¿Están los españoles condenados a la televisión del espectáculo?

Sonia Castedo.
Sonia Castedo.

Han ido desapareciendo de las pantallas los analistas sosegados y con conocimiento de la realidad y han sido substituidos por individuos sin más mérito que su capacidad vociferante.

¿Están los españoles condenados a la televisión del espectáculo?

Han ido desapareciendo de las pantallas los analistas sosegados y con conocimiento de la realidad y han sido substituidos por individuos o individuas sin más mérito que su capacidad vociferante.

Cuentan que la ex alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, tiene todas las papeletas para ser tertuliana fija en una televisión de ámbito nacional.

No seré yo quien le ponga un pero a esa forma de ganarse la vida. Vistos los especímenes que abundan en nuestras teles, sin otro mérito que haberse acostado con alguien o ser amigo de quien presume de haberse acostado con alguien, cualquier analfabeto puede dar lecciones de moral y hasta de física cuántica a través de nuestros televisores.

Ésa es la única pega que le encuentro a la nueva tertuliana. Por su majeza, habilidad dialéctica, presencia física y capacidad verbal, seguro que puede darle sopas con honda a cualquiera. Pero no se debe a eso su fichaje, sino a su múltiple presunción delictiva, a su diversa imputación judicial y, en definitiva, al morbo de ser posiblemente una chica mala –y no se me entienda retorcidamente— con ganas de ajustar cuentas con tirios y troyanos.

Es que en eso, y solamente en eso, se ha convertido la comunicación audiovisual. Día a día, de forma imperceptible, han ido desapareciendo de las pantallas los analistas sosegados y con conocimiento de la realidad y han sido substituidos por individuos o individuas sin más mérito que su capacidad vociferante. Tanto, que en su griterío superpuesto uno no acaba de entender a ninguno de ellos.

En esta televisión del espectáculo a la que estamos condenados, si sólo dependiese de los canales respectivos, acabarían como contertulios asesinos múltiples u otros delincuentes contumaces. Y no exagero, ya que en algunos países han debido dictarse normas restrictivas al respecto.

Con esto no quiero hacer ninguna crítica a la nueva tertuliana —inocente de todos los cargos, mientras no se demuestre lo contrario—, pero sí a una tele que está visto que no pretende explicar las cosas, sino enmarañarlas.

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