La 'ley trampa' de las SAD, el juego de cartas marcadas que mató el romanticismo

Vista parcial del Camp Nou, estadio del F.C. Barcelona. / Mundiario.
Vista parcial del Camp Nou, estadio del F.C. Barcelona.

Un cementerio de conjuntos históricos desaparecidos y otros equipos que sobreviven a duras penas y marcados por la incertidumbre cada temporada es el bagaje de esta legislación.

La 'ley trampa' de las SAD, el juego de cartas marcadas que mató el romanticismo

De aquellos barros, estos lodos... Así podría definirse la situación actual de muchos de los equipos de fútbol que conforman la escena nacional tras la 'ley trampa' que el Gobierno dirigido por Felipe González ideó allá por 1990 (aunque fue desarrollada nueve años más tarde) para obligar a los clubes deportivos a convertirse en sociedades anónimas deportivas si actuaban en categoría profesional (1ª y 2ª División, en el caso del fútbol).

 

Y digo 'ley trampa' porque los legisladores jugaron entonces con cartas marcadas, con unas reglas confeccionadas a medida de los grandes, Real Madrid y F.C. Barcelona, con disposiciones adicionales que permitían excepciones a aquellos clubes que presentasen saldos positivos en las cuatro campañas anteriores, algo al alcance de muy pocos, pese a que la deuda del fútbol por aquel entonces era infinitamente menor a la actual. Disposición a la que también se agarraron Athletic Club y Club Atlético Osasuna.

 

Lo cierto es que las conversiones dejaron y están dejando un paisaje desolador en nuestro fútbol, que ahora es moderno y ya no es romántico. A sus espaldas, un cementerio de conjuntos históricos desaparecidos y otro ramillete de equipos que sobreviven a duras penas y marcados por la incertidumbre cada temporada.

 

La ley también ha servido para que decenas de especuladores ajenos al mundo del fútbol (muchos de ellos condenados a la postre por corruptelas varias) hayan viajado de ciudad en ciudad buscando, cual ave carroñera ávida de animales en descomposición, una oportunidad de negocio que en muchos de los casos y al unísono ha alejado de las gradas a fieles aficionados. No se trata de una cuestión de terminología entre 'socio' y 'abonado', sino de un sentimiento generalizado de pertenencia que ya no es tal.

 

La “mejora de la transparencia económica y jurídica de las empresas que operan en el mundo del deporte profesional” pretendida por esta ley es un insulto a la razón cuando la misma permite que los dos clubes que mueven la mayoría del dinero del fútbol profesional en toda España sigan funcionando como asociaciones deportivas no mercantiles y, por ende, con reglas distintas que favorecen oscurantismos tales como las ya famosas recalificaciones y permutaciones de terrenos.

 

Estoy convencido de que, en el universo futbolístico, alguien dentro de unos años acuñará una expresión similar a “La era de las refundaciones” para referirse a las últimas temporadas de desapariciones y liquidaciones de sociedades. El juego de cartas marcadas ha roto la magia, ha resultado ser macabro.

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