Donald Trump está viendo que sus hipótesis no tienen un soporte consistente

merlin_177486654_48ce2c9f-c6d9-42ef-9d71-d0cf8a8df877-articleLarge
El presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, en la sala de prensa de la Casa Blanca (Washington DC) / The New York Times.
El presidente saliente busca crear obstáculos dentro del Estado para, posiblemente, generar un bloqueo político que lleve un dilema presidencial al Congreso y así obstruir la asunción al poder del presidente electo Joe Biden.
Donald Trump está viendo que sus hipótesis no tienen un soporte consistente

Los ánimos están más caldeados que nunca en la mayor potencia del mundo. Más de una semana después de las elecciones presidenciales que pusieron en vilo al planeta entero, los ojos de la comunidad internacional ya no están puestos en quién ganará la Casa Blanca, sino si el presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, entregará el mando al presidente electo, Joe Biden. Las instituciones, el Estado de derecho y la democracia más poderosa del globo están puestas a una prueba que llevará al extremo la capacidad de sus poderes públicos para evitar que se instaure el sesgado autoritarismo que el mandatario republicano ha mostrado desde el día 1 del proceso electoral.

Trump asegura que hay un fraude en curso, pero lo hace sin pruebas, razón por la cual los tribunales estatales de Michigan y Georgia rechazaron dos demandas introducidas por el equipo legal del presidente. Aun así, eso no le ha dado motivos para rendirse, pues el magnate insiste en avanzar hacia lo que denomina una "batalla legal" para "declarar al verdadero ganador" de las elecciones. Pero Trump está viendo que sus hipótesis no tienen soporte real. Faltan las pruebas del supuesto fraude electoral.

Aunque la probabilidad de fraude en el sistema electoral estadounidense es del 0,0001%, según un estudio del Pew Research Center, Trump ha expandido la matriz de opinión pública, y al mismo tiempo, la teoría de conspiración basada en que la victoria de Biden es una estrategia del ala de extrema izquierda del Partido Demócrata para instalar el comunismo y el socialismo en EE UU.

La denuncia de fraude de Trump se diluye 

Dos tribunales negaron la demanda de fraude por falta de evidencia. Trump quiere aprovecharse de que la balanza ideológica en la Corte Suprema de Justicia está inclinada 6:3 con mayoría de jueces conservadores para llevar esta batalla electoral a la máxima instancia jurídica del país, pero sin pruebas es muy difícil que la justicia estadounidense halle algún resquicio de delitos electorales en los estados que le dieron el triunfo a Biden; Michigan, Wisconsin, Georgia y, sobre todo, Pensilvania.

Según una publicación de The New York Times, tras varias investigaciones de ese rotativo al entrevistar a funcionarios electorales de 12 estados republicanos y 12 estados demócratas, no se encuentran pruebas de fraude electoral. Es decir, hasta ahora, la infundada acusación de Trump de que se emitieron papeletas por correo en los últimos tramos del conteo a favor de Biden con el complemento de votos tardíos contabilizados en Pensilvania, no tiene sustento.

Un Gobierno saliente en crisis interna

Mientras tanto, en el entorno de Trump las cosas no marchan nada bien, pues el contexto actual y el comportamiento del presidente dan a entender que su Gobierno se está desmoronando. ¿Por qué? Jared Kushner, el yerno y asesor especial de Trump para el Medio Oriente, le pidió al mandatario que acepte su derrota. Sin embargo, otro allegado del círculo presidencial, que aunque no es un funcionario sí es un radical militante trumpista, el hijo del todavía jefe de la Casa Blanca, Donald Trump Jr., defiende a capa y espada la posición de su padre al afirmar que el fraude será demostrado y que el republicano es el verdadero ganador de la elección.

En paralelo a esa divergencia de opiniones sobre la percepción de una transición que cambiará la naturaleza del sistema estadounidense, Trump, sesgado por la ambición de mantener el poder, despidió al secretario de Defensa, Mark Esper, para rodearse de funcionarios militares de alta confianza y lealtad al presidente. Esta movida no descarta la posibilidad de que Trump se esté preparando para un potencial escenario de tensión civil si mantiene bloqueando la fluidez de la democracia para no entregar el mando de la nación a Biden.

