La economía española afronta la imperiosa necesidad del pacto de rentas

Gobierno, empresarios y sindicatos. / @yolandadiaz
Gobierno, empresarios y sindicatos. / @yolandadiaz
La negociación social es el lugar para un amplio acuerdo de autocontención de salarios y márgenes, pero el impulso desde el ámbito político sería esencial, aportando medidas complementarias.
La economía española afronta la imperiosa necesidad del pacto de rentas

La inflación ha tenido un primun mobile: la evolución del precio de los productos energéticos en el mercado mundial. Pero está teniendo dos amplificadores básicos, que explican su persistencia: el traslado del incremento del coste de la energía al precio del kilovatio, por el diseño del mercado eléctrico en la UE; y el comportamiento de las empresas que repercuten hacia adelante las subidas de sus insumos (hasta el momento los salarios, aunque en ascenso, parecen mostrar una evolución por debajo de la inflación subyacente en España).

Es importante controlar la inflación por sus efectos distributivos y por sus consecuencias sobre el crecimiento. Tiende a afectar más negativamente a aquellos con menor capacidad de adaptación a los cambios en el valor del dinero: con rentas fijas o que operan en mercados muy competitivos.

Los que disponen de algún tipo de poder de mercado (para marcar precios o para ajustar sus salarios al alza), o de protección política, se defienden mejor.

Además, dificulta los cálculos a medio y largo plazo de los proyectos de inversión, reduciendo ésta, y, dependiendo de las reacciones de política económica, puede elevar los costes de la financiación empresarial. Las empresas tienden a anticipar una caída en la demanda e inhiben así sus proyectos de expansión.

Adicionalmente, en un mercado único con moneda común, una inflación diferencial positiva en un país como España afecta negativamente a la competitividad.  Como el tipo de cambio ya no opera, si no nos igualamos en precios tendremos que ajustar las cantidades de riqueza generada y de trabajo demandado: creceremos menos porque caerán las ventas en el exterior y el flujo de turistas adelgazará. Seremos, en términos comparados, algo más pobres, más desiguales y menos dinámicos.

¿Cómo evitamos en este contexto que la inflación se mantenga en niveles elevados durante demasiado tiempo? Contamos con tres elementos básicos, además de la política monetaria:

- Una política europea de diversificación de fuentes de energía (singularmente el gas) y de preparación frente a los riesgos mayores. Cuanto mayor sea la capacidad de adaptación menor será el riesgo de una nueva alza de precios (y el chantaje implícito de Rusia se debilitará).

- La desvinculación de gas y kilovatio así como la moderación de la tasa de C02. La excepción ibérica funciona, pero debe extenderse a toda Europa, y ser incluso más ambiciosa. Varoufakis (“Time to blow up electricity markets”, Project Syndicate, 29/08/22) tiene razón en su diagnóstico sobre la disfunción del mercado marginalista de la energía -aunque sus soluciones sean maximalistas -. Las expectativas sobre el cambio de rumbo hacia las energías renovables son tan firmes y sus beneficios tan elevados que no hay riesgo de paralizar esa urgente transición necesaria. Al contrario, la Comisión debería ser especialmente vigilante en el uso acelerado de los fondos europeos NGEU en esta dirección.

- Pero, sobre todo, impulsar el pacto de rentas. La progresiva aproximación entre la inflación y la inflación subyacente en España indican que el segundo amplificador está actuando con intensidad. La moderación salarial es un freno en este proceso pero tiene data de caducidad, si no se controlan los crecimientos de los márgenes empresariales. La negociación social es el lugar para un amplio acuerdo de autocontención de salarios y márgenes, pero el impulso desde el ámbito político sería esencial, aportando medidas complementarias que compensen a los sectores sociales más afectados por el curso de los precios y otras medidas estructurales que faciliten el proceso competitivo. El principal partido de la oposición tiene aquí también un papel que jugar, apoyando sin ambages esta senda. Estamos en un momento churchilliano y de nuevo, conviene elegir entre la vergüenza de alejarse de las medidas europeas y el cálculo electoral más descarnado. Aquellos que siguen el camino fácil de de la política de desgaste pueden tener también a la postre la vergüenza y la derrota electoral.

La alternativa en Europa es dejar que sea el BCE el que tome el mando, en solitario: una subida abrupta y marcada de los tipos de interés que reduzca la demanda y deje los mercados con exceso de oferta, para provocar una caída en la capacidad de fijar precios y, con el ascenso del desempleo involuntario, reduzca también el margen de presión sindical. Pero con efectos sociales y políticos que, en un contexto tan volátil como el europeo, pueden favorecer el ascenso de fuerzas contrarias al modelo comunitario y debilitar la necesaria determinación frente al desafío de Putin así como la transición energética. No juguemos con fuego. @mundiario

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