de terceros.
A España no le basta con salir del paso

Volver sobre este tema no es algo baladí, porque ha supuesto un hito en la política (no sólo exterior) española que, a mi modesto entender, tiene una importancia trascendental, porque nos sitúa en una posición en la que no tenemos, como país, más remedio que encarar el futuro de una manera estratégica.

Creo que se apresuran quienes interpretan que lo del Gobierno respecto al Sahara ha sido un mero plegarse a los dictados de Marruecos. Cierto es que nuestro ministro de Exteriores ha pecado de no tener previstas todas las implicaciones que conlleva el tema, y las implicaciones que iba a tener la reacción de Argelia. Pero el Gobierno ha demostrado agilidad al hacer reaccionar a Europa ante el evidente y elemental principio de que cualquier ataque a un socio es un ataque al bloque comunitario. Por más que Draghi no quisiera entenderlo y pretendiera sacar ventaja.

En efecto: Europa ha reaccionado con prontitud y contundencia, y -por más que Argelia ande ahora contradiciéndose a sí misma y retorciendo los argumentos- el Gobierno de Argel ha tenido que dar marcha atrás en el tema comercial. Porque no puede prescindir de su principal socio comercial, que es la Unión Europea.

Ponerse en primera línea

Pero no nos podemos quedar ahí. Ya que se ha tenido que meter en harina, y que está pagando un precio mayor que ningún otro país, está obligada a seguir en primera línea, y a pisar fuerte -tanto con Marruecos como con el conjunto de países de la llamada “alianza occidental” (incluidos los Estados Unidos)- como ha pisado en Bruselas.

Si va a pagar las rondas, España tiene que exigir un protagonismo en las negociaciones de cómo ha de ser esa “autonomía” del Sahara. Porque en una estrategia de futuro, ni da lo mismo que sea una autonomía cualquiera, ni que sea una autonomía conformada al dictado y conveniencia de Rabat; ni a la medida de lo que ordenen desde Estados Unidos. Ya que, por un lado -como se ha visto- la salida va a afectar muy directamente a las relaciones de España con todos los vecinos de la región, y por otro, la decisión tiene que venir aprobada por todas las partes implicadas. Entre las que está, como protagonista de primer orden, el pueblo saharaui.

Curiosamente, lo que ha parecido una debilidad española puede darle a nuestro país una autoridad y una fuerza para condicionar la solución que se busque; una autoridad que tiene que ganar y exigir, aunque parezca haber perdido terreno en la aceptación de terceros.

Esto no va de “salir del paso” de la mejor manera posible. Como resultado de todo el proceso, España es la que más se ha terminado mojando en la opción consensuada tácita (o secretamente) en el seno de la alianza occidental. Y por eso tiene que quedar en primer plano, y hacer buenas las palabras del presidente del Gobierno en sede parlamentaria, de que España va a tener muy en cuenta la amistad, y los intereses del pueblo saharaui:

Activando y resolviendo una situación estancada durante 45 años, y acabando con la penosa situación de refugiados, y con la sangría infructuosa de una guerra larvada y sin perspectivas de éxito, que es lo único que Argelia ofrece como alternativa al pueblo saharaui. Y garantizarle unas formas de autogobierno lo más amplias posible, frente al mero sometimiento a la arbitrariedad de Rabat.

Claros y firmes con Marruecos

De cara a Marruecos hay que dejar definitivamente garantizada y consolidada la soberanía española de Ceuta y de Melilla, así como la integridad de las Islas Canarias y sus aguas, como parte del Estado Español. Estableciendo unas fronteras que dejen de ser una mera barrera, sembrada de coladeros consentidos para el comercio irregular, y para el tráfico no controlado de personas, que pasan a nuestras dos ciudades al norte de Marruecos a trabajar de forma también anómala y prácticamente sin derechos. Cuando fronteras y paso de personas se pueden (y se deben) formalizar con el funcionamiento aduanero plenamente legal y regularizado, y con contratos de trabajadores transfronterizos, también plenamente normalizados, dignos, y respetuosos con los derechos de las personas.

En los años ochenta, cuando arreciaban los ataques a nuestra soberanía sobre Cauta y Melilla por parte de los nacionalistas marroquíes, apoyados, más o menos subrepticiamente por su Gobierno, se cortaron los ataques con el otorgamiento de la nacionalidad española a la población de origen marroquí con arraigo suficiente, además de la realización de mejoras de las condiciones de vida en los barrios donde habitaba esa población.

