El sector financiero español en los últimos 30 años: de la aristocracia al oligopolio

Banca en España.
Banca española.

El sector financiero en 1984 mostraba una situación de competencia casi perfecta, pero los procesos de fusión en los bancos y la desaparición de las cajas conducen hoy al oligopolio.

El sector financiero español en los últimos 30 años: de la aristocracia al oligopolio

El sector financiero en 1984 mostraba una situación de competencia casi perfecta, pero los procesos de fusión en los bancos y la desaparición de las cajas conducen hoy al oligopolio.

1984 es un año cuyo recuerdo trasciende al anterior o al posterior gracias a la novela escrita por George Orwell y que así se titula. Se cumplen treinta años y por aquel entonces el sistema político que definía el autor, la tiranía, estaba vigente en gran parte del globo, bien en el bloque soviético, en las dictaduras sudamericanas o en las teocracias musulmanas. En la actualidad tal régimen solo sigue mostrándose con crudeza en esas últimas y son toleradas quizás porque, como Orwell describía, funcionan al estilo del ministerio de la Abundancia, responsable  de los asuntos relacionados con la economía, gracias a su petróleo.

Sin embargo, por lo que se refiere al sector financiero español en 1984 no existía nada parecido a una tiranía, quizás podríamos decir que imperaba el gobierno de la aristocracia, o el de los mejores en términos aristotélicos. Las cajas de ahorros eran las líderes en la captación de ahorros en sus territorios, aunque en cuota de mercado global no superarían a los bancos hasta 1993, gracias a las políticas expansivas facilitadas por la reforma del ministro Solchaga, plasmada en el Real Decreto 1582/1988, que les permitió la apertura de oficinas fuera de su territorio de origen. Esta nefasta medida sería uno de los factores determinantes de su reciente desaparición.

Por el lado de la banca, en el ranking de los diez principales las seis primeras posiciones las ocupaban entidades hoy inexistentes: Banco Central, Banco Español de Crédito, Banco Hispano Americano, Banco de Bilbao, Banco de Vizcaya y Banco Exterior de España. Había que descender al séptimo  puesto para encontrarnos al líder actual, el Banco Santander y un banco por entonces netamente gallego, el Pastor, ocupaba la décima posición.

En todo caso tanto los particulares como las pymes disponían de una amplia oferta bancaria y la competencia, sino perfecta, permitía la libre elección de entidad en el ámbito urbano e incluso en áreas rurales de lo más remoto.  

El proceso de concentración de la banca

La banca española de mediados de los ochenta salía de una crisis donde muchas entidades habían desaparecido, como la práctica totalidad de la banca industrial o los bancos del grupo Rumasa. Aun así a las pequeñas empresas y clientes particulares, se les ofrecía una amplia oferta concretada en ocho grandes bancos con implantación estatal, cinco bancos regionales líderes en sus mercados, como eran el Pastor, Sabadell, Guipuzcoano, Herrero y Zaragozano, además de numerosas entidades de menor dimensión, como era el caso del Simeón, Crédito e Inversiones o Galicia.

El status quo se rompió cuando en 1988 Sanchez Asiaín y Pedro Toledo acordaron la fusión del Bilbao con el Vizcaya en el BBV, tras un frustrado intento de absorber a Banesto, lo que a la postre originaría el auge y caída de Mario Conde. Los siguientes movimientos se produjeron en 1991 cuando, primero, se fusionaron el Central con el Hispano en el BCH y, segundo, cuando la banca pública, con el Banco Exterior de España y Caja Postal como principales marcas de banca comercial, se concentró bajo la marca Argentaria. Mientras el Santander era el único que se comía el mercado gracias a una agresiva política comercial concretada en productos como la Supercuenta, la Superhipoteca o los Superfondos.

