El DIVÁN

Cincuenta años de Avándaro: We got the power

El diván. / Maestro Alejandro Quijano
El diván. / Maestro Alejandro Quijano
Comprender lo que en realidad significa Avándaro obliga a contextualizar los cambios que estaban ocurriendo en México y el peso de las prácticas de cara a la demanda por mayor representación política. 
Cincuenta años de Avándaro: We got the power

El festival de Avándaro marcó un antes y un después no sólo para la música, sino para las asociaciones juveniles dentro de un clima de total represión y en medio de un contexto histórico peliagudo, por decir lo menos. El 11 y 12 de septiembre, se cumplieron 50 años desde que tuvo lugar el mítico festival, que es más recordado por sus representaciones simbólicas que por lo que en realidad ocurrió en los dos días que duró el festival de música. Originalmente, se pensó que en el festival hubiera carreras de autos y fue promocionado como El Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, pero ante la enorme cantidad de asistentes que concurrió, el único motivo de reunión terminó siendo el rock.

El festival, también recordado como el Woodstock mexicano, reunió a las bandas Los Dug Dug’s, El epílogo, La División del Norte, Tequila, Peace & Love, El ritual, Bandido, Los yaki con Marita Campos, Tinta blanca, El amor y Three Souls in My Mind; Love Army, no actuó. Las expectativas de los organizadores y artistas se vieron superadas con una concurrencia de cientos de miles de asistentes, ante los veinticinco mil que se esperaban. El periodista Federico Rubli asegura que el festival se llevó a cabo sin mayores contratiempos, pero que vivió una verdadera campaña de desprestigio por parte del gobierno. La prensa presentó el evento como una bacanal de sexo, lodo, sangre y muerte. Diversas conciencias de la época se vieron vulneradas por el uso abierto de la mariguana, la llamada “encuerada de Avándaro” de quien, por cierto, ahora se sabe que su identidad era la de Laura Patricia Rodríguez, y el uso de palabras altisonantes transmitidas en vivo.

Pero comprender lo que en realidad significa Avándaro, obliga a contextualizar el significado de las juventudes a finales de la década de los sesenta y principio de los setenta, comprender los cambios que estaban ocurriendo en el fondo del proceso de democratización del país y el peso de las prácticas de asociación de cara a la demanda por mayor representación política. De Avándaro se sabe que no había una consigna ni intención política subversiva por parte de sus asistentes, presentadores ni organizadores. Al menos no abiertamente. Se trataba de un encuentro musical y de desahogo juvenil. Luego entonces, ¿por qué causó tanto revuelo?

Por qué causó tanto revuelo

El ‘68 mexicano sin duda había tenido tintes propios, una identidad que, si bien venía asociada al mayo francés, había manifestado demandas endémicas de la sociedad mexicana y preocupaciones sociales defendidas por una clase media incipiente, cuya juventud exigía tomar mayor participación en los espacios de poder político, contar con representatividad y transformar las instituciones inflexibles que el poder mexicano había consolidado en la construcción de su régimen posrevolucionario. 1968 fue un hito no sólo por la trágica matanza de estudiantes, sino también porque los movimientos mostraron la capacidad de convocatoria y el deseo de participación de las juventudes. En el panorama también se encuentra el llamado Halconazo, conocido como la matanza del Jueves de Corpus, donde el grupo paramilitar denominado Los Halcones, reprimió una manifestación estudiantil en Monterrey, con un saldo de más de 200 jóvenes asesinados.

En un ambiente de tal represión y temor, lo que asombró a la sociedad de la época, fue la capacidad de convocatoria que tuvo el festival. Según los medios y las investigaciones actuales, el festival tuvo prácticamente saldo blanco, no hubo ninguna eventualidad mayor a las que se presentaron en otros sitios, y pese a la lluvia, algún apagón y la falta de límites en los espacios que fueron llenados por los asistentes, no se registraron situaciones graves. Pero Avándaro fue narrado por la prensa como un momento lúgubre, merecedor de censura, una que, por cierto, evitaría a la postre el pleno desarrollo de la mayoría de las bandas de rock mexicanas y las relegaría a la clandestinidad.

