martes. 19.03.2024
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Foto: EFE

@jgonzalezok | Contrariamente a la tendencia mundial, la pandemia del Covid-19 está fuera de control en Brasil. En los últimos 14 días, la media móvil de muertes aumentó un 30,5%, con casi 10.000 víctimas en esta última semana, la más letal desde que se desató la pandemia. Solo en la región amazónica, en los dos primeros meses de este año murieron más personas por causa del Covid que en todo el año pasado. Las variantes más peligrosas, con mayor poder de contagio y más letales, continúan avanzando y ya son predominantes en buena parte del  país. El sistema de salud está colapsado en casi todo el país y los especialistas sostienen que, incluso con un confinamiento riguroso a nivel nacional, pasarían de tres a cuatro semanas hasta que se registre un descenso en el número de hospitalizaciones; y de cinco a seis semanas para un descenso en el número de muertos.

Ante la catastrófica gestión llevada a cabo por el presidente, Jair Bolsonaro, un grupo de personalidades de distintas áreas está promoviendo un manifiesto en forma de Carta Abierta a la Humanidad: “Brasileños y brasileñas comprometidos con la vida son rehenes del genocida Jair Bolsonaro, que ostenta la presidencia de Brasil, junto con una banda de fanáticos, impulsados por la irracionalidad fascista”, comienza el manifiesto. Sostienen los firmantes que Brasil sufre el colapso intencional de su sistema de salud, en alusión a la postura negacionista del presidente. Y consideran que éste se ha convertido en una amenaza global.

Añade el manifiesto: “El descuido de la vacunación y las medidas preventivas básicas, el fomento de la aglomeración y la ruptura del confinamiento, sumado a la ausencia total de una política de salud, crean el ambiente ideal para nuevas mutaciones del virus y ponen en peligro a los países vecinos y a toda la población. Vimos con horror el exterminio sistemático de nuestra población, especialmente de los pobres, quilombolas (comunidades de negros) e indígenas”.

El documento hace un llamamiento a organismos nacionales como el Congreso, el Supremo Tribunal Federal y la Organización de Abogados de Brasil, así como a la ONU y a la Corte Penal Internacional, para que condenen urgentemente “la política genocida de este gobierno que amenaza a la civilización”.

Ya hay miles de firmas y traducciones al español, francés, inglés y alemán. Entre los promotores están músicos reconocidos, como Chico Buarque, Ivan Lins, y Edu Lobo, el teólogo Leonardo Boff, el escritor y religioso Frei Betto, periodistas, escritores, cineastas y juristas.

Bolsonaro no solo mantiene una posición negacionista sino que también boicotea la labor de gobernadores, alcaldes y científicos en la lucha contra la pandemia

Ajeno al drama que aflige a los 210 millones de brasileños, Bolsonaro no solo mantiene una posición negacionista, sino que también boicotea la labor de gobernadores, alcaldes y científicos en la lucha contra la pandemia. Promueve aglomeraciones sin ningún tipo de medidas de seguridad. Desalienta el uso de mascarillas en base a un supuesto estudio, cuyos autores no mencionó. Y multiplica declaraciones propias de un charlatán de feria, desoyendo a los especialistas. Y conspiró desde el primer momento contra las vacunas, llegando a sugerir efectos secundarios que salieron de su propia imaginación. Como consecuencia de esta actitud y de la falta de previsión a la hora de comprar vacunas, el proceso de inoculación recién está empezando y el proceso es lento e incierto. 

A pesar de que Bolsonaro continúa con el apoyo de una pequeña franja de exaltados, la mayoría de la población está atemorizada por la situación que plantea la pandemia. De acuerdo a una encuesta de Ipsos, la principal preocupación de los brasileños es el Covid, por encima del desempleo, la pobreza, la corrupción política o la violencia; y el 74% considera que el país está yendo en la dirección equivocada. Consecuencia del fanatismo, la torpeza y la incompetencia de un presidente que viene mostrando una total falta de empatía con las víctimas de la pandemia.

Pero Bolsonaro sigue con su propia agenda, trabajando ya para su reelección en 2022, maniobrando para que la Justicia no siga adelante con las investigaciones de corrupción sobre su familia y tratando de imponer los cambios sociales y culturales de la más obtusa extrema derecha. Para ello ataca otras instituciones del Estado, poniendo en serio riesgo el sistema democrático.

Especialmente preocupante es la militarización del Estado. Sigue nombrando a oficiales de las FFAA para organismos estatales, en funciones que nada tienen que ver con su preparación o competencia. Con el reciente nombramiento del general Joaquim Silva al frente de Petrobrás, el número de uniformados en la cúpula de las mayores empresas estatales alcanzará el inédito número de 92. Cuando acabó el anterior gobierno de Michel Temer eran solo 9 los militares en este tipo de cargos. En su proyecto político, Bolsonaro corteja al estamento militar, sobre todo al “bajo clero”: suboficiales del Ejército y policías militares, multiplicando su participación en las ceremonias de graduación.

¿Cuántas muertes se podrían haber evitado en Brasil si el gobierno encabezado por Bolsonaro hubiese actuado en la dirección correcta? No se puede precisar y en todo el mundo la pandemia provocó una crisis sanitaria sin precedentes. Pero, de no ser por los gobernadores, la catástrofe en Brasil sería aún mucho peor. Los mandatarios de los 26 estados de la federación se despegan de Bolsonaro y acaban de formar un consorcio para comprar la vacuna rusa, la Sputnik V y están pensando en ir directamente a organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) para tratar de garantizar el suministro de otras vacunas.

Manifiesto por la vida en Brasil destaca la política genocida de Bolsonaro