Elecciones en América Latina: ¿alternancia, cambio, continuidad o ruptura?

La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner.
La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner.

En Argentina tuvieron lugar las elecciones provinciales y presidenciales. Hay amplias posibilidades de cara a la segunda vuelta para elegir al sucesor de Cristina Fernández de Kirchner. 

Elecciones en América Latina: ¿alternancia, cambio, continuidad o ruptura?

En Argentina tuvieron lugar las elecciones provinciales y presidenciales. Hay amplias posibilidades de cara a la segunda vuelta para elegir al sucesor de Cristina Fernández de Kirchner.

Un domingo intenso vivieron Guatemala, Colombia y Argentina. En Guatemala se refrendó, en segunda vuelta electoral, al que será el nuevo presidente del país, elegido por amplia diferencia tal y como lo anticiparon los sondeos. En Argentina tuvieron lugar las elecciones provinciales y presidenciales, con resultados sorprendentes que otorgan amplias posibilidades a la oposición de cara a la segunda vuelta para elegir al sucesor de Cristina Fernández de Kirchner. En Colombia, las elecciones locales y regionales fortalecieron a la coalición de gobierno, mientras que, la izquierda perdió la capital del país luego de 12 años de administración.

En Guatemala la ausencia de propuestas concretas delineó el ambiente electoral de las últimas semanas. Jimmy Morales, surgido en medio de la fuerte crisis política-institucional, candidato  del Frente de Convergencia Nacional (FCN) triunfó frente a Sandra Torres de Unidad Nacional de la Esperanza (UNE).

La presencia de Morales oxigena en lo inmediato, pero genera dudas respecto al futuro próximo de Guatemala

 

Morales no tiene trayectoria política ni partidista y supo canalizar el agotamiento de la ciudadanía frente a la corrupción y a los partidos tradicionales. El licenciado en Administración de Empresas, comediante, evangélico y cercano a militares cuestionados, le apostó en su discurso de campaña a la lucha contra la corrupción. Su presencia oxigena en lo inmediato, pero genera dudas respecto al futuro próximo del país, acude a la emoción, exacerba el sentir nacionalista, apela a sus creencias religiosas y a las referencias familiares.

Sandra Torres está sostenida en “la red clientelar rural creada durante el gobierno de su exmarido”, construyó una imagen populista y un discurso afincado en el resentimiento social cuando fungía como primera dama durante el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012). Como candidata matizó su discurso y quiso mostrarse confiable para todos los sectores, exaltó su labor social por las poblaciones vulnerables, pero aun así, no le alcanzó.

La ciudadanía ha sido contundente en su elección. Morales, que asumirá el próximo enero, duplicó los votos de su rival, alcanzó el 67,43% que equivale a 2.749.634 votos;  Torres obtuvo 32,57%,  1.327.976 votos. La diferencia entre Morales y Torres, pese a la baja participación, fue de 1.421.658 votos.

¿Son confiables los candidatos que apelan a la ruptura y a la “antipolítica”? La necesidad de sanear y renovar las estructuras internas de los partidos tradicionales, así como el hastío de la sociedad frente a la corrupción de las élites políticas no supone que aquello que se presenta como nuevo, frente a los viejos métodos y la vieja política, vaya a ser mejor que lo existente. Castigar los excesos de los partidos tradicionales votando a outsiders no anticipa la transformación política, social y cultural de un país. Tal y como lo observó el analista Rogelio Núñez en días previos a la elección: “Guatemala afronta importantes retos en el futuro próximo tanto en el terreno institucional, como en el político así como en el socio-económico. Pero ni Jimmy Morales ni Sandra Torres parecen tener las ideas muy claras en cuanto a cómo afrontar y canalizar el amplio deseo de cambio social que tiene el país”.  ¿Se convertirá Morales en un gobernante al estilo de Rafael Correa? Solo el tiempo lo dirá.

Hay evidencias del enorme deseo de cambio en la sociedad argentina

 

Al sur del continente las elecciones presidenciales y provinciales se siguieron con especial atención e interés. Los resultados han sido impactantes, la derrota de Cristina Fernández de Kirchner, al menos en este primer tiempo y pese a jugar con la cancha inclinada en su favor, evidencia el enorme deseo de cambio en la sociedad argentina.

Las cuestiones procedimentales han sido llamativas, los candidatos dieron sus discursos antes de conocer los resultados, en razón de la falta de celeridad en el conteo de los votos, sumarle a esto, el muy reprobable y anticipado triunfalismo de los medios oficialistas que dieron por ganador en primera vuelta y con diferencia de más de 12 puntos a Daniel Scioli. Todos estos eventos que en un país serio no tendrían lugar, allí suceden con normalidad, el candidato del gobierno ya era ganador en primera vuelta cuando todavía no se emitía el primer boletín por parte del organismo encargado. No obstante, ha sido la imprecisión y equivocación de las firmas encuestadoras, lo que más llamó la atención en las horas posteriores a la elección. Éstas, habían aproximado una altísima ventaja del candidato oficialista y no era clara la posibilidad de una segunda vuelta, pero ocurrió lo contrario, la distancia entre Mauricio Macri y Daniel Scioli fue bien corta y el balotaje es incuestionable.

