El malestar social

Manifestantes contra Vox en Cataluña. / RR SS
Manifestantes contra Vox en Cataluña. / RR SS
Es un mal gobierno el que pone los intereses de los que quieren fracturar la nación por encima de los generales. Entonces gobiernan otros, pero no el Gobierno

Es evidente que existe un malestar social prácticamente consolidado. La cuestión es plantearse de quién es la responsabilidad de esto. Parece que no está tan claro, ya que cada uno arrima el ascua a su sardina para disfrutar del manjar, colocado en una rebanada de pan.

Dos son las posiciones más generales sobre el tema. Una se encuentra molesta con la situación y trata de contribuir a que esta lacra se acabe. Otra la alimenta cada vez más para aprovechar las posibles consecuencias a su favor. La segunda solución es simplemente populista. El descontento ciudadano se convierte en una crítica feroz a los gobernantes actuales.

Quien sea capaz de sustituirlos acabará con el descontento. La oposición cree que está llamada a jugar este papel. Por tanto, conviene echar más leña al fuego hasta que estalle en llamaradas.

La primera posición va en el buen camino, pero resulta decepcionante, puesto que no se puede acabar con la crispación, porque, aunque le interese a uno, necesita de la colaboración del otro y, si esta no se da, todo seguirá no solo igual, sino todavía peor. Por ejemplo, en Estados Unidos republicanos y demócratas no se han entendido nunca en la cuestión de las armas. Unos creen que solo más armas puede disuadir al posible atacante. Otros piensan que solo reduciéndolas y controlando su venta se podrá resolver el problema. Gana quien tenga mayoría de senadores, esta es la realidad.

política del insulto y el circo

Entre nosotros hay quien habla de política del insulto y el circo. Quien le oiga sin tener en cuenta otros antecedentes le dará la razón. El problema es que no se puede ser equidistante. Si quien lo dice lleva años instalado en la crispación, nadie le podrá creer, por mucho que diga que su formación política está totalmente renovada y que no volverá a las andadas. Esto no cuela, por mucha moderación que proclame tener. Había que empezar desde cero, pero ¿es esto posible?

Creo que no lo es, porque el pasado tiene un gran peso sobre nosotros. Esta carga la llevamos sobre los hombros y en cualquier momento puede despertarse el dolor. Muchos siguen recordando todavía el asunto de los ERES de Andalucía para dar en la cara al adversario político. Otros contestan que ahora en el Gobierno del Estado no hay mangantes. Esto se considera un insulto y se aprovecha para exigir que se retire. De lo contrario, no habrá renovación de cargos para los que se necesite acordarlo con el partido de la oposición. Lo que habría que plantearse es cuáles son los asuntos pendientes. Puestos en la lista, podríamos considerar por dónde empezar desde ahora mismo.

Esta forma directa no se tendrá en cuenta, mientras que la situación actual sea favorable a mis propios intereses políticos. Ahora bien, cuando cambie la situación y gobierne mi partido, entonces sí exigiré al contrario la solución inmediata que anteriormente me pidió. Ahora tengo fuerza para imponerla.

Así el desprestigio sigue creciendo y a la crispación se la deja campar por sus fueros. Al no solucionar nada, el descontento sigue creciendo. Cómo será que Adela Cortina, que tiene fama de ser ecuánime, se atreve a hacer un juicio universal contundente: “En los representantes políticos ya no cree nadie”. La política ha dejado de ser credibilidad, porque ya no tiene legitimidad moral.

Yo no tengo tan claro que sea conveniente que haya una relación estrecha entre ética y política. Se ha dicho que la política es la ciencia de lo posible, mientras que la ética enseña lo que debe ser. Lo posible no es necesariamente un deber moral. Creo que hay que separarlas, aunque pueda haber una apertura entre ambas, pero subordinación ninguna.

actuar con coherencia y decencia

Se trata de actuar con coherencia y decencia, lo que no es poco. No se puede sentar la premisa de que un determinado gobierno es ilegítimo, porque se atrevió, mediante un acto político, a retirar al gobierno anterior, ganador de las elecciones, a través de un voto de censura, que ganó democráticamente. Esto puede ser un hecho muy doloroso y cruel, pero más lo era el nudo de corrupción en el que se apoyaba. Lo que se ha hecho después es atacarle sin razón, porque había que echar al ocupa de la Moncloa. Este es el mayor de los insultos y desprecios posibles.

Es un mal gobierno el que pone los intereses de los que quieren fracturar la nación por encima de los generales. Entonces gobiernan otros, pero no el Gobierno. Como la calle no aguanta esto, hay que ser un político callejero, como ha dicho otra populista, haciéndose representantes del pueblo, o de la gente, como se dijo mucho antes de ahora, porque la gente está muy descontenta con esta forma de gobernar. Colaborar para que esto no ocurra es una cosa loable, pero lo único que se hace es embestir para echarlo de la manera que sea. Si expulsan a los suyos, ¿de que no serán capaces?

Insultar y confrontar no es el camino. Hay que recuperar la ilusión, lo que es más operativo y creíble. Mas esto no será posible en los tiempos próximos con elecciones regionales y estatales a la vista. Despreciar políticamente al débil es lo que más se lleva ahora, pero esto sí que es éticamente reprobable. La confrontación honesta solo es posible, cuando las personas del partido que sean son, igualmente, honestas para desglosar el contenido del programa y las propuestas del partido. ¿Por qué no se hace esto? Porque esta clase de reflexiones pueden aburrir al auditorio y lo que se pretende es enervarlo para que aplaudan la brillantez del líder y lo eleven a las alturas de la fama. Menudo panorama. @mundiario

Comentarios