¿Deberías de dejar de ver pornografía? Análisis en clave actual, sin olvidar la tradición

Pareja en actitud sexual.
Pareja en actitud sexual.

En la actualidad proliferan los estudios y las opiniones acerca de cómo la pornografía afecta a sus consumidores habituales, tanto en sus actitudes como en su conducta sexual efectiva.

¿Deberías de dejar de ver pornografía? Análisis en clave actual, sin olvidar la tradición

Tradicionalmente las posturas ideológicas que cuestionaban la industria pornográfica se centraban más en cuestiones morales, religiosas o de degradación personal, fundamentalmente de la mujer. Sin embargo, en la actualidad proliferan los estudios y las opiniones acerca de cómo la pornografía afecta a sus consumidores habituales, tanto en sus actitudes como en su conducta sexual efectiva.

La pornografía es un término definido por la Real Academia de la Lengua (RAE) mediante las siguientes tres acepciones: como carácter obsceno de obras literarias o artísticas, como obra literaria o artística de este carácter o, finalmente, como tratado acerca de la prostitución.

Reproduzco intencionalmente estas tres acepciones porque me resultan particularmente útiles para el enfoque que quiero dar a este análisis para MUNDIARIO.

La proliferación de contenidos pornográficos

La revista The Economist viene publicando últimamente una serie de extensos artículos  sobre pornografía, sobre todo contraponiendo la industria pornográfica tradicional al auge de la pornografía en la red.  Uno de estos artículos, titulado “A user´s manual” se enfoca más bien a los usuarios que hacia el mero análisis moralista o económico de la cuestión. Es decir, se realiza un mayor énfasis en los efectos que podría tener, según diversos estudios, la pornografía en los consumidores habituales de la misma (mayoritariamente hombres, adultos y adolescentes), tanto en su propia salud mental, como en actitudes frente al sexo y su conducta sexual efectiva.

Hay varios datos que han llamado poderosamente mi atención. El primero es más bien una cuestión de facto, ya que la proliferación de contenidos pornográficos en internet ha motivado que el porno comercial haya adoptado una deriva hacia contenidos más fuertes, lo que se conoce como hardcore, o que son más degradantes y/o escatológicos

Este hecho en sí no es una cuestión baladí, teniendo en cuenta además, el relativamente sencillo acceso que se tiene a este tipo de contenidos desde multiplicidad de dispositivos tecnológicos,tanto si hablamos de un público adulto como de jóvenes e, incluso, adolescentes.

De la cuestión moral o de género al efecto en el consumidor

Por otra parte, tradicionalmente las posturas ideológicas que cuestionaban la industria pornográfica, se centraban más en cuestiones morales, religiosas o de degradación personal, fundamentalmente de la mujer. Sin embargo, en la actualidad proliferan los estudios y las opiniones acerca de cómo la pornografía afecta a sus consumidores habituales, lo cual viene a ser algo similar a lo que tradicionalmente se hizo en Psicología Social con la exposición regular a la violencia en los medios y la conducta agresiva posterior. En el propio artículo mencionado anteriormente,se subraya la dificultad a la hora de realizar estudios de este tipo con espectadores/consumidores de pornografía, debido al problema metodológico de exponer a un grupo experimental a un visionado de pornografía durante un determinado  período de tiempo y contraponerlo a un grupo control, al que no se somete a dicho visionado (y que, se supone, tampoco lo hace fuera del estudio). Esta dificultad, además, se convierte en un problema ético cuando se pretende llevar a cabo un estudio con adolescentes.

En los años ochenta, se llevaron a cabo estudios basados en este tipo de metodología como el de Neil Malamuth de la Universidad de California (UCLA) en 1986, el cual puso de manifiesto que la exposición a pornografía violenta endurecía las actitudes misóginas, quizás porque ésta las normalizaba, aunque esto sucedía mayoritariamente en aquellos hombres que ya las tenían. En definitiva, hallaron que la pornografía degradaba a las mujeres, causaba violencia sexual y dañaba a los adolescentes, constituyendo un peligro para la salud pública.