En el festival confluyeron varios grupos de rock que según la revista Espejo representaban la superación del modelo anterior de la música juvenil, marcada por versos de consumo, por un nuevo ambiente conocido como La Onda Chicana. A diferencia de sus antecesores, principalmente reconocidos por los temas melosos y por realizar covers de canciones en inglés; las bandas de rock mexicanas que se presentaron en Avándaro eran verdaderas representantes de una contracultura, centradas en el rock metal que acompañaban con letras mucho más provocadoras. Se trataba de un constructo de identidad de las juventudes, una música que no estaba inspirada en el “deber ser” ni motivada por el nicho comercial que había definido a los sesenta; sino que se nutría de propuestas activas con un sentido alternativo.

We got the power

La canción We got the power, que tanto asustó al gobierno y a la prensa, llamó la atención por su mensaje en español que podía ser interpretado como un enfrentamiento. La revista Espejo, asegura también que había un sinnúmero de canciones con contenidos mucho más provocadores, como Easy woman, escrita para una prostituta y con contenido explícito. Sin embargo, la traducción del coro de “We got the power” asustaba porque podía ser comprendido por cualquiera, sin las barreras del lenguaje, y tenía el potencial para convertirse en una consigna política. En este contexto, el que una enorme multitud de jóvenes fuera convocada, podía considerarse ya de por sí un acto político.

Los llamados jipitecas, estaban viviendo su Woodstock mexicano a similitud del neoyorkino: con la consigna del amor libre, desnudándose en público, consumiendo mariguana y reproduciendo el ideal de paz que era común en los hippies gringos.  Sin embargo, en México la percepción de la mayoría fue manipulada negativamente y representó a los jóvenes en una negación total al sistema, la autoridad, las costumbres y moral. El desafío ponía en riesgo todo un régimen. Las manifestaciones de esa juventud alocada asustaban porque se encargaban de quebrar los paradigmas culturales de la época pugnando por libertades individuales, reclamando relaciones instrumentadas en placer, refiriéndose a situaciones más grotescas y sin romance con respecto a la vida; todo acompañado con acordes estruendosos y violentos en un bajo o una batería. Rebeldía, desprecio por las reglas y un claro abandono de la moral puritana, lo que aterraba a los poderes establecidos y a las buenas conciencias de la época.

festival de Avándaro

Festival de Avándaro

Se dice que hubo un antes y un después de Avándaro. Muchos dicen también que el festival fue el responsable de confinar el rock mexicano a la clandestinidad, de asociarlo con los estratos sociales bajos y los espacios prohibidos. Las bandas de rock que no se reformaron y se comercializaron, terminaron en su mayoría por desaparecer, como lo hicieron también los órganos impresos dedicados a la temática. Se dice también que Alex Lora—quien entonces tocaba en la banda Three Souls in My Mind—y el TRI son herederos de Avándaro; pues el festival se convirtió en un momento icónico y de gran representatividad simbólica. La revista Espejo asegura que grupos como Trolebús, Tex Tex, El Haragán y Compañía, Liran Roll entre otros, se nutrieron del Three posAvándaro.

Con todo, aunque se sostiene que en Avándaro no se perseguía un mensaje político, lo cierto es que el poder estuvo representado y al menos cimbró el piso de los poderes establecidos. El gobierno se mantuvo a la expectativa, y se encargó de que no se volviera a repetir, quizá también midiendo sus posibilidades de decantar hacia lo abiertamente subversivo. El miedo a las juventudes estaba claro, afianzado históricamente, y finalmente, su demanda por una mayor representatividad tuvo que ir cediendo paso. La rebeldía se veía con temor por el peligro que representaba al statu quo, y finalmente, la propia censura impuesta a Avándaro es lo que hace que, a 50 años, sea inolvidable. @mundiario 

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