Lo del pequeño Nicolás es un nuevo episodio pintoresco que nos hará reír… o llorar

Felix-Sanz-Roldán.
Felix-Sanz-Roldán.

Nada trascendió del informe del general Sanz Roldán de la relación de Corinna con los servicios de inteligencia y de la presunta trama de espionaje político relacionada con Método 3.

Lo del pequeño Nicolás es un nuevo episodio pintoresco que nos hará reír… o llorar

Nada trascendió del informe del general Sanz Roldán de la relación de la falsa princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein con los servicios de inteligencia y de la presunta trama de espionaje político relacionada con Método 3.

Parece evidente que los españoles precisamos explicaciones más convincentes que las que nos vienen ofreciendo las instituciones implicadas en las trapacerías – o no- del llamado Pequeño Nicolás desde la Casa Real, la Moncloa o el CNI. En la medida que este sujeto va largando lastre y pruebas las cosas adquieren nuevos perfiles y alarmantes síntomas de la clase de Estado en que vivimos, del nivel de nuestros dirigentes y otras desoladoras evidencias.

En este sentido, uno de los personajes más curiosos de los que aparecen en las lucubraciones de peculiar sujeto es el general de Ejército Félix Sanz Roldán, jefe de eso que es el CNI. Debo confesar que no me tomo excesivamente en serio esto de nuestros servicios de inteligencia, sobre todo si los comparamos con los de otros países.

Conocí al general Sanz Roldán cuando vino a Pontevedra a dictar una conferencia dentro de la Cátedra Álvarez Ossorio que establecieron la Universidad de Vigo y la Armada. Era entonces el máximo grado de la cúpula de mando militar, es decir, JEME, o Presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor. ¡Casi nada!

Artillero, con infinidad de cursos y capacitaciones, con experiencia en misiones internacionales, es sin duda un hombre muy preparado y culto. Pero su conferencia fue decepcionante. Aparte de justificar la reducción de efectivos y la progresiva incorporación de lo que no dejan de ser mercenarios extranjeros a nuestros ejércitos (cosa por cierto muy del gusto de los Borbones, que siempre armaron regimientos de valones, irlandeses y otros para su guardia, porque por lo visto no se fiaban demasiado de los españoles), hubo dos detalles que me dejaron estupefacto.

Jamás imaginé que escucharía, como escuché, a un general español, defender con toda naturalidad “la cesión de soberanía” que supusieron los pactos de Franco con los Estados Unidos. Precisamente porque conocí y entrevisté al general Díaz Alegría, que fue el encargado por Muñoz Grandes de renovar los pactos con los americanos, y que, ante lo que él mismo calificaba de “tomadura de pelo”, rompió las negociaciones, ya que el gobierno de los Estados Unidos pretendía entregarnos como nuevo contingente la ayuda pendiente del convenio anterior.

Por otro lado, el citado general Saiz Roldán dijo algo que todavía me sorprendió más: lamentó que en el Ejército ya no hubiera cornetas. Se refería a la desaparición, por falta de efectivos, de las tradicionales bandas de guerra. Es curioso que el máximo responsable de mantener ciertas tradiciones lamentara que desaparecieran, cuando él mismo conserva otras, como ceñirse una faja roja cuando va de gala.

Cuando dejó de estar al frente de los ejércitos, este general fue puesto al mando de nuestros servicios de inteligencia, con los que parece haber coqueteado el joven aventurero.

Mi experiencia personal en esto de los secretos militares es bastante chusca, por decir algo, de modo que, en nuestro caso, me los tomo con cierto sentido del humor. Durante el servicio militar estuve destinado en la Secretaria del coronel del Regimiento de Infantería Zamora 8 en Ourense. Yo llevaba el registro de toda la documentación y escritos que entraban en aquella casa, salvo los “clasificados”, que se anotaban en libro aparte y llevaba un brigada. Pero en ausencia de éste, yo controlaba todo. Los “secretos” eran a veces cosas divertidas, recuerdo una instrucción especial que advertía a los oficiales (pero no a los demás) que debían observar los buques rusos o de los países comunistas (con los que hubiera relaciones comerciales) que atracaran en nuestros puertos y dar cuenta de lo que les llamara la atención. En Ourense nunca atracó ningún barco ruso que yo sepa, por lo que la orden era especialmente surrealista.

También nos llegaban los “santos y señas” para los centinelas de las guardias, pero a veces se olvidaban y tales órdenes me las inventaba yo, siempre con sentido del humor. Recuerdo que en una ocasión dicté esta: “La Virgen del Pilar dice// que no quiere ser francesa”.

Además de lo expuesto, tuve otra simpática relación con la “inteligencia militar”. En aquel tiempo, y supongo que ahora, existía en los cuarteles una institución llamada “SIM”, Servicio de Información Militar. En cada compañía, batería o escuadrón, se nombraba a dos soldados, sin que lo supieran entre sí, con la misión de informar periódicamente del “estado de opinión de la tropa”. Era algo delicado, pero al estilo español. Yo conocía a uno de estos topos, quien muy a su pesar había sido designado por ser hombre serio. Y el pobre no sabía qué hacer, porque aparte de carecer de vocación de espía, realmente, nada tenía que contar.

Me expuso su problema y lo resolví. Cada mes, yo redactaba para él un informe disparatado, donde daba cuenta de que en la compañía tal sólo se hablaba de tres cosas: fútbol, mujeres y del campo. Primorosamente redactado, aquellos informes salvaban la cara a mi amigo y se cubría el paripé. A veces, estaba realmente creativo. Y escribía cosas como ésta: “En la compañía tal ha sido muy comentada la incorporación de nuevas pupilas al bar de putas “La andaluza”. El personal ha dado cuenta de que, sin subir los precios del servicio, la oferta y variedad de la tropa enrolada”. Yo siempre, como se ve, respetuoso con el argot militar.

Bromas aparte, no creo yo que tengamos muchos secretos que guardar, salvo los bancarios e industriales. Pero espero que el CNI sea algo eficaz detectando las amenazas que se ciernen sobre nosotros. Lo del pequeño Nicolás es un nuevo episodio pintoresco que finalmente nos hará reir… o llorar. La verdad es que no estoy tan seguro.

Por cierto, que uno de los secretos mejor guardados por el CNI son las andanzas por España de la novia del emérito Juan Carlos I. Después de dos horas de comparecencia en el Congreso, nada trascendió del informe del general Sanz Roldán de la relación de la falsa princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein con los servicios de inteligencia y de la presunta trama de espionaje político relacionada con Método 3. Ya nadie se acuerda de aquello. Yo sí.

Mis saludos al CNI, a cuyas manos llegará este artículo, como todo lo que se escriba sobre este organismo. ¡Espabilen y ojo al moro!

Comentarios