El problema es que el presidente Trump tiene pocos o casi ningún argumento para revertir un proceso electoral que ya tiene un virtual ganador y cuyo resultado, ya irreversible, será certificado oficialmente por el Colegio Electoral el 9 de diciembre. El magnate asegura que la batalla legal "apenas empieza" y que, por ejemplo, hubo "muertos que votaron" en Pensilvania y otros estados. Pero una vez más, ha agitado la opinión pública y a los medios con una afirmación carente de pruebas. Solo plasmada en otro de sus miles de polémicos tuits.

El riesgo de insistir en no conceder el poder

Y el riesgo de un bloqueo político y constitucional es tan grande y tan tomado en cuenta por el Gobierno actual que, de hecho, el secretario de Estado, Mike Pompeo, se atrevió a decir recientemente en una entrevista que "habrá una transición tranquila hacia una segunda Administración Trump".

Esta peligrosa declaración podría surtir efectos políticos muy perjudiciales para la democracia y la estabilidad de la sociedad estadounidense al proyectar una retórica de defensa del Gobierno de Trump por parte del segmento radical de la población que se niega a su salida del poder, sobre todo su base extremista de votantes blancos, armados y de ultraderecha, que conforman el 30% del electorado trumpista.

La única alegación que la campaña republicana tiene hasta el momento es que el escrutinio de votos fue interrumpido por extrañas razones en el condado de Allegheny, en Pensilvania. Pero solo hasta ahí, sin más.

No obstante, el equipo político de Trump no reconoce ni admite que su narrativa llevó a la Asociación Nacional del Rifle -la industria que controla el amplio negocio de la tenencia de armas por parte de civiles en EE UU- a llamar a ciudadanos armados a presionar por la suspensión del conteo de votos en Detroit (Michigan).

La estrategia de Trump de judicializar el proceso electoral para inducir un bloqueo constitucional que lo favorezca hasta llevar el dilema político presidencial -que no existe- al Senado, lo llevó a ordenar al fiscal general de EE UU, William Barr, que investigue el presunto "fraude electoral".

Las maniobras judiciales de Trump ante el avance de Biden

En consecuencia, Barr, también secretario de Justicia del país, autorizó a los fiscales federales investigar las denuncias del presidente sobre esa situación fraudulenta de amaño de las elecciones. El funcionario les dijo a los fiscales que investiguen "acusaciones sustanciales de irregularidades en la votación, pero sin perseguir afirmaciones fantasiosas o inverosímiles". Esa orden generó un cisma institucional y administrativo en la estructura acusadora del sistema de justicia norteamericano, pues tras haber recibido esa autorización del fiscal general, el director de Delitos Electorales del Departamento de Justicia de Estados Unidos, Richard Pilger, renunció a su cargo.

Mientras Biden recibe reconocimientos diplomático en cadena por parte de grandes aliados y potencias globales; como Canadá, Brasil, Francia y Reino Unido, Trump se atrinchera en la Casa Blanca con una narrativa más política que presidencial y constitucional, pues la consecuencia de esta deriva autoritaria y antidemocrática del mandatario podría ser, precisamente, una crisis constitucional sin precedentes en los 244 años de historia de Estados Unidos.

El presidente electo de EE UU, Joe Biden, afirmó este miércoles que "la batalla legal de Trump y las acusaciones de fraude electoral está siendo embarazoso". "Quiero decir a los líderes del mundo que Estados Unidos vuelve al juego", dijo este pasado martes el líder demócrata en una conferencia en Wilmington (Delaware). Además, el demócrata manifestó sentirse "confiado" en que el Colegio Electoral reconocera su victoria. Precisamente, el objetivo de Trump es hacer que ese organismo compuesto por los 538 delegados (273 de Biden) no tengan los votos certificados suficientes para confirmar a Biden como ganador, razón por la cual el republicano busca llevar el escrutinio a un litigio judicial.   

Por lo tanto, la posición de Biden comienza a avizorar una transición que ocurrirá con o sin la presencia de Donald Trump en el acto de transmisión de mando que de forma inminente tendrá lugar en Washington DC el próximo 20 de enero de 2021. Lo que pase de aquí a ese momento crucial, que será un punto de quiebre, podría ser el detonador de un escenario de tensión social interna y de desprestigio internacional para la primera potencia mundial. @mundiario

Comentarios