Tras el nuevo paquete de medidas del BCE, es el turno de los gobiernos de Europa

El BCE ha puesto toda la carne en el asador por la recuperación justo cuando se renueva el organigrama de la UE. ¿Qué podemos esperar de los nuevos políticos comunitarios? 

Tras el nuevo paquete de medidas del BCE, es el turno de los gobiernos de Europa

Lejos han quedado las llamadas procedentes de Alemania a los jóvenes desempleados españoles. De manera algo prepotente y paternalista, se enfatizaba, por ejemplo, la necesidad de reclutamiento urgente de miles de ingenieros. La auténtica capital de Europa hacía gala de una confianza ciega en su economía y abrazaba la anhelada irrupción de un nuevo ciclo de crecimiento.

El escenario anterior ha saltado por los aires. Con Alemania estancada y Francia e Italia en recisión, la incertidumbre se vuelve a imponer en el ambiente general. Paradójicamente, las críticas a la política económica llegan de la sociedad civil, en formas diversas, pero apenas se escuchan en la esfera comunitaria oficial. La receta parece la misma aún cuando su aplicación haya agravado severamente el cuadro clínico del enfermo.

La esperanza del BCE

Mario Draghi parece la única cabeza bien pensante en el entramado dirigente de la Unión Europea. En Junio había lanzado un paquete de medidas expansivas advirtiendo que en doce meses revisaría su resultado por si era conveniente intensificar la acción del banco central. Tres meses han bastado para convencerlo de la necesidad de una nueva intervención.

El presidente del BCE se muestra preocupado por el nulo crecimiento en Europa y por una inflación inexistente. No olvidemos que la subida de precios se revela un elemento fundamental para reducir el peso de la deuda, tanto pública como privada.

Veamos en qué consisten las nuevas medidas:

  • > Rebaja del tipo de intervención, que pasa del 0,15% al 0,05%. Se trata sobre todo de confirmar las intenciones del banco central pues el efecto real será mínimo. Los tipos de interés que aplican las entidades financieras se han disociado hace ya tiempo de los tipos oficiales así que esta rebaja apenas tendrá consecuencias en la operativa bancaria.
  • > Los depósitos de las entidades en el BCE aumentan su insólita penalización. Pasan de una “retribución” del – 0,1% al – 0,2%. Esta nueva vuelta de tuerca a la tesorería de las entidades financieras estimulará su inclinación hacia la inversión, aunque posiblemente no lo haga de una forma transcendente.
  • > Y ahora llega lo bueno: el BCE adquiere el compromiso de comprar deuda privada, es decir, emitida por los propios bancos europeos. Es cierto que tenía abierta una línea de liquidez a coste ínfimo, pero también que como colateral (o garantía) solo admitía deuda soberana. De este modo, las entidades financieras captaban fondos del BCE con los que compraban deuda pública, que a continuación utilizaban para acceder a la barra libre de liquidez del banco central. En consecuencia, el crédito seguía sin fluir. Recordemos que desde 2008, el mercado interbancario, fuente tradicional de fondos de las entidades financieras (sobre todo españolas), se encuentra inoperativo.

A partir de octubre, el BCE admitirá títulos emitidos por las entidades financieras con la garantía de sus hipotecas así como de los créditos de garantía personal (a empresas, por ejemplo), los llamados ABS (asset-backed securities). Esta medida sí puede convertirse en un estímulo para la financiación privada pues ahora los bancos podrán utilizar sus créditos para captar liquidez. De paso, con más euros en el mercado, el tipo de cambio de la divisa europea disminuirá lo que apoyará la contribución de las exportaciones al crecimiento.

¿Y el resto de políticas?

Dragui lo ha advertido claramente. La política monetaria tiene un ámbito de actuación e impacto limitado. No siempre surte el efecto deseado o, al menos, en la dimensión requerida. Al BCE le queda ya poco margen de maniobra como no sea penalizar directamente el retraimiento del crédito o convertirse en financiador final al cual se puedan dirigir las empresas directamente. Lo que se conoce como banca pública, algo que no veremos en esta Europa, sin duda.

El economista italiano insiste en la conveniencia de porfiar en las reformas y en la necesidad de diseñar una nueva política fiscal. El primer mensaje intenta sonar “políticamente correcto”, esa es su finalidad. Creo que debería solicitar más bien una aceleración del proceso de unificación económica, financiera y fiscal en la Unión Europea. Las diferencias internas provocan dificultades e incertezas de todo tipo.

Insiste también en una nueva política presupuestaria, más laxa con los déficits y más expansiva. Es imprescindible estimular el consumo y la inversión interna, en especial cuando la demanda exterior presenta nuevos signos de interrogación. El empecinamiento casi enfermizo en las políticas regresivas y contractivas solo puede obstaculizar la recuperación. El nuevo líder de la Comisión Europea, el conservador Juncker, parece convencido, quizás de manera sorprendente, y propone jugar la baza de la inversión. Alemania, y esto ya no sorprende tanto, le pone la proa. Francia apoya a Alemania. Del resultado de este tira y afloja dependerá en buena parte la evolución económica del continente.

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