No fue hasta 1999 cuando el proceso de concentración de los bancos se culmina. En primer lugar se posicionó el Santander  cuando se merienda literalmente al BCH, a lo que respondió el BBV fusionándose con Argentaria creando el BBVA. En resumen, de seis grandes bancos pasamos a solo dos y se abre una enorme brecha entre ambos y el siguiente en el ranking, el Popular, el único que no participó en el referido proceso de concentración.

El proceso de eliminación de las cajas de ahorros

En 1995 La Caixa compró el Banco Herrero y la banca entró en estado de shock. De repente se dieron de bruces con la realidad más cruenta, aquellas modestas entidades de carácter local o regional, que solo le incordiaban con la libreta y la hipoteca, podían comprar un banco, pero ¡un banco no podía comprar una caja de ahorros!. El lobby bancario, representado por su organización patronal, la AEB, inició la presión sobre Gobierno y Supervisor y lo que en un principio fue nerviosismo, terminó siendo pánico cuando verificaron que, una vez que las cajas ya les habían superado en volumen de depósitos, en 2004 sucedía lo mismo con los créditos a clientes.

Cuando la burbuja inmobiliaria explotó en 2008 y poco después algunas de las cajas de ahorros entraron en default por su elevada concentración en ese sector, patronal bancaria, Gobierno y Banco de España adivinaron la luz al final del túnel. En sucesivos movimientos legislativos y normativos se cargaron todo el sector de las cajas de ahorros, no solo las contaminadas por la crisis, sino incluso aquellas que presentaban los mejores ratios de solvencia del conjunto del sector financiero, como era el caso de las cajas vascas, las únicas que no habían desarrollado una política de expansión territorial agresiva. Botín y González, presidentes de Santander y BBVA, gracias a la mediación de Zapatero, Solbes y, muy especialmente, Miguel Angel Fernández Ordoñez, habían logrado su objetivo. Todas las cajas se convertían en bancos y así se eliminaban las barreras existentes para la captación del mercado financiero de créditos y depósitos hasta el momento cautivo en manos de las cajas.

El oligopolio financiero

Define Ramón Tamames un oligopolio como la forma de mercado en la cual un reducido número de ofertantes controla la mayor parte de la oferta, manteniéndose una cierta competencia que va ligada a la existencia de marcas. Tenemos varios ejemplos que afectan a todo ciudadano como lo son las eléctricas, petroleras o telefonía, en los cuales más de una vez el Tribunal de la Competencia ha tenido que sancionarles por pactos de precios y, por consiguiente, limitación a la competencia. 

En la banca se ha consolidado un oligopolio. Lo demuestra que en 1984 el líder, Banco Central,  solo multiplicaba por seis en tamaño al décimo en el ranking, Banco Pastor, mientras que en 2014 el líder, Banco Santander, multiplica por veinte al décimo,  Ibercaja. Es más, incluso la cuarta entidad, Bankia, duplica a la quinta, Banco Sabadell. Una ciudad de las de menor tamaño no contará con más oficinas que las de las seis mayores entidades y, quizás, una o dos de las antiguas cajas, si se ubicase en áreas como Andalucia, Aragón, Asturias o Galicia. La competencia se ha reducido drásticamente y, como en las gasolineras, compraremos marca, pero a costa de unas políticas comerciales idénticas en las que se unificarán al alza las comisiones, tipos de interés de los créditos y la remuneración de los depósitos.

En mi opinión el proceso no está finalizado. Alguna de las grandes entidades es débil en determinados mercados, como es el caso del Santander en Cataluña o La Caixa en Galicia. No sería descartable que a cinco años vista el abanico se reduzca todavía más y que entidades como el Popular, Banco Mare Nostrum, Liberbank o Abanca refuercen el oligopolio a favor de Santander, BBVA y La Caixa. En este sector se cumplía la máxima del economista alemán E.F. Schumacher “Lo pequeño es hermoso”, pero la historia nos ha demostrado que su poder e influencia implica una tendencia a la concentración que las autoridades no han sabido, mejor, querido, impedir.

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