Y dejamos planteadas -con el acuerdo inicial del Gobierno de Hassan II- la posibilidad de establecer dos áreas de cooperación económica y social entre Ceuta y Tetuán, y comarcas aledañas (y una comunicación neutralizada con el aeropuerto de Tánger), y entre Melilla y Nador; conservando las respectivas soberanías. Y con la creación, en Ceuta y Melilla de sendos grandes centros de formación profesional que de un lado facilitaran el desarrollo de esas áreas a crear, y de otro permitieran una migración ordenada y cualificada, sirviendo esos centros de filtro y de instancias de adaptación y formación.

Por desgracia, estas últimas propuestas quedaron sin realizar, pero -analizadas a la luz de la presión migratoria actual, y de las necesidades de trabajadores cualificados- son planteamientos de cooperación completamente actuales 30 años después. Más aún, teniendo en cuenta que el 43% de la población marroquí tiene menos de 25 años: una situación que podría favorecer acuerdos de cooperación con España en materia de formación profesional.

En cuanto a la cooperación en relación con los movimientos migratorios, por supuesto que se pueden realizar acuerdos (lo dicho hace un momento es una pieza importante en ese sentido). Pero tiene que marcarse una clara exigencia a Maruecos de que asuma sus responsabilidades. Pero no bajo el nefasto modelo de pagar a Marruecos para que haga de gendarme frente a los migrantes del África subsahariana, que es un enfoque indigno que en su momento promovió la Unión Europea, y que convierte a las personas necesitadas en adversarios, o en invasores, y al país cooperante en un mercenario tentado permanentemente al chantaje. Ya es hora de que asumamos la migración de una manera integral y solidaria, y no llevados de un mero reflejo defensivo.

Presionar a Europa y tender la mano a Argelia

En cuanto a Argelia, no nos conviene bajar la guardia en nuestra presión a Europa. Porque si tiene la voluntad de dificultar el comercio con España lo va a seguir haciendo, de una forma más o menos subrepticia. Por tanto, hemos de exigir a Europa que el acuerdo de cooperación de 2005 se mantenga como un todo, sin transigir con argumentos -como los que al día siguiente de desdecirse comenzó a esgrimir la embajada argelina ante la Comunidad- de que no atacan al acuerdo, sino que mantienen su enemistad solamente con España.

Y sin que la iniciativa de otros socios de la Unión Europea (léase, por ejemplo, Italia) pretenda aprovechar la crisis para sustituir a España en lo relacionado con el suministro de gas. Mejorar las infraestructuras gasísticas entre la Península y el resto de Europa significa aprovechar los gasoductos existentes (incluido el del Magreb) y rompe el aislamiento de Portugal y España con el resto de Europa.  

Por otra parte, a España no le interesa formar parte de la enemistad inveterada entre Argelia y Marruecos. Al contrario: le interesa ingeniárselas, primero para mantener las buenas relaciones con ambos vecinos, y segundo para mediar y lograr una cooperación, como la que logró en su momento con la construcción del gasoducto del Magreb.

Ni España ni Argelia pueden olvidar que (además de las 500 empresas españolas que comercian con compañías argelinas) hay tres grandes compañías españolas implicadas en el desarrollo económico argelino, y con la empresa energética de Argelia, que es Sonatrach. Naturgy (en la que Sonatrach tiene una participación cercana al 5%) tiene contrato para el suministro de gas hasta 2032; Cepsa está instalada en Argelia desde hace 30 años, y desarrolla tres explotaciones petrolíferas que extraen una media de 110.000 barriles diarios; y Repsol participa en tres importantes proyectos de prospección y explotación petrolíferas, en dos de los cuales tiene más de un 25% de participación, y en el tercero tiene una presencia del 72%.

Imaginar soluciones atrevidas pero viables

Y para sacar adelante la negociación en el conflicto del Sahara, igual vale la pena ser atrevidos. En su momento, y dentro de la lógica de la guerra con el Frente Polisario, Marruecos trazó y construyó un muro que dejaba una franja en el este del Sahara, que se convertía en una lengua de cuatro kilómetros de ancho al sur, en la frontera con Mauritania, con salida al Atlántico. Tal vez una cesión de esa franja y esa salida al Atlántico pueda ser una adecuada compensación a Argelia. Y España puede poner y defender la propuesta sobre el tapete de las negociaciones que han de venir.

Semejante cesión no tiene por qué interrumpir la comunicación de Marruecos con Mauritania y el África subsahariana, que bien puede discurrir (transportes, posible gasoducto proveniente de Ghana, y otros servicios) por un túnel, más viable, más corto y mucho menos costoso que el que une a Gran Bretaña con el continente europeo.

Para todo ello, España tiene que asumir el protagonismo que le corresponde, y no conformarse con un suspiro de alivio, como el que siente que ha pasado una tormenta momentánea. Por el contrario, ha de hacer pesar sus intereses y sus aportaciones en la región, y ser uno de los protagonistas de la construcción del futuro. @mundiario

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