Efectos de la pornografía en adolescentes y adultos

A pesar de que el contenido de los vídeos pornográficos tiene la calificación de no apto para menores de edad, un estudio paneuropeo llevado a cabo en 2010, sugería que un 14% de los menores de 9 a 16 años, habían visto contenidos pornográficos durante el año anterior y, probablemente, estas cifras estén infraestimadas.

El potencial peligro en esos tramos de edad es la imagen de normalidad que adquieren ciertos tópicos del porno, que se van interiorizando desde edades temparanas tras la exposición al mismo, como los denominados gang bangs (sexo en grupo), prácticas escatológicas o violentas, así como el sexo anal.

Sin ir más lejos, en un estudio llevado a cabo el pasado año por la Universidad de Londres donde se entrevistaba a jóvenes de 16 a 18 años, en grupo e individualmente, tanto chicos como chicas coincidían en señalar que el sexo anal resultaba placentero para los hombres y doloroso para las mujeres.

A pesar de ser conscientes de ello, la mayoría de los chicos afirmaban haber presionado a sus novias para llevarlo a cabo, y las chicas afirmaban haber sido presionadas o incluso forzadas aún después de haber rechazado tales prácticas. En definitiva, el estudio muestra que el porno genera un deseo de sexo anal en los chicos, que no tiene en cuenta a su compañera sexual.

En cuanto a los adultos, en el plano psicológico, otros estudios sugieren que los consumidores habituales presentan problemas sexuales de distinta variedad, desde disfunciones eréctiles, problemas de libido, a algunos otros problemas sociales y médicos, como un incio sexual temprano, la consideranción del sexo como mero desahogo, abuso de alcohol y la coerción sexual a tercero. Sin embargo, de estos estudios no queda del todo claro qué viene antes, si el huevo o la gallina. Por su parte, el terapeuta sexual Ian Kerner en su práctica terapéutica descubrió que muchos varones con problemas sexuales eran consumidores habituales de porno en internet, algunos eran adictos. El tratamiento que les aplicaba consistía básicamente en que dejasen de ver pornografía y de masturbarse y, con ello, la mayoría solucionaban sus problemas eréctiles y su falta de libido.

La consideración de la pornografía como prostitución 

Decía al principo que la tercera acepción que nos ofrece la RAE del término “pornografía”, relaciona a ésta con la prostitución. En esta línea, cito textualmente una de las frases al respecto que más me ha impactado en los últimos tiempos:

"Me di cuenta de que al ver porno estaba tomando parte de una prostitución filmada". Esta frase la pronunció un hombre relativamente joven, el profesor Ran Gavrieli y no un moralista de ninguna religión. El propio Gavrieli se autodefine como ateo y desarrolla su labor como profesor de Estudios de Género y Educación Sexual de la Universidad de Tel Aviv, es un activista que escribe e imparte conferencias en diferentes partes del mundo. La labor académica y profesional de Gavrieli se centra, pues, en el estudio de la sexualidad y el impacto que la pornografía tiene en ésta, subrayando la relación directa entre pornografía, prostitución y trata de personas.

Gavrieli llegó a esta conclusión trabajando con ONGs de apoyo a las mujeres víctimas de prostitución ,trata y mujeres de la industria pornográfica.

¿Por qué he dejado de ver porno?
En esta conferencia subtitulada, Ran Gavrieli esgrime sus propias razones por las cuales en un momento dado, dejó de ver pornografía, de cómo ésta afectaba a sus relaciones sexuales y a la relación con sus compañeras sexuales. Asimismo, hace referencia los daños culturales producidos por ésta, las relaciones de poder que fomenta entre géneros y la violencia sexual que promueve. Por todo lo expuesto anteriormente, ¿debería plantearse cada cual cómo afecta la pornografía en sus actitudes y su sexualidad?

 

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