Venezuela: la adicción numérica sobre el fondo de destrucción

Smartphone. / RR SS
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¿Qué va a pasar con la educación de mañana? ¿Acaso el futuro será estar conectado al cable digital toda la vida?

Venezuela: la adicción numérica sobre el fondo de destrucción

A pesar de los importantes problemas con la red eléctrica e Internet, una encuesta de la BBC de 2016 mostró que el consumo de datos móviles en Venezuela es 3 veces mayor que el de Argentina o Brasil y 5 veces mayor que el de México. La tasa de consumo de datos es rápida y alta, mientras el sistema eléctrico está en declive, y por lo tanto, siempre en retraso en relación al consumo frenético.

Esta brecha entre el sistema energético y los hábitos de consumo glotón en energía no es viable a largo plazo. Esta adicción digital no solo está ligada al precio de las suscripciones, más baratas que en otros países. Existe una dimensión cultural y seguramente una subestimación de la huella energética de todas las aplicaciones, videos, fotos. Las fallas en el sistema eléctrico pueden, paradójicamente, dar un impulso a este tipo de consumo, como lo que ocurre por ejemplo con la aplicación pago móvil, que aumenta al ritmo del declive eléctrico.

La app se desarrolló al principio por la escasez de efectivo y se reforzó luego en su uso por las fallas del sistema eléctrico que generan problemas de pago con la tarjeta bancaria. Sin embargo, la aplicación y todo lo que permite el teléfono inteligente deja una huella ambiental pesada; entonces no sostenible.

Debido a las fallas de los servicios públicos y por la cuarentena durante los últimos meses, los datos digitales han estado aumentando de forma tremenda. La compañía telefónica venezolana Digitel, declaró hace poco que el consumo de datos móviles había aumentado en un 65% desde el confinamiento de marzo. Incluso hace pocos años Movistar lanzó el plan “Proteger tus megas” para promover un uso racional, responsable y eficiente del teléfono inteligente.

La entrada de mayor dispositivos LTE (4G) al país triplicaron entre 2015 y 2018; y el desarrollo de la comunicación a través de aplicaciones de mensajería instantánea han hecho que el consumo promedio de datos por línea pasara de 1,69 gigabytes mensuales en 2016 a 3,9 gigabytes el pasado año, a pesar de que el país se encuentra en la posición 137 en velocidad de conexión móvil en el mundo, de acuerdo a Speedtest.

Digitalización y destrucción

Por la pandemia el uso del celular se ha visto reforzado ya que permite coordinar grupos, actividades, hasta hacer diplomados. Siempre, sin embargo, es importante evaluar lo que se gana y lo que se pierde con este sistema, que no es solo digital ya que depende de una estructura pesada que deja huella clara en el planeta. Entonces no solo hablamos de elección individual. No olvidemos que un teléfono móvil consume en promedio tanta energía como un avión sobre 57 km, genera tantos gases de efecto invernadero como un automóvil de gasolina sobre 85 km. ¿Podemos permitirnos fabricar miles de millones de teléfonos móviles y hacer que todo dependa de él?

La destrucción también es cultural

Si no parece el momento de preocuparse por eso, de la generalización de la wi-fi o de las nuevas modalidades para la educación, las actividades militantes y asociativas, podría ser que lo que fue temporal se va finalmente a quedar en el tiempo. Por eso, sería mejor explorar las opciones en vez de considerar el canal numérico como el único mientras el mundo real queda sin acceso por la pandemia. A diferencia de un grupo físico, un grupo por celular no da ninguna obligación de respuesta y en este mundo encontramos esta paradoja de tener varios soportes para transferir un mensaje y no llegar a nadie... Eso tiene que ver con la dimensión impersonal de la herramienta. Es más una agregación de individuos registrados en una red que otra cosa, de modo que a veces en lugar de expresarse a un grupo nos expresamos al vacío; y en cualquier caso estamos hablando a una agregación de individuos, nunca a un grupo. Tenemos muchas herramientas para hablar, igual seguimos aislados, y con esta sensación de estar solos. Juntos pero solos.

Otro aspecto se pierde con la herramienta, la convivialidad. En vez del calor humano de una reunión tenemos que marcar los mensajes en un formato ya establecido que deja huellas y que genera calor en la atmósfera en razón del consumo, y entonces de la combustión energética. Va creciendo a medida que se generaliza el uso de los aparatos y que se van haciendo siempre más potentes. Después de un cierto umbral, en lugar de agrupar la tecnología divide, y en lugar de emancipar mantiene las dominaciones que reconfigura y complica. El resultado general es que hay más contaminación electromagnética y más calentamiento global. Los efectos destructivos son también para la vida cultural en la sociedad.

¿Qué va a pasar con la educación de mañana? ¿Acaso el futuro será estar conectado al cable digital toda la vida?

Durante este proceso de generalización, más por la fuerza de las circunstancias que por decisión nuestra, las abejas -que no se pueden descargar - desaparecerán como nuestros hermanos electrosensibles, ya excluidos de la comunidad. Seguirán creciendo y desapareciendo de nuestras ciudades estas personas y ninguna aplicación nos

dará la empatía que necesitamos para prevenirlo. Frente a esta destrucción en curso, sería mejor explorar diferentes opciones, viendo que conllevan cada una de ellas.

Necesitamos reunirnos para hablar sobre eso, sobre lo que ganamos y lo que perdemos con cada vía, considerando siempre estos dos aspectos. Podemos ganar en conexión pero perder en polinización... En un momento dado tendremos que elegir entre tomates o smartphones.

Sabemos la importancia que ocupan las abejas en la polinización y después de los pesticidas podría ser que los campos electromagnéticos sean la maldición del siglo XXI por la influencia negativa que ejercen las ondas sobre los humanos y las abejas. Tenemos que hablar de eso, es un tema real, porque estamos resbalando sin darnos cuenta hacia él “todos conectados”. Nos lleva a la sociedad de los opuestos; el hipercontrol de la vida social de un lado y la desregularización de los mercados financieros del otro.

Además de eso, la reducción radical de las poblaciones de abejas es notoria. Ahora además de estar envenenadas están irradiadas. Luego nos asombramos de que se van de las colmenas...

Tenemos que reunirnos para hablar de eso. El mundo de los objetos comunicantes que hablan por nosotros es el de la empresa IBM, aunque hoy en día hay muchos constructores metidos. La adicción tiene lugar dentro de este “mundo inteligente” que emerge a medida que desaparece el mundo natural y cultural que era el nuestro.

¿Qué ganamos, qué perdemos, qué mundo queremos? Quizás, en la discusión, nos daremos cuenta de que necesitamos más enlaces pero menos bienes y que la aplicación del remedio no encaja en última instancia en ninguna aplicación. @mundiario

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