Tres días son suficientes para el parlamentario

Parlamento de Bolivia.
Parlamento de Bolivia.
Tres días son suficientes para el parlamentario

La opinión pública y el periodismo serio y responsable deberían comenzar a interpelar de manera recurrente la labor de los parlamentarios, poner la lupa ahí, ver con ojos incisivos y críticos qué es lo que están haciendo los actuales legisladores en su día a día… Y es que me parece que la labor de los miles de burócratas innecesarios que el Estado tiene a su merced —en ministerios, empresas y embajadas— haciendo bien poca cosa por el ciudadano que paga impuestos, no es mucho más infeliz que la del actual parlamentario. Los asambleístas del oficialismo están proponiendo leyes estúpidas (como la de la dinamita) y los opositores fiscalizando lo que pueden, pero sin que esta actividad tenga el más mínimo efecto. Y ambos, oficialistas y opositores, están haciendo condecoraciones que son un insulto a la inteligencia y viajando en avión por todo el interior del país, burlándose de la pobreza económica en la que están sumidas millones de personas. Así, se tiene que el actual Órgano Legislativo no solo es de lo más mediocre, sino también de lo más dispendioso.

Cuando trabajé en la Cámara me puse observar cómo es la semana promedio de un asambleísta promedio. Esto es lo que observé: llega de su región a la sede de gobierno el martes por la mañana en el primer vuelo (o en el primer bus), luego se va a su hotel o apartamento para dejar sus pertenencias (o a descansar si el viaje  lo fatigó) e ingresa en la oficina a media mañana. En la oficina no se hace gran cosa: se redacta alguna carta, se tiene alguna reunión con salteñas o se analiza qué decir en el comité o la comisión… Los menos flojos —o más activos— están en la Plaza Murillo dando alguna conferencia de prensa sobre cualquier asunto (hay que hablar de algo). Estas conferencias de prensa son de lo más malo de la política, pero también del periodismo: el político dice tres palabras infelices (y a veces soeces) frente a un reportero conformista y nada crítico que no pregunta nada ante las simplezas proferidas por su entrevistado. Ni el uno ni el otro conocen las palabras pensamiento crítico.

Esa rutina, con casi ninguna variación, se repite los días miércoles y jueves, día este último en que el asambleísta alista maletas para concluir su ardua semana de tres días laborales legislando para el país, pues el viernes a primera hora parte hacia su hogar… Los fines de semana los pasa junto con su familia como cualquier ciudadano común y corriente; se desconecta de toda faena legislativa y fiscalizadora, quizás para cargar pilas para el día lunes, pues el lunes está destinado a la labor de la brigada departamental. Si hay una labor infecunda, baladí y hasta miserable, es la de estas llamadas brigadas. En ellas se hacen condecoraciones, se discursea a granel para ensalzar al departamento, se asiste a ceremonias y cantos patrióticos… nada más. Y después los legisladores publican fotos junto a estandartes y oropeles de mal gusto, como si estuvieran ejecutando los mejores cambios para Bolivia y su sociedad.

Se tiene, entonces, que la labor parlamentaria más o menos seria, la que consiste en fiscalizar y legislar para todo el país en su conjunto, la que consiste en pensar, la que hace directamente al destino de la sociedad y el país en su totalidad, se desarrolla solamente de martes a jueves, o sea en tres días, tres días en los que el asambleísta, para colmo, se da muchas veces a la molicie y la pereza, cuando no a las trompadas… (porque en Bolivia el puñetazo tiene más fuerza que la palabra o la idea). Cada uno de los representantes bolivianos gana más de 22 mil por esa actividad (no creo atinado llamar eso propiamente trabajo) y además es tratado como semidiós en muchos espacios. Dicho lo cual, el nuevo y moderno edificio del Legislativo, ese cubo negro que parece flotar en los cielos paceños, no sirve para una labor muy sacrificada que digamos. De hecho casi siempre está vacío.

Y téngase en cuenta que todo lo que escribí en este artículo describe la labor de un asambleísta titular promedio. No quiero ni pensar cómo será la de un suplente o la de un verdadero flojo... @mundiario

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