Felipe VI comenzó con un atentado a las libertades y Rajoy, con una metedura de pata

El acto de juramento de Felipe VI.
El acto de juramento de Felipe VI.

El Rey comenzó con un grave atentado a las libertades de los ciudadanos que juró respetar. Rajoy incrustó indebidamente a su mujer en un acto institucional entre las autoridades del Estado.

Felipe VI comenzó con un atentado a las libertades y Rajoy, con una metedura de pata

El reinado de Felipe VI comenzó con un grave atentado a las libertades de los ciudadanos que juró respetar. Mariano Rajoy incrustó indebidamente a su mujer en un acto institucional entre las autoridades del Estado.

Estoy seguro de que él no tiene la culpa. Pero el reinado de Felipe VI ha comenzado con un grave e innecesario atentado contra las libertades que ha jurado respetar. Y al mismo tiempo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se saltaba a la torera la norma jurídica que regula la presencia de las autoridades en los actos de Estado, al colocar a su señora (que oficialmente no es nada: no existe en España más primera dama que la Reina) entre él mismo y el presidente del Congreso en un acto oficial, no social.

La actuación policial contra todas aquellas personas que exhibían símbolos republicanos, la amenaza de tomar nota de los edificios en que apareciera alguna enseña, y la contundencia represiva ha sido una absurda e innecesaria medida, cuyo efecto es el contrario del perseguido.

El artículo 20 de la Constitución española reconoce y protege el derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa. Y el artículo 16  garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.

¿Por qué se criminalizaron a priori las manifestaciones republicanas? Nada que objetar si se tomaban medidas contra actos hostiles manifiestos o violentos. Pero unas cuantas banderas y unos cuantos gritos en la calle no iban a asustar a Felipe, sino recordarle que hay españoles que no aceptan la institución que representa. Y por reprimirlos no van a dejar de existir.

El artículo 21 de la Constitución  reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa. Parece bastante claro que los españoles reprimidos o censurados sufrieron el quebranto de sus derechos constitucionales de manera harto grave. 

El espectacular despliegue policial era más que suficiente resguardo para prevenir y atajar cualquier acto que más allá de la mera manifestación sonora o plástica pretendiera perturbar el orden público. Pero la represión preventiva ha sido particularmente odiosa e innecesaria.

Metedura de pata de Rajoy

Pero casi fue peor la ridícula metedura de pata de Rajoy, que está obligado a cumplir el Real Decreto de Precedencias del Estado, ahora modificado para la recolocación de los reyes salientes. Rajoy y el jefe de Protocolo del Gobierno saben que, tras los reyes y los miembros de la familia real, va él mismo, seguido del presidente del Congreso de los Diputados.  ¿Cómo intercala a su esposa relegando al titular del Parlamento, como si esta señora fuera un cargo público en un momento especialmente solemne para el Estado? Una chapuza y un desastre. Para llevar a la esposa, ya están los actos sociales, como la recepción posterior a la proclamac ión.

Pero de estos episodios hay antecedentes, como cuando la ahora alcaldesa de Madrid, siendo Aznar presidente del Gobierno, acompañó a este a un viaje oficial a Cuba, en el que participaban los Reyes. La mujer Aznar se otorgó estatuto de segunda dama y hasta hubo que hacerle una agenda oficial de visitas paralela a la de la discreta reina. Por lo visto a las señoras del PP les gusta figurar, hasta cuando no deben.

Letizia, sentada mientras sonaba la Marcha Real
Hubo otros fallos, que se comprenden, como cuando Letizia se quedó sentada en el coche que los conducía al Palacio de Oriente, mientras sonaba la Marcha Real y el nuevo monarca saludaba.
Pero todo eso ya es historia.

 

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