Casi sobre la media noche y pasadas seis horas de mutismo, se conocieron los primeros datos oficiales, con el 68% de los votos escrutados el opositor de la coalición Cambiemos, Mauricio Macri, lideraba la contienda con 36%, seguido de Daniel Scioli con 34%. Finalmente, Macri quedó a dos puntos de Scioli, con un 34% frente al 36% del candidato peronista-kirchnerista. De los otros candidatos, el más representativo es el peronista disidente,  Sergio Massa, quien logró el 21% de los votos, su caudal electoral será decisivo el 22 de noviembre. Las derrotas de la noche no terminaron ahí, la candidata macrista, María Eugenia Vidal, logró la gobernación de la provincia de Buenos Aires, cargo que desempeña actualmente Daniel Scioli. El elegido para suceder a Scioli, con la bendición presidencial, era el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Eso pensaban ellos, los bonaerenses decidieron otra cosa.

Analistas, periodistas y ciudadanos continuaron atendiendo los reportes de las horas siguientes, no era para menos, los sucesos acaecidos en Argentina durante este año, no permiten conciliar el sueño con tranquilidad y tienden un manto de escepticismo sobre el apego de la élite gobernante a la legalidad y a los procedimientos democráticos. Una parte importante de la sociedad cumplió con su deber ciudadano al fiscalizar las mesas de votación y evitar de ese modo que ocurriera el fraude electoral, ahora se aguarda con ansiedad la cita del 22, ese día los argentinos decidirán, con todo lo que esto implica, entre el cambio y la continuidad, nada menos.

El escenario colombiano es favorable al vicepresidente Germán Vargas Lleras

 

Finalmente, en Colombia se celebraron elecciones locales y regionales, resultaron electos 1.102 alcaldes, miles de concejales, diputados de asambleas regionales, ediles de las Juntas Administradoras Locales y 32 gobernadores para un periodo de cuatro años. Una vez más, las alianzas cuestionables, los líderes de pasado e incluso presente turbio, las tradicionales redes clientelares en que se mueven los partidos políticos y las élites –caciques- de los diferentes departamentos que conforman la geografía nacional. La Misión de Observación Electoral –MOE- registró casos de compra y venta de votos; constreñimiento al elector; irregularidades en publicidad y medios de comunicación. La MOE, pese a los eventos que alteraron la jornada electoral en algunos municipios, reiteró que: “estas elecciones han sido las más pacificas en términos del impacto que los grupos armados tienen sobre el proceso electoral”.

Los resultados de la jornada permitieron, gracias a las alianzas y a los avales otorgados, el posicionamiento de los partidos Liberal y Cambio Radical, fuerzas políticas que acompañan al gobierno de Juan Manuel Santos. Este escenario es favorable al vicepresidente Germán Vargas Lleras en su futura aspiración presidencial (2018). Los movimientos que conforman la coalición de gobierno alcanzaron 28 de las 32 gobernaciones, mientras que, las posiciones más radicales, a derecha y a izquierda del espectro político, han sufrido derrotas ostensibles.

El Centro Democrático, colectividad del expresidente Álvaro Uribe, logró resultados muy modestos en lo que respecta a alcaldías y gobernaciones, eso sí, en zonas de histórica presencia de las FARC. Sorprendió la derrota en Medellín, ciudad natal del expresidente y la que se suponía, era su área de mayor influencia.

Bogotá cambia de color
La izquierda ha perdido Bogotá –el segundo cargo más importante de elección popular en el país-. Luego de 12 años de gobernar la capital de Colombia, el agotamiento de la ciudadanía ha sido contundente pese al elevado abstencionismo. El exalcalde Enrique Peñalosa (1998-2000), resultó electo con casi un millón de votos, ha dicho que hará un gobierno sin odios y que apostará a unir y no a dividir. El alcalde Petro señaló en días previos a las elecciones que, éstas serían la forma de medir su gestión. La arrogancia del alcalde ha sido castigada con una respuesta categórica.
Sí se suman los votos de los principales candidatos en Bogotá, Enrique Peñalosa, Rafael Pardo y Francisco Santos se tienen más de dos millones de votos en oposición a la izquierda, mientras que la candidata del Polo Democrático, Clara López, fue respaldada por casi 500 mil electores. La factura a la izquierda, por motivos de corrupción con el exalcalde Samuel Moreno, así como el populismo del actual alcalde, le ha costado a la izquierda su permanencia en la capital.
La izquierda en América Latina enfrenta una tarea de gran envergadura, replantear sus posiciones radicales, rupturistas e inconducentes, deberán reinventarse sí pretenden jugar algún papel en los comicios venideros. Los procesos electorales que han tenido lugar este domingo, confirman, más allá de las altas tasas de abstención en Guatemala y en Colombia, que existe un creciente deseo de cambio en las sociedades, lo que anuncia el giro político gradual a la llamada ola de izquierda latinoamericana emergida en los primeros años del siglo XXI y que degeneró en modelos populistas y autoritarios en diferentes países de la región.

 

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