La derrota del triunfo

Manuel López Obrador, líder de Morena. / Twitter
Manuel López Obrador, presiente de México y líder de Morena. / Twitter
México son muchos méxicos, las pluralidades sociales, regionales, ideológicas se imponen y muestran su cara en cada elección. Si bien hoy Morena goza de una mayoría importante, esa puede irse volando pronto.

El pasado 6 de junio, como cada tres años, los ciudadanos mexicanos acudimos nuevamente a las urnas para elegir a quienes serán diputados federales, diputados locales, presidentes municipales y gobernadores, cual sea el caso en las diferentes entidades. Dos eran los focos de atención de la oficina presidencial: las gubernaturas de 15 entidades, prácticamente la mitad de los estados que componen la federación, y la Cámara de Diputados federal. En ambos casos los resultados dejaron como claro ganador al partido del presidente: 11 gubernaturas y 199 diputaciones federales.

Llama la atención que Morena a pesar de refrendar su posición como primera fuerza política en el país, los dichos y palabras del discurso presidencial parecen mostrar a un Presidente enojado, inconforme y eso sí, muy lastimado con la derrota en lo que era su principal bastión desde el año 2000, la Ciudad de México, a grado tal que, como si hiciera falta, abrió otro frente de batalla contra la clase media y la facilidad con que es “influenciada” por la prensa, razones a las que, en forma muy equívoca, atribuye la derrota, como si la creciente inseguridad en la CDMX y la desgracia de la línea 12 del Metro no fueran factor en el sentir de los capitalinos.

El enojo presidencial parece fuera de toda proporción ya que fue el gran ganador de la elección y el triunfo de su partido en las elecciones locales asentará la movilización territorial tan puesta en voga por él mismo y que estará promovida y claramente promovida por los gobernadores de su partido que, nada más y nada menos, gobernarán en conjunto a 46% de la población del país. Y de nuevo, ¿por qué la molestia?

Al mes de julio de 2021 no se ve en el horizonte inmediato a ningún candidato ni partido de oposición que pueda competir en 2024 contra la ola morenista ni contra la presencia y fuerza de la imagen de López Obrador, año en que se renovará el Poder Ejecutivo federal y marcará la continuidad de su proyecto. Y sin embargo, las derrotas en la minoría de estados, la de la CDMX y no haber alcanzado la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados duelen en el ánimo de la dirigencia de Morena y de su líder real.

Muchas pueden ser las razones para tal enfado y decepción, pero dos resaltan: el reacomodo de fuerzas que dejó la elección con miras a 2024 y la idea u objetivo que buscaba el Presidente desde el cargo que ocupa y para el que batalló durante 20 años.

Está claro que las fuerzas al interior de Morena las encabezan tres personajes que buscarán el favor presidencial para sucederlo: Claudia Sheinbaun, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal. El orden no es aleatorio sino responde a la posición y fuerza de la que gozan hoy día. En esa batalla interna veremos lealtades, deslealtades y traiciones que podrían originar una ruptura peligrosa o, en su defecto, otro reacomodo de fuerzas y personas en y hacia otros partidos. Lo cierto es que ninguno de los tres competidores por la candidatura de 2024 tiene el carisma, discurso, ni objetivos que tiene López Obrador, está en duda que la continuidad de su proyecto quede intacta y es más probable que ocurra un viraje en las acciones y decisiones hasta hoy tomadas e implantadas.

Y lo mismo y más puede afirmarse del ahora consolidado bloque opositor (PAN-PRI-PRD): no tienen en ninguno de los tres casos ni los liderazgos, ni el discurso, ni forma alguna de borrar sus antecedentes como para convencer al electorado de regresarlos a Palacio Nacional que ya no Los Pinos, hecho parque recreativo hoy día. Es sintomático de la debilidad opositora el que el PAN sea la cabeza del bloque cuando no cuenta con personajes ni líderes con tamaño para enfrentar a Morena, parece que ganó sus votos más como producto de estar allí para muchos que no quieren votar por Morena que por ser una opción viable.

La segunda razón es la que parece más cercana al enojo y decepción presidenciales. AMLO tiene una visión de país basada en un liderazgo fuerte, una recuperación de ese poder tan concentrado y ejercido desde la silla presidencial, y pensado para y por la idea de Estado, pero esa idea que pulula en su cabeza, la del Estado dominante, omnímodo, hiper abarcante, ordenador y eje de la vida social, política y económica, junto con otra idea de Estado de Bienestar (Welfare State) donde haya pleno empleo, satisfactores básicos pero todo ordenado desde el escritorio presidencial. Parece claro que su proyecto, la denominada Cuarta Transformación, busca establecer un gobierno subsidiador de la pobreza, ordenador y regulador de la economía, eje del orden político y con un corpus partidario al estilo de lo que era el PRI hasta el año 2000.

Ese proyecto no fue aceptado ni refrendado por la mayoría de los ciudadanos, del pueblo. Está claro que como es bien sabido, México son muchos méxicos, las pluralidades sociales, regionales, ideológicas se imponen y muestran su cara en cada elección. Si bien hoy Morena goza de una mayoría importante, esa puede irse volando pronto. La volatilidad del electorado mexicano sigue presente y creciendo, lo que a ojos de muchos es una muestra de la solidez y fortaleza ciudadana, de la politización y polarización que tenemos y sobre todo, de nuestra negativa a regresar al decenio de 1970 donde era el presidente y sólo él el que ordenaba, hablaba, mentía y dominaba. Está claro que no es el país ni el régimen al que queremos regresar. @mundiario 

 

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