Thomas Piketty planta cara a los ricos y encuentra voz en EE UU para una idea europea

Thomas Piketty con su nuevo libro.
Thomas Piketty con su nuevo libro.

A pesar de que en Europa hay elecciones, la voz de este audaz economista francés tiene más eco en Estados Unidos que en su país o en cualquier otro socio de la UE.

Thomas Piketty planta cara a los ricos y encuentra voz en EE UU para una idea europea

A pesar de que en Europa hay elecciones, la voz de este audaz economista francés tiene más eco en Estados Unidos que en su país o en cualquier otro socio de la UE.

Paul Krugman, profesor de Economía en Princeton y premio Nobel de 2008, ha escrito un artículo en The New York Times sobre el nuevo libro del economista francés Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI, al que califica de ser "un prodigio de honestidad". La contribución de Piketty contiene una erudición auténtica, capaz de hacer cambiar la retórica, según Krugman, que ante tal eventualidad ve a los economistas conservadores aterrorizados.

Las sociedades occidentales anteriores a la Primera Guerra Mundial estaban dominadas por una oligarquía cuya riqueza era heredada, y el libro del galo Piketty argumenta de forma convincente que estamos en plena vuelta hacia ese estado de cosas.

Thomas Piketty señala que sufrimos un pronunciado aumento de la desigualdad. Pero, como observa el propio Krugman, lo más novedoso no es eso, sino la manera en que echa por tierra el más preciado de los mitos conservadores: el empeño en que vivimos en una meritocracia en la que las grandes fortunas se ganan y son merecidas.

A pesar de que en Europa hay elecciones este mismo mes de mayo, la voz de este audaz economista francés tiene más eco en Estados Unidos que en su país o en cualquier otro socio de la UE, lo cual no parece aventurar un verdadero deseo de cambio en el viejo continente.

Dos líneas defensivas
Según Paul Krugman, durante el último par de décadas, la respuesta conservadora a los intentos por hacer del espectacular aumento de las rentas de las clases altas una cuestión política ha comprendido dos líneas defensivas:
negar que a los ricos realmente les vaya tan bien y al resto tan mal como les va
> y, si esta negación falla, afirmar que el incremento de las rentas de las clases altas es la justa recompensa por los servicios prestados.
No les llamen el 1 % o los ricos; llámenles "creadores de empleo", ironiza el profesor de Princeton.

 

¿Cómo se puede defender esto si los ricos obtienen gran parte de sus rentas no de su trabajo, sino de los activos que poseen? ¿Y qué pasa si las grandes riquezas proceden cada vez más de la herencia, y no de la iniciativa empresarial? Piketty muestra que estas preguntas no son improductivas, al tiempo que siembra temores entre los conservadores, que temen que si sus ideas prosperan puede elevarse la presión fiscal sobre los ricos.

Thomas Piketty propone, por ejemplo, aumentar la presión fiscal soportada por las rentas altas hasta niveles del 80 %. A esto uniría un impuesto a la riqueza que llegaría al 10 % anual entre las principales fortunas de cada país. De hecho, propugna que este gravamen tenga carácter global, aplicándose en todos los países del mundo, y se muestra a favor de incrementar el gasto público hasta niveles del 66 % del PIB. Según explica, las Administraciones de hoy en día solo consumen la mitad del ingreso nacional, por lo que propone organizar de forma eficiente un Estado que maneje recursos por valor de dos tercios del PIB.

La derecha descalifica a Thomas Piketty, por supuestamente marxista o colectivista, pero no desmonta sus teorías, que es lo sustancial. Otros, como The Wall Street Journal, enlazan sus demandas con una fiscalidad progresiva como medio de limitar la concentración de la riqueza. Paul Krugman tiene clara su conclusión final: el pánico a Piketty muestra que a la derecha se le han acabado las ideas.

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