Un puñado de votos en tres estados pudieron haberle dado la reelección a Donald Trump

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El presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump / NBC.
Esto implica que la proporción de población en los estados más políticamente relevantes de EE UU sigue siendo la clave para quedarse con la presidencia de la primera potencia global.
Un puñado de votos en tres estados pudieron haberle dado la reelección a Donald Trump

Los números han hablado en Estados Unidos, pero no del todo. El complejo sistema mediante el cual se escoge al líder de la mayor potencia mundial es imperfecto. Ha sido constatado por la opinión pública mundial lo volátil y matemáticamente impredecible que es, pues literalmente, todo es posible en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América.

Y es que el gigante norteamericano no terminó de contar —y, en algunos casos, recontar— los votos de sus elecciones del 3 de noviembre hasta hace unos días. Lo crucial —quién gana y gracias a qué estados— quedó claro el 7 de noviembre, pero las cifras exactas que todo la nación y todo el mundo esperan aún no llegan, pues la falsa retórica que el presidente saliente Donald Trump ha tratado de expandir en la opinión pública sobre “votos legales e ilegales”, no termina de cuajar y simplemente se ha vuelto parte de un discurso desgastado que no está en la agenda pública de prioridades de la sociedad estadounidense. 


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Con un estimado de 239 millones de electores, pero también por el descomunal flujo de votos de este año (unos 158 millones, lo que supuso una tasa de participación del 66%, la más alta en 120 años), el proceso se ha hecho técnica y logísticamente difícil de ejecutar por la insistencia de Trump de retrasarlo con intentos de impugnaciones y demandas en los tribunales, que no llevan a ninguna parte y solo confirman que el republicano vive su propia realidad paralela. 

Pero ahora que ya han sido certificados los resultados por cada estado y fueron depositados los sufragios este pasado lunes en el Colegio Electoral, se demuestra que la cercanía numérica entre Joe Biden y Donald Trump no es tan lejana si se ve desde otro ángulo. 

Esto implica que la proporción de población en los estados más políticamente relevantes del país sigue siendo la clave para quedarse con la presidencia de la primera potencia global. En tres estados donde Joe Biden ganó, de no haber sido porque esos territorios votaron por el demócrata, Trump habría ganado. Así lo certifican implícitamente las cifras avaladas por el Colegio Electoral.

Con solo 43.000 votos en más de tres estados, Trump podría haber ganado. Biden será presidente de Estados Unidos gracias a que consolidó una importante ventaja de siete millones de votos populares, es decir, de papeletas de cada ciudadano, pues captó el voto de las franjas sociales más excluidas por la Administración actual; los negros, la comunidad LGBTI y los latinos, pero también una parte de la clase media blanca sin estudios universitarios que decidió aplicarle el voto castigo a Trump tras sentirse defraudada por las escasas o casi ninguna política del presidente con respecto a ese sector del país que amerita una urgente recuperación. 

Según el Colegio Electoral, Biden obtuvo 81,2 millones (que representan una mayoría del 51,3%), frente a los 74,2 millones de Trump (46,8%). Sin embargo, solo con que 42.918 de esos votantes, repartidos entre Arizona, Georgia y Wisconsin, hubiesen votado al republicano, el mundo estaría hoy hablando de la reelección del magnate neoyorquino que implantó el fenómeno del nacionalismo bajo el movimiento no-político del trumpismo con la premisa del famoso Make America great again como un mecanismo para revivir el espíritu anglosajón de un país que hoy no sería lo que es sino fuera por su amplia diversidad social, cultural y económica. 

Una diferencia de tres décimas y 10.457 votos pintó Arizona de azul demócrata por primera vez desde 1996; una de dos décimas y 11.779 papeletas tornaron demócrata al estado de Georgia, republicano desde 1992; y siete décimas y 20.682 sufragios devolvieron Wisconsin al partido de Biden. 

Por lo tanto, queda en evidencia que el cinturón industrial de EE UU no dio por completo la victoria a Biden, dado que los estados más influyentes de esa zona política no aglutinaron los 42.000 que llevarán al exvicepresidente a la Casa Blanca. Lo hicieron Arizona, Wisconsin y Georgia juntos, pero que están geográficamente separados en el vasto territorio norteamericano. La estrategia del veterano político se basó en captar a las minorías de esos estados y expandir el discurso conciliador de un EE UU reabierto al mundo sin sesgos sociales ni proteccionistas. Así fue cómo el demócrata bajó los decibeles de un país que mutó hacia el radicalismo en 2016. @mundiario

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